Carta 2

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Ciudad Malvalona no le hacía justicia a aquello que prometía su slogan: "¡Una ciudad que rebosa diversión!".

"Sí, claro..." -pensaba Bruno- "tras un tiempo viviendo aquí, ya nada tenía de interés para mí".

Había ido a todos los lugares que se consideraban "de interés", fue varias veces invitado a salir en TV (debido a su título de campeón); e incluso ya le era aburrido ir a comer al Malvalona Gourmet pues hubo un tiempo, tras la partida de Blasco, que iba todos los días a comer a dicho establecimiento.
Incluso andar en bici en el parque de la azotea ya le resultaba como una actividad poco innovadora.

Se encontraba sentado en una banca, tomando el sol de media tarde. Con el pretexto de dejar que algunos de sus Pokémon tomaran aire seguía yendo prácticamente todos los días a la azotea. Su Swellow era quien mejor se lo pasaba sin duda, pues no paraba en ningún momento y volaba con toda libertad. Ver a su Pokémon tan contento lo hacía sonreír un poco, pero también le recordaba a los Wingull de la mensajería, aunque por supuesto, su Pokémon tenía más elegancia al volar.
Ya habían pasado casi dos semanas desde que le mandó aquella carta a Blasco y aún esperaba ansioso la respuesta de "su chico".

Ahora que lo recordaba, en Ciudad Malvalona fue la segunda vez que lo vio tras su primer encuentro.
Casi lo recordaba como si el tiempo no hubiera fluído sobre las emociones que sintió al verlo de nuevo.

*Durante su viaje antes de llegar a Malvalona, tuvo que acampar en el bosque donde se hizo con un Shroomish. Para esa altura de su aventura, era acompañado solamente de su Torchic y de su aún no evolucionado Taillow. Tras ver a Blasco hacerse de un Ralts, estuvo toda la tarde tratando de conseguir uno pero falló, por lo que al llegar al Bosque Petalia la noche lo tomó desprevenido y fue entonces que decidió pausar su viaje.
Tendido sobre su bolsa de dormir, miraba el cielo estrellado y pensaba en la bella aunque un poco pálida cara de Blasco. No pudo evitar sonreír cuando pensó en él. En su corta vida, nunca le había ocurrido algo parecido con nadie.
Aura, la hija del profesor Abedul, era bonita pero con ella no se sintió jamás y en ningún momento tan "extraño".

A la mañana siguiente de aquel día, reanudó su viaje, no sin antes añadir temporalmente a su viaje a un Silcoon con el que se topó tan pronto despertó, pues parece ser que un Wurmple había decidido evolucionar sobre él durante la noche.

Todavía faltaría un poco más de tiempo hasta volverse a encontrar con Blasco. No obstante, tras obtener sus primeras medallas, después de algunos días prosiguió con tranquilidad. Durante ese lapso de tiempo, pensaba esporádicamente en aquel jovencito un par de años menor que él.
Deseaba volver a verlo, pero había perdido toda esperanza pues supuso que Hoenn era demasiado grande como para que se pudieran reencontrar. Es más, olvidó por completo el nombre del lugar al que Blasco de iba a ir, por lo que tampoco podía esforzarse para encontrarse con él "de casualidad" una vez llegara ahí.

De nuevo la noche lo sorprendió, pero esta vez lo hizo ya estando de Ciudad Malvalona.
Nadie pudo preveer la sorpresa tan grande que Bruno se llevaría tan pronto cruzó por la puerta.
Era Blasco, quien se notaba muy sorprendido y emocionado de estar en la Gran Ciudad de Hoenn.
Conversaba con un señor que Bruno no conocía, pero parecía que tenía alguna clase de familiaridad con Blasco, pues conversaban con normalidad. El chico de cabello verde no se percató de la presencia de Bruno, pero este último estaba más paralizado que haber tocado a un Pokémon con Electricidad Estática.
Deseaba hablarle, pero al mismo tiempo sus piernas no le respondían. Tampoco le salía la voz. Estaba a unos metros del chico con el que deseaba cruzarse de nuevo pero no podía moverse.
A la luz artificial del pasillo, se veía muy lindo, con su piel pálida pero aparentemente tersa y suave. Parecía estar un poco bajo de peso, pero extrañamente también se veía más sano y contento que en su primer encuentro.

Mi querido BlascoWhere stories live. Discover now