Uno de los hombres había mantenido contacto con la especie humana. Una idea estrambótica se escribió con letra mayúscula en mi cabeza.

PUEDE QUE YO TENGA ALGO QUE VER CON ESE HOMBRE

—¿Suele ocurrirte?—esta vez fui yo quien dudó las palabras que debía escoger. Me había vuelto a emerger en mis pensamientos.

—Solo a veces, cuando estoy muy estresada.

—Nunca me dijiste nada—la cara de Sam no se discernía del fondo oscuro que nos tragaba.

—Tampoco pensé que fuera importante—pareció ofenderse ante mis palabras.

—¡Es importante! Puede que tenga que ver con tu salud— replicó subiendo el tono.

—No creo...

—Max créeme a mí. No parabas de gritar y parecía como si estuvieses convulsionando—puso una voz más aguda de lo normal—. Estaba muy preocupada—oí cómo se sorbía los mocos ¿Estaba llorando?

—Sam...—mis ojos se tornaron tristes y acudí a su encuentro para poner mis manos en sus hombros— Tranquila, estoy bien, ¿vale?

—Lo sé, pero... Pensé que podrías haber...—fue incapaz de terminar la frase.

Nos quedamos en silencio por un largo instante.

—¿Crees que mis padres me estarán buscando?—sentí una oleada de culpabilidad ante su pregunta, yo la había metido en todo ese lío.

No estaba segura de qué debía responder. Era evidente que sus padres andaban en su búsqueda, pero...¿Eso era lo que realmente ella quería oír; lo que necesitaba oír?

Carraspeé.

—No te voy a mentir, estamos en peligro y no debemos confiar en nadie más que nosotras dos. Es muy probable que tus padres te estén buscando, pero aunque sea extremadamente difícil no centrarse en eso, tenemos que seguir a lo nuestro. Espero que de alguna manera logremos salir de este problema y volvamos a vivir con normalidad—veía complicada aquella afirmación, más que complicada, imposible — Sea como sea que acabemos solo podemos intentar que sea de la mejor manera— extendí la mano para que Sam pudiese cerrar aquel pequeño trato, que se simulaba más a una forma de no perder la  esperanza que a una promesa.

—Aunque lográramos salir con vida, yo seguiría perdida—sus rodillas tocaron el suelo y provocaron un pequeño estruendo.

—¿A qué te refi...—no pude terminar de pronunciar mi pregunta gracias a que otro sonido hizo que mi cerebro encendiera una alarma. Aunque no fuera capaz de ver el rostro de Sam estaba plenamente convencida de que su cara expresaba lo mismo que la mía; terror absoluto. Aunque en mi ocasión también con un ápice de confusión todavía por el repentino cambio de conversación por su parte—¿Qué hacemos?—cuestioné con un hilo de voz.

—A lo mejor son vagabundos—supuso ella acompañando las palabras con un ademán de incierto significado. Lo interpreté como una señal de inseguridad sobre lo que decía.

—¿Deberíamos escapar?—dije susurrando.

Apoyó su mano de súbito en mi boca indicando que parase de hablar. Parecía alarmada.

—Los pasos vienen hacia aquí—musitó.

Fui la que primero reaccionó. Tomé su muñeca, y con agilidad, dirigí su cuerpo junto al mío hacia el único escondite que se me ocurrió; debajo de las escaleras de caracol. La luz del lugar era pobre, apenas se podía divisar lo que tenías a escasos centímetros de la nariz. No obstante, razoné en unos pocos segundos que quizá el intruso podría utilizar algún tipo de herramienta que iluminase, como una linterna.
El sitio en el que nos hallábamos parecía visible, sin embargo la base de la infraestructura era sólida y opaca, si nos ocultábamos bien no nos verían.

Oímos unas voces a lo lejos, no se podía distinguir lo que hablaban pero de alguna forma me resultaban familiares.
Inicié a sentir cómo la adrenalina corría por mis venas transmitiéndola a todo el resto del cuerpo.

—¿Max?—una vocecita me habló al oído—¿Max qué hacemos?—me tranquilicé al darme cuenta de que era mi amiga.

—Podríamos esperar a ver si se van—eso se traducía como: no tengo ni idea de qué hacer, pero si eso a lo mejor tenemos suerte y no corremos un peligro mortal.

Otro largo silencio nos envolvió con incertidumbre.

—Lo siento Max, de todos modos ya no tengo nada que perder. Corre y sálvate tú—no me dio tiempo para procesar lo que había dicho cuando sus piececitos echaron a correr sin miedo alguno.

Con el corazón en la mano no pude hacer otra cosa que seguirla. Salí corriendo e intenté acercarme lo más posible a los pasos que antes habíamos oído suponiendo que ahí sería donde Sam se encontraría.

Era más de una persona. Me acerqué hasta poder verlos, pero como todavía no había amanecido no se podía distinguir mucho entre las sombras. No había ningún rastro que indicara que mi amiga se localizaba allí hasta que de pronto su grito atrajo mi atención.

Estaba preparada para atacar, por mucho que mis piernas se menearan sin control y mi mente no pudiera imaginarse más que cosas terribles, me movía algo más fuerte que todo eso, y era el deseo de ayudar a alguien que quería.

Gracias por leer y darle una oportunidad a esta historia.
Si te gustó me ayudarías mucho con tu voto.
También amo leer todos vuestros comentarios para saber qué opináis 🤎

Los peligros de confiar #1Where stories live. Discover now