Capítulo 5.

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Valentina gimió.

Por debajo de esa toalla no era más que una piel hermosa, suave y cremosa. ¡Dios del cielo, estaba desnuda! ¡Gloriosa y magníficamente desnuda! ¿Cuánto tiempo había pasado desde que había visto una mujer desnuda? Mucho tiempo. Demasiado tiempo. Y ninguna mujer con la que ella había estado alguna vez se asemejaba.

La ropa que ella llevaba debería ser sacada y quemada. Ellas eran un sacrilegio a la naturaleza. Nada debería oculta las colinas y los valles deliciosos de sus ojos hambrientos. Juliana todavía estaba de espaldas a ella. Al parecer, estaba tratando de encontrar la manera de meterse en el depósito.

Había una escalera de unos seis metros a la izquierda de ella, pero si Valentina le vociferara esa información, entonces desaparecería de su vista como un hada asustada. Entonces la morena colocó sus manos en el borde del depósito y trató de arreglárselas ella misma. Un éxito parcial; se las arregló para conseguir elevar su increíble culo para que Valentina pudiera ver una pequeña y dulce abertura, y cuando sucedió ¡el paraíso! Valentina no pudo evitar sonreír cuando escuchó sus pequeños gruñidos mientras ella se esforzaba. No era muy fuerte y pronto se dejó caer al suelo con una rabieta de decepción. Valentina se frotó las palmas de las manos en sus rodillas cubiertas de mezclilla, con ganas de frotarlas sobre la curva tentadora de la parte inferior de la joven.

—Date la vuelta, cariño. Date la vuelta. —En ese momento, a ella le habría gustado dividir su parte de Tebow para ver sus pechos. —Date la vuelta, mi amor, para que no muera, —susurró.

El Señor da... Juliana se volvió y se inclinó para recoger la toalla. Unas esferas perfectas colgaban como los melones más deliciosos. ¡Amado Jesús! ¡Es dulce como la miel! Valentina se lamió los labios, imaginando cómo se sentiría al tener esas bellezas, masajeándolas hasta que la morena arqueara su espalda en el éxtasis.

Abrió la boca, un poco, como anticipando el colocar sus labios sobre sus increíbles pezones. ¡Ella estaba llena lujuria! ¡Profunda, intensa, era la cara demoledora de la lujuria! Valentina nunca había tenido el privilegio de mamar unos pezones tan exquisitos como los de Juliana. Los pezones de Sabrina eran muy pequeños, al igual que el resto de ella. Pero Juliana tenía pezones llenos, de color rosado, y pedían a gritos una lengua para ser chupados.

Durante un largo momento lastimoso, Valentina pensó que ella estaba a punto de desistir e irse. En cambio, colgó la toalla sobre su hombro y se volvió hacia los lados, al parecer dispuesta a caminar alrededor del depósito en busca de una forma de poder entrar para nadar. Desde este ángulo, se podía apreciar la forma y el tamaño de sus tetas. Sus manos codiciaban tomarlos en ellas. Estaban llenos y redondos, pero Valentina sabía que no sería capaz de hacerlas desaparecer bajo sus palmas, aunque deseaba frotarlos sobre ellas como la lámpara de Aladino, para ver si podía hacer que su erección tortuosa desapareciera.

Nunca antes se había enfrentado a la posibilidad de hacer erupción como un géiser, por un simple roce de su mano o la de alguien más. La liberación de su enorme polla de sus pantalones, le dio espacio para estirarse y moverse como una pitón hambrienta que buscaba comida. No existía una maldita manera en que fuera capaz de mantenerse alejada de ella. Juliana era la más tentadora; una diosa suculenta, que ella había tenido el privilegio de rendir homenaje.

Al caminar alrededor del tanque, Valentina oyó su pequeña exclamación de satisfacción cuando finalmente encontró la escalera. En cuestión de segundos, se levantó y otra vez el chapoteo le hizo estremecerse. ¡Cómo deseaba cubrir su cuerpo como lo hacían esas aguas cálidas y suertudas! Sonriendo, Valentina la vio juguetear en el agua. Ella se reía y jugaba. Valentina se preguntaba si se sentía sola.

Sorprendentemente, ella quiso saber. Verla disfrutar de estos pocos y robados momentos, después del difícil día que había soportado, y arrastrarla a esos lugares en su corazón que pensaba estaba fuera de servicio. Con una mano, Valentina se acarició su polla, mientras la otra estaba puesta en el alféizar de la ventana. Apoyó la barbilla sobre su antebrazo, cautivada por su belleza y encanto.

Vaquera Ardiente | ✓حيث تعيش القصص. اكتشف الآن