12. Mala suerte

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No podía esperar menos de Mori.

El restaurante que había seleccionado para que fuera el punto de su reunión ostentaba de su elegancia con las mesas que contaban con manteles perfectamente lisos y pulcros mientras sobre estos descansaban los platos de apetecible comida y unos adornos de plata. En lugar de paredes habían extensos ventanales los cuales Chūya evitó a toda costa cuando los estaban guiando a su mesa —la que al parecer estaba en un lugar más fino aún.

Las personas llegaban ataviadas en trajes elegantes, con despampanantes vestidos y trajes formales. Entendía que Mori les había pedido venir de la misma manera para no desentonar con el entorno.

Llegaron a un sala privada alejada del resto, donde ya estaba servida la comida y un mesero terminaba de dejar un plato antes de alejarse de allí con una reverencia ante ellos.

Se sentía un tanto sofocado por el ambiente. Quería atribuirle su incomodidad a la poca costumbre que tenía de usar traje.

—No escatimaste ni un centavo —comentó Kouyou tomando asiento en frente de Mori. Él le sonrió.

—Es lo menos que podía hacer.

—Muchas gracias por invitarnos a un lugar así, Mori-san —dijo Gin amablemente tomando asiento en frente de Atsushi y Akutagawa, quienes ya habían iniciado peleando en silencio por Dios sabrá quién enfrentándose con los tenedores de la mesa. Kyouka se sentó al otro lado de Gin para alejarse de la sangre.

—No te preocupes, Gin-chan, por ustedes lo que sea —asintió el mayor.

Chūya tomó asiento, a un lado de su hermana, quedando frente a frente con Dazai quien le regaló una última sonrisa juguetona. Desvió la mirada con cierta verguenza y esperó a que sirvieran los platos.

La cena inició con suma tranquilidad.

—¿Y cómo has estado, Chūya-kun?

Cuando escuchó a Mori tuvo ganas de responder que fue una reverenda mierda. Esas últimas semanas habían sido las peores que había tenido en años y, coincidentemente, habían cruzado con el retorno de Mori y Dazai a Yokohama. No podía decir la verdad pues consideraba que sería algo sumamente ofensivo.

—Bien, supongo...

—Lamento el susto que has tenido que pasar hace unos días —mencionó Mori de repente —, es una experiencia que no se la desearía a nadie, ya sabes, estar en medio de un enfrentamiento con armas.

Dazai disimuló una risa por el cinismo.

—No se preocupe, Mori-san, ahora todo está bien.

Luego de eso, siguieron con pláticas triviales acerca de sus clases o la universidad de Gin. Se mostraba muy alegre de estar cursando su carrera con la que luego pudiera seguir apoyando económicamente a quienes consideraba sus hermanos. Mori le decía que no se preocupara por el dinero todavía, pues él podía seguirles apoyando en ese tema. Lo decía tan a la ligera, como si ante años de haber mantenido a cuatro personas que encontró en la calle, estas no le debieran ni un centavo.

—Voy a hacer un pequeño anuncio —dijo Dazai con tintes juguetones —. Como hay vacantes para el consejo estudiantil, he pensado que me voy a postular como vicepresidente —afirmó con un sonrisa.

Por segunda vez en la noche, Chūya le dirigió una mirada, pero esta oscilaba entre la incredulidad y la diversión.

—¿Tú? ¿Vicepresidente? —repitió señalandolo con el tenedor—. Sin ofender, pero no puedes ni organizar tu vida ¿Y crees que podrás organizar a toda una preparatoria?

—Sé que soy perfectamente capaz de ello, Chibi, me duele que dudes de mí —le siguió el juego, apoyando sus codos en la mesa y su mentón sobre sus manos—. ¿Qué tan difícil puede ser?

Negando Al Destino ||Soukoku/Shin Soukoku||Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu