Asentí.

Se recostó en mi cama sin despegar su mirada chocolate de la mía, abrió sus piernas y vi a la perfección su centro, estaba brillando de húmedad.

Tenía tantas ganas de pasar mis dedos o lengua por sus pliegues, necesitaba sentirla.

Apreté mis manos, empuñandolas.

—Me excita verte deseandome de esa manera—murmuró con voz ronca y pasó sus manos por su centro, mordí mi labio inferior ante la imagen de la morena haciéndolo– apuesto que puedes ver lo mojada que estoy por ti, daddy.

Mierda.

Aquello me había excitado tanto que podría jurar que sentí una gota salir de mi.

No podía despegar mis ojos de ella, de la manera en la que sus dedos se movía lentamente, arriba y abajo de sus pliegues.

Un gemido se escapó de su boca, mordio su labio inferior y lo volvió a hacer.

Karla gemía sin parar mientras sus dedos se movían dentro de ella.

—Si, daddy. No dejes de mirarme. Quiero que me veas correrme, por ti.

Mi corazón latía con fuerza al mismo tiempo que mi centro palpitaba de excitación.

Era la experiencia sexual más intensa que había vivido, sin dudas.

Y la estaba teniendo con una completa desconocida de un bar.

Si me preguntan, no. No me arrepentía en lo más mínimo de aquello. Lo estaba disfrutando y ni había empezado.

Karla siguió tocándose hasta llegar al orgasmo, fue una tortura verla tocarse, escucharla gemir mientras no podía hablar, ni tocarme. Sin embargo, aprendí a disfrutar de aquello, mientras por dentro mi cuerpo se incendiaba.

Un grito ahogado se escapó de su garganta, su pecho agitado y pies entumecidos por el orgasmo que había tenido.

—Apuesto que tú me darías uno mucho mejor, daddy. Ven aquí, ya.

No había terminado de decirlo cuando mis rodillas ya estaban a cada lado de su cintura, nuestros centros rozaron y un gemido se escapó de su boca.

—Hazme tuya, daddy. Por favor.

Con ello por fin, mis manos tocaron cada centímetro de su piel canela, disfrutando de la suavidad.

Nos fundimos en un beso caliente y húmedo, batallando con nuestras lenguas y el movimiento que hacían nuestras caderas al sentirnos rozar.

Tomé sus muñecas al sentir sus uñas en mi espalda, subiendo sus brazos a cada lado de su cabeza.

—Es mi turno, babygirl. No harás nada que daddy, no te diga... ¿Ok?

Karla asintió, con una sonrisa lasciva en su rostro. Disfruto de escucharlo.

—Deja tus manos allí, no las puedes mover.

Asintió.

Bese todo su cuerpo, ignorando las veces que me dijo que la tocase.

One Shots - Famosas y tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora