La Manada de las Sombras

¿Casa embrujada? Bueno...sí, pero no...

Raven sobrevolaba el bosque con calma, disfrutando del viento que le acariciaba el pelo y las alas completamente extendidas mientras planeaba, cuando necesitó ganar altura, aleteó un par de veces, su envergadura más que capaz de alzarla varios metros en solo un segundo.

Voló cerca de la tierra por unos momentos, mirando de cerca los arboles, plantas y madrigueras donde los animales miraban curiosos a la joven que patrullaba el bosque. Una pareja de ciervos la observaron antes de saltar y salir corriendo y una ardilla escaló hasta una rama, siguiéndola unos minutos hasta que se cansó.

Al final, la propia Raven se cansó de esquivar constantemente arboles y decidió que podía permitirse ganar suficiente altura como para volar por encima de las copas de los arboles. Se arriesgaba a que personas no deseadas pudieran verla, pero parecía que sus preocupaciones eran solo eso, preocupaciones, así que se alzó más arriba, siguiendo las corrientes del aire hasta poder acariciar las copas de los arboles con las puntas de los dedos.

Suspiró satisfecha.

En parte, esta patrulla por el bosque que escondía, en lo más profundo de su ser, al pueblo que conformaba a La Manada de las Sombras, era solo una excusa para poder pensar y estirar las alas en solitario.

Una parte de su atención no podía evitar esperar con ansias la Gala Wayne. No era alguien a quien le gustaran las cosas tan extravagantes como a la Bat familia, pero admitía su curiosidad. Se preguntaba si se parecería en algo a las fiestas de su propio pueblo, lo descartó al instante. Puede que La Manada de las Sombras pudiera parecer un reino antiguo, digno de una novela de fantasía, pero en realidad, los bailes no eran su punto fuerte. Solían preferir las fiestas donde todos se reunían en la plaza para cantar, bailar y pasarlo bien, cada uno a su manera, con niños corriendo entre la gente, los jóvenes coqueteando entre ellos y los adultos bebiendo y riendo mientras vigilan a sus niños, si es que los tenían, los ancianos contaban mitos y leyendas que ahora solo pasan de padres a hijos y las criaturas sobrenaturales, los animales, se paseaban por el lugar, disfrutando de la comida que les daban en los puestos. Cuando esto ocurría, Raven no podía evitar mirar con enorme cariño y adoración a su gente.

Podía imaginar que la Gala Wayne sería algo mucho más formal, con gente importante y lleno de reporteros y personas de la prensa esperando poder encontrar nuevos chismes de la familia Wayne que poner en portada. Y eso...eso la aterrorizaba.

La parte lógica de su cerebro quiso decirle que esto era porque no quería que la reconocieran como la Reina del místico pueblo donde vivían todos estos mestizos y criaturas y, por lo tanto, que ningún cazador se acercara de más. Su parte más honesta, en cambio, se burló y le dijo que si la reconocían, entonces sería por Raven, de los Titanes, no por la Reina de dicho reino, solo le daba miedo ponerse en ridículo delante de Damian y su familia, tan simple como eso.

La otra parte de su atención estaba en la satisfacción de comprobar por si misma que, efectivamente, ya no había rastro de los cazadores, ni de los Venefictores ni de cualquier otro grupo de cazadores, por el momento, estaban a salvo.

Finalmente aterrizó sobre una rama de un enorme árbol cerca de los limites del pueblo, se agachó para equilibrarse y plegó las alas, suspirando mientras observaba a su alrededor, pudiendo ver todo a distancia gracias a la altura del árbol.

Raven acarició con suavidad y cariño el árbol, preguntándose si el resto de los Titanes habían podido, siquiera imaginar, lo cerca de su pueblo que habían estado la noche en que acudieron al nexo cuando Zatanna impidió mantenerlo sellado.

Recordó con una mueca la punzada de pánico al ver a la bruja de La Liga allí, tan cerca de su gente. No la quería tan cerca, la quería lejos, tan lejos de los suyos como pudiera, no iba a dejar que volviera a hacerles daño.