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Los primeros rayos de luz que entraron por la ventana me dieron en la cara, haciendo que abriera los ojos en cuestión de segundos

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Los primeros rayos de luz que entraron por la ventana me dieron en la cara, haciendo que abriera los ojos en cuestión de segundos. Por un instante, no recordaba nada, ni dónde estaba ni cómo había llegado hasta aquí. Pero, después, vi la cara de William en mi regazo, y recordé la borrachera de anoche, y que me quedé dormida en su sofá por su culpa, por apagar la maldita luz. Estaba tranquilamente durmiendo, tan guapo. Tan guapo como para ser verdad. Luego piensas en lo insoportable que es, y ya te das cuenta de que algo raro tenía que haber ahí. Cogí el móvil, y vi varias llamadas perdidas de Louis. Eran las nueve y media de la mañana, pero igualmente lo llamé. Al cuarto toque, Louis me lo cogió.

-¿Se puede saber dónde estás? -dijo muy alterado-. Te he llamado quinientas veces.

-Lo siento, Louis. No veníais, así que abrí la puerta de la casa de William para acostarle, y me quedé dormida -con cuidado, me levanté del sofá, dejando la cabeza del chulo de William en el sofá.

-Eso no hay quien se lo crea -escuché un soplido fuerte-. Voy ahora mismo a su casa. No sé cómo has tenido valor de entrar ahí, William es la persona más desordenada que conozco.

-Lo sé, no hace falta que me lo digas dos veces, y a mi nariz menos -colgué, y busqué un cuarto de baño. Tenía el maquillaje del día anterior prácticamente intacto. Fui a la puerta, a abrirle a Louis, que cuando vino tenía cara de enfadado.

-¿Dónde está el gilipollas de William?

-Está durmiendo en el sofá. Louis, que no hemos hecho nada...

-Lo sé -me cortó-. De ti, me fío. De quien no me fío es de él -Louis entró al salón, y aun estando William durmiendo, lo cogió de la camiseta rosa fucsia, y él se despertó muy desconcertado.

-¡Louis! ¿Te has vuelto loco? -le gritó él-. ¡Suéltame!

-A ver, gilipollas, te puedes follar a todas las chicas de Inglaterra si gustas, pero con mi prima no hace falta, ¿me pillas? -y ahí fue cuando me enfadé.

-Louis Tomlinson -le llamé bastante seria-. Tengo dieciocho años. En el hipotético caso de que quisiera follar con William, lo haría. Ni tú ni nadie tiene derecho a dar la cara por mí. ¿Lo pillas?

-Con que, ¿lo harías, eh? -dijo William riéndose.

-¿Te puedes callar un mes? No quiero acostarme contigo. Pero Louis tampoco es nadie para decirme con quién o no me acuesto -tomé aire profundamente-. Y ahora, si me dejáis, me voy. Buenos días.

Y caminé hasta la casa de Louis. Cuando llegué, llamé al timbre, y tras un minuto, Riley me abrió aún con los ojos medio cerrados y en pijama.

-¿Estás bien? ¿Dónde te habías metido? -entré en la casa y cerré la puerta. Riley y yo fuimos al salón.

-De niñera. He dormido sentada toda la noche en el sofá de William, que por cierto, tiene la casa asquerosa. De verdad, cada vez me gusta menos ese chico.

-Pero... ¿No ha pasado nada, no? -preguntó ella.

-¿Estás loca? Ni en sueños pasaría algo con ese gilipollas -me senté en el sofá-. La que tiene que empezar a hablar eres tú, ¿qué tal con Harry?

-Bien, la verdad. Estuvimos hablando de tantísimas cosas... Es un chico con el que se puede hablar con horas, de los que ya no se encuentran, ¿sabes? -Riley fue a la cocina-. ¿Quieres un café?

-Por favor.

-Realmente, me gusta Harry -me confesó desde la cocina-. Y me gusta porque parece alguien sincero. Pero tengo miedo -ella vino con dos cafés y se sentó a mi lado.

-¿De qué tienes miedo? -le pregunté pegándole un sorbo al café.

-Distancia, Carla. Lo mismo de siempre. Cuando llegue septiembre, él se quedará en Londres y yo me iré. Y eso me recuerda demasiado a Daniel y no quiero, de verdad que no quiero volver a pasar por lo mismo.

-¿Se lo has contado a Harry? Lo de Daniel.

-Sí, y me entiende, porque él ha pasado por lo mismo -Riley terminó de beberse su café-. Que me estoy montando aquí mis paranoias, que hace dos días que lo conocí, y ni siquiera estoy segura de si yo a él le gusto.

En ese momento, escuchamos la puerta abrirse, y después vimos a Louis entrar en el salón.

-Tenemos que hablar seriamente -dijo mi primo.

-Dispara -terminé de beberme el café.

-No quiero que te acerques a William -me dijo con el ceño fruncido-. Es por tu bien, Carla, prométeme que no vas a acercarte a William.

-Sale contigo, es imposible que no me acerque a él.

-Ya sabes a lo que me refiero con que no te acerques a él -se sentó a mi lado en el sofá-. Sé que eres capaz de defenderte tú sola, que no te hace falta nadie, lo entiendo. Pero William no es bueno, tú ya has visto lo chulo y egocéntrico que es.

-Louis, escúchame. Yo no quiero nada con William. ¿Te quedas más tranquilo?

-Como te he dicho antes, de quien no me fío, es de él.


Esa misma tarde, sobre las siete, habíamos terminado de limpiar la casa mientras Louis estaba en el trabajo. Nos habíamos repartido las zonas, y yo, al tener la cocina, escuché el timbre cuando sonó.

-Voy yo, no os preocupéis -les dije a mis amigas. Cuando abrí la puerta, puse los ojos en blanco.

-Vaya recibimiento -dijo el estúpido de William.

-¿Qué quieres? Louis no está -contesté molesta, y me giré para no verle la cara.

-Venía a hablar contigo -solté una carcajada irónica.

-No creo que tú y yo tengamos nada interesante de lo que hablar -me giré para mirarle la cara.

-¿Qué es lo que te molesta de mí? -pensé durante unos segundos.

-¿Aparte de todo?

-Lo digo en serio -dejó su cuerpo apoyado en el marco de la puerta y me miró a los ojos. El cabrón tenía unos ojazos.

-Pues, que eres un prepotente. Un egocéntrico. Te crees mejor que los demás por ser guapo y tener dinero...

-¿Crees que soy guapo? -me cortó mirándome con una sonrisa de medio lado. Me sonrojé.

-Guapo y gilipollas, muchas ges -le contesté con la voz entrecortada-. ¿De qué te sirve ser guapo si luego la cagas con tu actitud?

-Bueno, a las tías les vuelvo locas -lo miré arqueando una ceja.

-Baja de la nube.

-A ti te gusto, ¿no? -me sonrojé aún más.

-Tú te drogas -dije riendo.

-Fumo, es verdad -me confesó-. Pero no, yo sé que te gusto.

-Creo que deberías irte -intenté echarle, pero él no me dejó-. ¿Te vas? ¿O vas a quedarte a vivir aquí?

-¿Te puedo contar algo? Y me voy -me susurró.

-Venga, dispara -se acercó a mi oído, y a mí se me erizó la piel de la nuca.

-Eres la primera chica con quien he pasado la noche y no he follado, podrías sentirte especial -me separé de él al instante y le pegué un empujón para que saliera de la casa mientras reía.

-¡Gilipollas! -y cerré de un portazo.

Lo conozco de dos días y me ha hecho sentir muchas cosas. Atracción primero, luego desprecio, después asco, y ahora... No sé qué me había hecho sentir. Rara. En dos días, todo eso, y encima había dormido con él en un sofá. ¿Se puede saber qué me estaba pasando?



Enséñame ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora