Capítulo 06

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Camino entre los pasillos, buscándolos, a la puerta de la cocina los veo. Están cerca, hablando en susurros, respirando el mismo aire. Mau posa su cabeza en el hombro de Vale, triste. Vale intenta besarle la mejilla, consolándolo. Lentamente, levanta el rostro y clavan los ojos, sumergidos en su propia burbuja. Los ojos negros de Valentina se empapan en los verdes y rojos de Mau. Sus manos acunan su rostro, con temor de que el dolor lo vuelva a abrazar. Poco a poco sus labios se acercan, temerosos. Se dan castos besos suaves, amigables, que se convierten prontamente en un largo beso, sin pasión, solo intentando curar el dolor.

Quedo ahí, inerte, intentando darme auto explicaciones de que carajos hacen. Antes de nada, me empieza a doler el pecho y ya no es por lo sufrido de Mau, es lo que él genera en mí.

La angustia me recorre y la cabrona no afloja y menos suelta el agarre que expande en mi corazón. Tristeza, rabia, decepción, todo eso siento.

Yo soy plenamente consciente de que Fernández se besuquea con todo lo que respire y camine y que solo soy una más en su extensa lista de conquista, pero nunca pensé que fuera con mi amiga. Con mi casi hermana. No es justo, no es bueno, es doloroso. Es angustiante. Como una daga que se te clava y te deja sin sangre. Sin esperanza y sin corazón.

Mauricio es todo lo que quiero, en esta y la siguiente vida —he terminado de comprender—, pero no puedo decirle, porque sale con Valentina, mi mejor amiga.

Me voy y los dejo besándose. Mis piernas apenas pueden sostener mi peso, pero sigo mi camino hasta la sala de espera. Veo a Steven y a papá hablando juntos.

«Por favor que ellos no se besen».

—Anita, ¿estás bien? —Papá me observa.

—No, realmente no —miro mis manos— me duele mucho el estomago, ¿puedes llevarme a casa?

—Claro, corazón, vamos —mira a Steven— mantenme informado de lo que suceda con Chris, muchacho.

Steven asiente y nos retiramos, papá pregunta si me cayeron mal los alfajores de limón, le digo que puede ser y nos convertimos en silencio. Volvemos al auto y de ahí a casa.

Termino sola, llorando en mi habitación sin decirle nada a nadie.

Pasan las horas y nada mejora, me quiero tirar del puente más cercano. Los odio a todos ellos. Seguramente entre todos sabían lo que sucedía y no hicieron nada para cambiarlo.

Papá escucha y se acerca. Se acuesta a mi lado, sobre las sabanas, mirando al techo.

—¿Qué pasa, corazón? —Pregunta.

—Se me apago el sol, papá —atino a responder entre lagrima y lagrima.

—¿Tan podridos estaban esos alfajores? —bromea. Le es muy difícil lidiar con el dolor a papá. No respondo, por lo que entiende que no me da gracia—, ¿Qué paso cuando fuiste al baño?

—Vi algo indebido.

—¿Qué viste?

—A Valentina y a Mauricio besándose —papá suspira— son algo, no sé qué, ¡pero son algo! —Lanzo un grito que me desgarra la garganta.

—Tendrías que hablar con ellos, ¿no, corazón? —Papá se mantiene calmo, no entendiendo que Judas reencarno en Valentina García. Esa mugrienta pelirroja.

—No quiero, me lastimaron profundamente y no podrán cambiar eso. Son egoístas, oportunistas y maliciosos.

—Hija, pero debes entenderlos. ¿Y si sienten amor uno por el otro? ¿No deberías dejarlos ser felices?

—Me parece el amor más incorrecto del mundo —me limpio las lagrimas e intento hablar claramente— han sido muy crueles al "quererse" —hago comillas en el aire— y unos hijos de re mil puta.

Sigo negando y papá lo entiende, por lo que me abraza y calla.

—¿Sabes? —dejo de llorar y lo escucho— cuando conocí a tu mamá, su amiga Ana estaba perdidamente enamorada de mí. Tu mamá me hablo por ella. Y yo quede engatusado de Charlotte.

—Así que su amor también fue cruel, pobre la tía.

—No, tú tía entendió que yo amaba a tu mamá y me ayudo a conquistarla, ¿sabes? Tú mamá vivió los mejores años de su vida conmigo antes de que la venciera su corazón. Por esta vez podrías priorizar el amor que sienten ellos antes que a ti, sé que es difícil, pero podrías intentarlo. Ellos se aman...

—No lo sabemos.

—Yo creo que sí, los he visto mirarse. Se aman, Anita, debes dejarlos ser. El amor no debe condicionar, no debe atar. El amor de verdad es libre, quema todo a su paso y no deja alma sin encender, escondiéndose de ti no podrán sentir todo como corresponde, no seas egoísta hoy y déjalos vivir el romance como debe ser.

Eres el solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora