20. Capítulo

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Su perfume era tan adictivo que lo odiaba.

Odiaba su estúpida sonrisa y odiaba que me gustase. Odiaba la manera que hacía el tonto para hacer reír a los demás. Odiaba lo exagerado que se ponía con los profesores. Odiaba que su estúpida cara me pareciese una pizca atractiva, aunque no fuese del todo guapo.

Y ahora, estaba delante de él, observando donde se quedaría el resto de la eternidad, bajo el incandescente sol y el abeto. Su tumba.

Ahora lo amaba, amaba cada cosa que antes, cuando estaba vivo, odiaba.

-La falsa Artemisa

Relatos de una persona incandescenteWhere stories live. Discover now