—Ja, ja —dijo irónicamente mi primo—. Qué gracioso eres, William —cogió aire profundo—. Pensándolo bien, sí, déjales saber lo cabrón que eres con las mujeres. 

—Venga ya, Louis. 

—Ni se os ocurra acostaros con él si buscáis algo serio. Serio y William no van juntos. Nunca se acuesta dos veces con la misma chica —nos dijo Louis. Nada nuevo, me esperaba a William tal y como Louis lo describió. 

—Te pasas, Louis —dijo William—. Si lo hace bien, obvio que me acuesto dos veces con la misma chica. Pero eh, ni una más. Dos ha sido mi tope. Yo nunca he tenido nada serio con nadie —William andaba de espaldas mirándonos, y entonces, me miró fijamente a mí—. Así que espero que no te ilusiones demasiado conmigo, pequeña Carlotta. 

—¿Y esto a qué viene? —le pregunté con cara de asco. No sé qué se había creído este tío. 

—Venga vamos Carla —rio—. Es tan obvio que te gusto que no me gustaría romperte el corazón. 

—Con esa actitud no vas a llegar a absolutamente nada en la vida, gilipollas —y le adelanté. No quería mirarlo a la cara. Ya me había demostrado la clase de persona que era y que no merecía la pena ni un segundo de los que había estado pensando en él. Porque era obvio que él no había pensado en mí. 

—¿Por qué dices eso? Mira, follo lo que me da la gana, con quien me da la gana, sin compromiso ninguno —volvió a reir. Y ahí me enfadé.

—Nunca has sentido nada por nadie —le dije en un tono tajante—. ¿No crees que es triste? No haber tenido nunca el calor de nadie al lado —William me miró seriamente, y se paró en seco. Yo seguí andando. 

—Al menos nunca nadie me ha dejado, como a ti. Que si ese chico te dejó, por algo tuvo que ser —entonces, ahí me paré. Y la rabia se apoderó de mi cuerpo, y empecé a llorar. Me giré, y pensé muchas cosas que decirle. Pero, en su lugar, le miré a los ojos. Y él, en ese momento, quitó la sonrisa de chulajo que tenía en la cara. Y salí corriendo. Y corrí, y escuché los gritos de Danna y Riley diciéndome que parara. Pero no tenía intención de parar. Corrí, y corrí. Para olvidar que los tíos como William hacían daño por puro placer. Que los tíos como Niall eran gilipollas. Que los tíos no merecían la pena. Y seguí corriendo, y llegué hasta el mirador de Holland Park. Y me quedé observando en la lejanía a la gente andar, y me puse a pensar en que no solo los tíos eran gilipollas, sino que yo por ser una hetero. Y por fijarme en ellos. Y me puse a pensar en que no me iba a ser difícil sacar a William de mi mente. Yo no quería a nadie así en mi vida. Me negaba rotundamente. 

Al escuchar unos pasos correr detrás mía, supe que era o Riley o Danna. 

—Puedes irte a la visita, yo voy a quedarme aquí hasta que regreséis —me sequé las lágrimas lo más rápido que pude. 

—Pero, no tendría mucho sentido si no estás tú para chincharte —era William. Y estaba detrás mía. Me giré, pero me arrepentí al instante. Me volví a girar rápidamente. 

—Puedes irte. No necesito tu compañía ni la de nadie. 

—Si Louis no me hubiera obligado a venir, yo no estaría aquí, tranquila —puse los ojos en blanco y después se sentó a mi lado—. Perdona, ¿vale? No quería sonar así de borde. 

—Vale, gracias, ya te puedes ir —le contesté. Pegó un soplido, me cogió de los hombros, y me obligó a mirarle. 

—Perdóname. No quiero que estés así conmigo —pestañeé unas cuantas veces, sin saber bien lo que decir. Me soltó un poco los hombros, pero no llegó a quitarlos—. Todo lo que tú me has dicho... Es verdad. Pero lo que te he dicho yo no, de verdad que no, no te lo creas. 

—Tú no sabes nada William, ni de mí, ni de lo que he pasado con mi ex... Nada. No tenías ningún derecho a decirme eso delante de todos —respiró aire profundamente, y después me miró a los ojos. 

—Lo sé, lo sé, pero soy así. La he cagado, soy consciente de ello. Cuando intentan quedar por encima mía, siempre me pongo muy a la defensiva. No pienso lo que digo, y de verdad que lo siento. 

—Si no fuera porque Louis te ha dicho que vinieras, no hubieras venido. No creo que estés tan arrepentido —me levanté del banco, y me acerqué a la baranda del mirador. Él también se levantó, y se puso justo a mi lado.

—Carlotta... Te he dicho eso porque soy un orgulloso. No ha hecho falta que Louis me dijera nada para venir. Créeme, te lo pido.

—Cuesta creerte —reí—. Te conozco desde hace poco más de una semana. Y ni siquiera te conozco. No sé absolutamente nada de ti. 

—Bueno, eso si quieres, puede cambiar —me pasó un hombro por encima del cuello y yo noté cómo me sonrojaba al instante—. Podemos ser amigos. Todo lo que ha dicho Louis es cierto. No sé tener pareja, y solo me van las chicas que van a lo que van, como yo. Dudo que tú seas ese tipo de chicas. Y de verdad que me alegro. Eres mucho más que un polvo. 

—Vaya, gracias. Es lo primero amable que me dices desde que nos conocemos —lo miré riendo. Él rio conmigo. 

—¿Amigos? —me preguntó. 

—Podemos ir viéndolo. Que quede claro que no me gustas en absoluto.

—Eres una aguafiestas —me dijo. No quitaba su brazo de mi cuello y reía mientras me miraba. Terriblemente guapo—. ¿Quieres que te invite a desayunar a casa? 

—¿Y la visita guiada? 

—Creo que puede esperar. 

—Solo diré que sí si me prometes que no tienes un basurero por casa —le pegué un mini puñetazo en el pecho. 

—Creo que puede estar algo mejor que la semana pasada —reí junto a él. 

Y puede que ahí, en ese mirador, riendo con William, acabara todo lo que había caracterizado mi vida hasta mis dieciocho años. En ese mirador, cambió mi vida para siempre. En el momento en el que decidí irme a desayunar a casa de William. Tal vez antes, cuando no insistí en que se fuera cuando llegó detrás de mí. O quizás cuando me quedé dormida en el sofá. O cuando lo conocí, en casa de mi primo, y sentí como no podía dejar de mirarle. Incluso, puede que todo empezara, cuando decidí coger ese autobús. 

Enséñame ©Όπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα