―No soy la clase de persona que abandona a quien ama, Jungkook ―aseguró, atreviéndose a sostener su mejilla―. Tu miedo es fundado, pero mis palabras no son vacías.

―No sé cómo se supone que sea un buen amor ―admitió, conmocionado―. ¿Y si te lastimo?

―No hay una definición correcta para un buen amor, Kookie ―rio despacio―. Si te hace feliz, si te da calma, si te hace sentir vivo, si te da consuelo, entonces es un buen amor. Si me dejas ser parte de tu vida... pero sientes que no soy capaz de darte nada de esto... entonces es todo. No tienes que aferrarte a algo que no te da nada.

―Estoy asustado ―confesó. Taehyung acarició su mejilla―. Pero me da más miedo dar un paso atrás y cerrarte la puerta. No he descansado desde tu confesión. Creo que en el fondo lo sabía y solo no quería aceptarlo, y es que en mi mundo siempre hemos sido dos y tres parecen una multitud ―su mirada se tornó vidriosa, pero no lloró―. Sin embargo, dos es demasiado solitario, y ya no quiero estar solo. Me aterra querer a otra persona, pero me aterra más no volver a sentirme de esta forma. ¿Y si mi corazón se congela? ¿Y si todo sigue siendo azul? No quiero ahogarme ―volvió a esconder su rostro―. No quiero sentirme miserable por el resto de mi vida.

Taehyung volvió a abrazarlo, consolándolo. Acariciando sus cabellos, intentó brindarle algo de paz a esa mente tan caótica. No esperaba que Jungkook lo recibiera sonriente y de brazos abiertos, jurándole amor eterno, pero era suficientemente bueno que fuera consciente de él. Con esfuerzo y tiempo, se aseguraría de hacerle ver que la vida era más que lo que había visto hasta ahora.

―Hoy somos azul ―dijo Taehyung claramente―. Todos tenemos días o momentos como ese; días en los que hemos sido abandonados a la deriva o que el mundo se siente tan grande, y nosotros tan pequeños, que podríamos desaparecer sin que nadie lo notara. Pero, Kookie, siempre hay alguien ―aseguró, sosteniéndolo con más fuerza―. Hoy somos azul; tristeza y soledad. Sin embargo, mañana puede que sea un color más claro, brillante y cálido, y no lo sabremos al menos que lo vivamos ―puso sus labios contra su cabello, dejando un suave beso―. Y eso es lo que nos mantiene vivos. Como ahora, que, entre mis brazos, eres lo más cercano a índigo.

Jungkook rio en voz bajita, adorando su descripción. Si él, quien siempre se había sentido azul, de repente era comparado con el amarillo o el naranja, probablemente habría pensado en los sentimientos de Taehyung como una farsa. Porque nadie tan distante e inestable podía convertirse en un color brillante en lo que dura un parpadeo. No obstante, era índigo; un color sabio y honrado, que se asemejaba más a los hechos. Jungkook, finalmente, estaba siendo honesto. Todavía dentro de un espectro azul, pero capaz de convertirse en morado.

Jungkook se distanció y alzó la vista, atreviéndose una vez más a apreciar al chico de palabras suaves y toque dulce. Era tan poco usual ser tratado con tal delicadeza, que se sintió aún más tímido cuando esos ojos inyectados de cariño se encontraron con los suyos. No quería ir rápido, no quería aferrarse a lo que podría perder, tampoco quería seguir ciegamente a su corazón, porque esas emociones que fluían como el agua no eran él. Él era desconfiado, inseguro y alerta, no un chico romántico y risueño que ponía su fe ciega en el primero que mostraba un poco de genuino interés en él. Aun así, cuando Taehyung tocó su mejilla como quien toca la porcelana, no pudo fingir que no se sentía bien. Y cuando ese mismo chico se inclinó sobre él, buscando sus labios, no se negó la oportunidad de cerrar los ojos y recibirlo, porque la atracción fue tal, que ese primer beso lo llevó a un punto sin retorno.

Desconfiado e inseguro, a pasos pequeños y tambaleantes, pero ese definitivamente debía ser su primer amor. Porque ¿qué otro nombre darle a ese sentimiento tan impresionante?

No hubo palabras, después de ese beso. Tampoco hubo más besos, de hecho. Jungkook tomó la mano de Taehyung y lo guio al interior de su departamento, esperando a que se quitara los zapatos para luego llevarlo a su habitación. Taehyung no necesitó escuchar qué necesitaba para saberlo. Viendo a Jungkook acurrucarse en su cama, entendió la indirecta y se recostó junto a él, tocando su cabello y abrazándolo después para ayudarlo a conciliar el sueño. Y se quedó hasta que el sueño venció al menor primero. Y lo miró, hasta que fueron sus párpados los que pesaron y solo fue capaz de susurrar te quiero.

 Y lo miró, hasta que fueron sus párpados los que pesaron y solo fue capaz de susurrar te quiero

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
Hoy somos azul [TaeKook]Where stories live. Discover now