6

18 4 4
                                    

—¿Te gusta la Romi? —chilló la Valeria toda roja—. Yo le había dicho a la Meli que te gustaba—le dirigió una mirada enojada a la Meli—. ¿Ves que yo soy su mejor amiga?

La Valeria me tomó la mano.

—Porque las mejores amigas sabemos esas cosas.

—Sí, pero yo soy su prima porque compartimos apellido.

Ya habían comenzado a pelear otra vez y la Meli otra vez estaba sacando esa teoría que tenía de que si teníamos apellidos iguales era porque éramos primas, pero la Valeria se siguió riendo de ella, porque la idea igual es súper rebuscada, ni yo me la creo.

A mí eso como que me dio susto, porque la Melisa se enojaba cuando la Valeria se decía mi mejor amiga, así que las abracé y les planté un beso a las dos.

—Sí, obvio, ambas son mis mejores amigas.

La Meli se volvió a sonreír y se apartó con una mirada que me dejó asustada, porque cuando se le iluminan los ojos a menudo significa que me va a meter en un lío, como cuando se le ocurrió que le gustaba un chico de séptimo del colegio de hombres y me hizo hablarle.

Pasé tanta vergüenza ese día...

—Ya, pero tengo una duda, ¿cómo sabes que te gusta la Romi? ¿Ya la besaste?

—No. —Le dije y me dieron ganas de esconderme.

Perdí el aliento, la idea de hacer algo así se me hacía una cosa loca, como muy valiente para mí.

—¿Entonces como sabes? Y quizás sólo quieres ser su amiga, a mí todas mis amigas me gustan un poco...—confesó la Meli, y eso me dejó más confundida.

A mí no todas mis amigas me gustan, sólo la Alicia siento que me ha gustado antes de la Romina, pero comparar la cosa es como muy raro. Porque la Alicia no se parecía en nada a la Romina y todo era más fácil con ella y todo era más difícil.

Igual me da lata extrañar tanto a la Alicia a veces. Me duele pensarla, siempre la extraño al tiro.

La Valeria se comenzó a reír.

—Sí, pero tú no quieres ser nuestra novia ¿o sí?

La Meli respingo la nariz y se cruzó de brazos.

—¿Y tú como sabes? Eso es personal y quizás yo quisiera miles de novios y novias—Se echó el cabello para atrás del hombro—. Mi mamá me dijo que una vez; una bruja le dijo que yo tendría muchos pretendientes de mayor, porque seré muy guapa.

La Valeria volvió a reírse.

—Tú no eres lesbiana.

—¿Y tú sí? ¿Cómo puedes saber eso?

—No sé, pero a ti te gusta ese niño rubio, el Tomás, así que no creo...

—Igual yo no sé si quiero ser novia de la Romi —dije bajito, pero un poco enojada, porque la Valeria y la Meli seguían peleando.

Ambas me caen bien, porque no son como la Nieves y la Franni, ellas no piensan que ser lesbiana es malo o que amar es malo, ellas sólo viven sus cosas y ya.

Aunque yo tenía seguro que la Valeria no tenía idea si le gustaban las niñas o los niños, porque ella estaba más loca por los coreanos y las coreografías, pero no dije nada.

—¿Pero alguna vez te gustó un niño o alguien?

—Andy —solté como si fuese costumbre y de pronto, también lo extrañé.

Si el Andy hubiese podido cambiarse de colegio conmigo, lo habría hecho, pero se quedó en mi colegio antiguo, así que no podía decirme nada.

De seguro, habría dicho algo inteligente, porque el Andy es así muy genial.

—¿Y era niño?

—Sí, íbamos en la orquesta juntos. Tocaba el piano.

—Ah...—La Meli intercambió una mirada con la Valeria— ¿Y lo besaste?

Pero yo nunca había besado a nadie.

—No —dije muy seria.

Aunque una vez habíamos tenido la oportunidad, el Andy y yo nos habíamos prometido ser amores platónicos, porque así seguíamos siendo amigos.

Me dieron ganas de llamarlo, no habíamos hablado desde que me cambié de colegio, hace como dos meses, pero de seguro, me extrañaba igual que yo a él.

—Pero fuimos platónicos —confesé y ni la Valeria ni la Melisa entendieron.

—¿Y eso que es?

—Es cuando le dices a alguien que le amas, pero no serán novios, porque podrían dejar de ser amigos, así me explicó la Manu y como el Andy quería ser mi novio, pero no queríamos dejar de ser amigos —me encogí de hombros tratando de lucir natural, como que sabía bien, aunque a veces esas ideas de la Manu me confunden—, decidimos ser platónicos, como Platón con Sócrates.

—¿Y quiénes son esos?

—Unos genios, tonta. —Se burló la Valeria.

—Ah...Entonces, ¿él es un genio?

Pensé en el Andy, de seguro, este año ya había ganado otra competencia de piano en mi ausencia.

—Sí, es un genio, es como Mozart.

—Qué genial ¿Y por qué no lo besas para probar?

—Porque son platónicos, obvio. —Se enojó la Valeria, como si ya no soportara que la Melisa no entendiera nada y yo asentí, porque prefería morir a romper mi promesa.

—Mmm, entonces deberías besar a mi primo.

—¿A tu primo?

—Sí, va en el colegio de al lado y la otra vez, me dijo que te encontraba bonita.

—¿Y ella por qué haría eso, Meli?

—Ah, pues porque y quizás no es lesbiana y le gustan los niños —La Valeria resopló—. Te serviría para descartar—Me argumentó y se me hizo lógico igual—. Porque quizás te gusta mi primo y al final, no eres lesbiana y sólo quieres que la Romi sea tu amiga.

La Valeria chilló otra vez y aplaudió.

—Y quizás te sirva para practicar.

—¿Para practicar?

—Tu primer beso.

—¿Pero si beso a un niño, ese no sería mi primer beso?

Mis amigas negaron con la cabeza como si supieran cosas que yo no.

—Obvio que no, el primer beso de amor es más importante que todos, porque no se olvida.

No me pareció tan lógico, pero igual me asustaba la idea de querer besar a la Romi y no saber cómo.

—Sí, igual estaría bien practicar.

—Ya, yo le voy a hablar a mi primo por la ventana, para que en la salida nos juntemos.

Porqué las ranas son como sonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora