Capítulo 11.

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Maratón 3/5

—¿Un día de campo? Cariño, te llevaré a un picnic en el momento que tú me digas. Qué tal si hacemos eso y salimos de la ciudad, para empezar.

Tan pronto ella terminó la frase, la pequeña saltó a su regazo, lo que provocó que esos estupendos pechos rebotaran contra ella. Bajo su abierta feminidad, su órgano comenzó a crecer, en busca de atención.

—¿En serio? ¿Te gustaría salir conmigo en público? —Valentina fue sorprendida en su inferencia.

¿Pensaba que estaba avergonzada de ella? Valentina no tuvo la oportunidad de defenderse, ella empezó a parlotear como una cotorra.

—Vas a tener que llevarme al banco para que pueda cobrar un cheque. No traje alguno de mis vestidos conmigo. —Ella no dijo que sus vestidos estaban viejos y demasiado pequeños. No tenía sentido sonar totalmente lamentable.

—Cariño, ¿Cuándo fue la última vez que alguien te llevó a cenar o a llevarte a una cita? —Ella quería saber; simplemente no quería saber.

Juliana pensó por un segundo, y luego respondió.

—Kevin Tucker me llevó a comer pizza y a la sala de video cuando tenía quince años.

—Eso fue hace diez años, Juls. ¿Qué has estado haciendo durante los últimos diez años?

¡Mierda! ¿Cómo se suponía que tenía que responder a eso? A decir verdad, no sabía, sin duda. A menos que. Ah, el enfoque romántico. La verdad, en todo caso.

—Esperando por ti.

—Juliana ...

—Si no tienes tiempo para llevarme al banco, tal vez pueda pedir prestado la camioneta. Tengo que ir al supermercado, de todos modos.

—¿Por qué tienes que ir al banco?

—Para conseguir dinero y comprar algo lindo para usar.

—¿Por qué no tienes dinero?

Su pregunta fue formulada y luego se quedó callada. Valentina no dijo nada, tampoco. ¿Qué podía decir?

—¡Caramba, Juliana! —gritó ella, estuvo a punto de lanzarla de su regazo. —¿Por qué no dijiste? —Cuando ella no dijo nada, Valentina tiró su sombrero a través de la habitación. —Yo no te he dado un centavo por lo que has hecho en Tebow.

—Yo no quiero nada. —Ella anunció rápidamente.

—¿Qué?

—No me sentiría bien.

—¿Por qué?

—Porque...

—¿Por qué?

—Porque me hace feliz cuidar de ti.

—Demonios, Juls. —Valentina la apretó con fuerza. —Nunca esperé que vinieras y trabajaras en exceso para nada. Vas a aceptar el dinero, y no voy a aceptar un no por respuesta.

Juliana se quedó inmóvil en su abrazo.

—¿Está bien?

—Tengo una dirección donde puedes enviarlo para...

—¿A qué dirección?

—Tengo una deuda que tengo que pagar.

Inmediatamente, se le ocurrió que ella podría tener deudas como Sabrina cuando apareció.

—¿Facturas de tarjetas de crédito? —El tono de su voz se agudizó.

—No, es un préstamo de estudiante, más o menos. —Ella no le importaba que preguntara.

Dejando su regazo, ella fue a buscar su bolso en la cocina. Al regresar, ella lo llevaba puesto. Se trataba de una bolsa atractiva decorada con perlas y cuero.

—Mira, lo hice yo misma. —Sin esperar un comentario, sacó su cartera y le entregó una hoja de papel. —Sólo tienes que enviar todo lo que me vas a dar a esta dirección.

Valentina se sentía como un zapato. Ella tomó el papel y lo metió en el bolsillo frontal sin leerlo.

—Juliana, lo siento sobre todo esto.

—Está bien, Val. Yo no te culpo. Después de lo que hizo Sabrina, tienes todo el derecho a ser cautelosa.

—Nunca me has dado ninguna razón para dudar de ti bajo ningún concepto. —Valentina se tragó el orgullo. —¿Tienes ganas de ir a la ciudad ahora?

—¿No tengo que quedarme y preparar el almuerzo para todos?

Esta fue la primera mañana que Juliana no había preparado el desayuno para ellos en las últimas semanas. Los chicos no sabían cómo actuar cuando Valentina dispuso una variedad de cereales y leche. No pensó que ellos no habían comido en una semana.

—Ellos pueden comer bocadillos.

—Ellos no van a estar muy contentos.

—¿A quién le importa?

* * *

Juliana llenó una mochila que Valentina le había dado, con unas pocas pertenencias. ¡Ella se iba de campamento! Hoy ha sido un día muy emocionante. Valentina la había llevado a la ciudad y la acompañó de un lugar a otro.

Valentina había insistido en que un viaje al banco no era necesario y comenzaron su ronda de compras a una pequeña boutique. Valentina se había vuelto loca, y muy a pesar del disgusto de Juliana le había comprado tres conjuntos. Ella se quejó todo el trayecto por la calle mientras llevaba sus paquetes.

—Hay que acostumbrarse a eso. Tengo la intención de mimarte.

El supermercado había sido una aventura. Juliana había aprendido una valiosa lección: nunca llevar a una mujer hambrienta al supermercado. Ellas terminaron con cuatro sobrecargados, y apilados carros. Uno habría pensado que en un rancho tan grande como Tebow ellos mataban su ganado para preparar su propia carne pero todo el ganado en el rancho era de raza pura, y no se come carne de vaca de exhibición. Así que dos de los carros eran exclusivamente de carne.

Juliana le encantaba cocinar y Valentina amaba su cocina por lo que se aseguró de que tuviera todas las especias, hierbas y aceite que su pequeño corazón deseaba. Cuanto más avanzaba el día, más Juliana se daba cuenta de lo que extrañaría si ella se alejaba de Valentina Carvajal.

Valentina se burlaba de todo y cada momento era divertido. Estar con ella en un día cualquiera era mejor que una aventura en cualquier momento.

Vaquera Ardiente | ✓Where stories live. Discover now