Capítulo 49

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NARRA JARED

— ¡Mami! —oí gritar a Molly.

— ¡Mami no! —gritó Molly y ahí bajé corriendo. Lya estaba en el suelo y desmayada.

—Molly, dame el móvil —le dije cogiendo a Lya en brazos.

Molly me extendió el móvil y me mandé un mensaje a Elena diciendo que fuese al hospital a por Molly.

(...)

Llevamos esperando Elena, yo y Molly, más de dos horas a que saliera el doctor de Lya.

— ¿Familiares de Lya Thompson? —preguntó un doctor. Nos acercamos y le vi hacer una mueca.

— ¿Cómo está? —quise saber.

—Ella está estable. Sólo fue un desmayo por la presión y el estrés —dijo, — Habitación 7 —dijo señalando una puerta. Entramos y vimos a Lya acariciar a su barriga.

— Lya, ¿cómo te sientes? —preguntó Elena abrazándola.

—Bien.

— ¡Mami! —gritó Molly subiendo a la camilla. Lya rió y la llenó de besos.

— ¿Molly, vienes conmigo? — preguntó Elena. Ella asintió y se fueron, todo se volvió tenso y apareció un silencio incómodo.

—Jared —me llamó. La miré y me acerqué, ella se incorporó y me abrazó.

—Lo siento mucho.

—No tengo nada que decir, Jared. Son tus hijos, tienes derecho a saber de ellos, pero ya está.

—Sí, ya...

—Ah mierda, están pateando —gruñó cerrando los ojos.

—No te merezco.

— ¿Por qué?

—Porque me dejas saber de ellos, cuando...

—No lo menciones, por favor —susurró, —Lo nuestro está acabado, pero eso no significa que dejes de ser el padre de los niños.

—Señorita Lya, usted puede irse a casa, le han dado el alta —dijo la voz de una enfermera.

- Vamos, te ayudaré a vestirte.- le dije quitando los botones de la pequeña bata de enferma. Sonrió y la deslicé por sus brazos. Cogí un vestido que había allí de ella y se lo puse con cuidado. Esto era un infierno, tenerla tan cerca y no poder besarla.

(...)

Dos meses después...

Lya estaba preciosa, a pesar de estar embarazada, lucía radiante y hermosa. Era una mierda que no me dejase tocarla, besarla, incluso huía de mis abrazos.

—Jared.

—Dime.

—Mira esto, son preciosos —dijo tocando dos conjuntos de pijama de bebé azul.

—Nos los llevamos —dije cogiéndolos. Ella sonrió y lo llevamos a la caja donde la dependienta no paraba de hacerme ojitos.

— ¿Acompañando a su hermanita? Que buen hermano —preguntó la dependienta de manera coqueta.

—Solo somos amigos —dijo Lya en una mueca.

—Entonces... ¿puedo darte mi número?

—No estoy interesado —dije dándole unos billetes y cogiendo la bolsa de los pijamas.

Vi a Lya sonreír de reojo, y negué riendo.

Lya Thompson Donde viven las historias. Descúbrelo ahora