34| Odio los títulos largos.

Comenzar desde el principio
                                    

Algunas me llevan a planetas lejanos, otras a lugares en la tierra que alinean mi cerebro terrestre y alma medana. Igual no veo la necesidad de visitarlos con tanta frecuencia como antes, porque ya no es un lugar el que me brinda ese equilibrio, sino un ser humano.

Y uno especialmente terco, también chillón.

Sonrío sin pensarlo mucho. Una cálida sensación me inunda el pecho, al imaginar a West quejándose de lo arrogante que puedo llegar a ser, o recordar cada pequeña expresión, que al contrario de lo que él cree, lo hace ver más hermoso.

Con él en mis pensamientos, llego hasta las puertas del ascensor. Pulso el único botón que hay para llamarlo y al segundo sus puertas cristalizadas se abren para mí. Ingreso en el cubículo con mil emociones positivas peleando por un lugar en mi estómago, y tanteo con un dedo los cientos de botones ubicados en el panel.

Oprimo uno con cabeza de anguila en el centro.

-Bienvenido, Comandante Supremo de Andrómeda y hechicero de Medas, Lukyan, antes llamado 0912 -repite por vigésima vez en el día Steve, mi ayudante (inteligencia artificial). Escuchar eso mancha todo positivismo de una amargura moderada. -¿A dónde desea ir hoy? Son las 11:46 pm en el estado de Florida, hace una noche de cielo despejado, sensación térmica de 19°C.

-Steve, ¿qué te he dicho sobre esos títulos largos? -pregunto, mi voz suena ronca, como si fuera la primera vez que hablo en el día. Siento la garganta pastosa, lo que me recuerda que los terranos necesitan constante hidratación.

Algo que no te hace perfecto. ¿Qué tal eso para tu gran ego?

-Son sus títulos, hechicero supremo. Usted me programó para que los dijera. Reproduciré para usted sus órdenes: "cada vez que entre a este cubículo, repetirás lo que soy. Sabes que amo que reconozcan que soy maravilloso".

Tomo una gran bocanada de aire e ignoro los informes de mi ayudante. Me felicito mentalmente por tener la opción de desactivarlo en caso de visitas. No logro imaginarme la magnitud de las burlas de West por esto (lo peor es que me burlaría también).

El ascensor se detiene en el último piso, dónde guardo a mis preciosas. Con los últimos sentimientos positivos que me quedan me obligo a caminar a través de las plataformas de hierro negro, el frío contacto de estas con la planta de mis pies pone la piel de mis brazos de gallina.

Una silueta altísima, apoya sus brazos alargados en la baranda de las plataformas. Su piel verdosa contrasta con el neón de las aguas bajo nosotros. El largo plumaje de su cabeza es fácil de confundir con una cabellera rizada, ya sea por su forma o longitud.

-Tu pulso. Está acelerado. Hueles a carne dulce, así huelen los humanos cuando sus químicos están en guerra -pronuncia la caosta en el tono imparcial y apático de siempre. Sus orbes negros analizan todos mis movimientos, esto lo hace de reojo. -Tu magia se está gastando. Que no te pase lo mismo que la vez anterior, el terrano fue a ese basurero por ti a buscar los cristales.

Esbozo una sonrisa burlona y me acerco con cautela.

La barandilla llega a hasta la mitad de mi abdomen, aún así, subo mis pies a esta, manteniendo el equilibrio a duras penas.

-Para ser mi médica de cabecera estás muy encariñada conmigo -comento divertido. Sisea como serpiente, irritada.

-Soy quién te mantiene vivo. Sin mí el cuerpo humano que tienes sería un desastre. Los controles que te hago cada mes son para equilibrar tu parte humana con la magia. Recuerda eso cuando intentes otro de tus comentarios semi-inteligentes conmigo.

Caostos. Una raza en extremo recelosa. Vanidosos por excelencia. Son lo más parecido a los cabezones verdes que la mayoría de terranos creen que somos. Pero tienen orejas alargadas y plumas en la cabeza.

¡Un rival de otro planeta!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora