Veinte: Final

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          Según google, el duelo es adaptarse emocionalmente a una pérdida. Siempre había creído que solo tenía que ver con la muerte, pero al parecer podía ser cualquier clase de pérdida. A pesar de haber perdido a mi madre cuando era una bebé, jamás había vivido la muerte de nadie cercano a mí. Que alguien muera es algo muy extraño, ya que jamás te preparas para eso aunque sepas que va a pasar.

          Aparecí en él horrible clóset del penthouse en Nueva York. Un lugar que había odiado tanto, se sintió como lo más parecido a mi hogar. Me quedé un momento inmóvil, mirando la puerta cerrada. Estaba a obscuras, pero la luz del Teseracto resplandecía. Mi respiración era fuerte, porque había atravesado todo Asgard corriendo. Mis pies estaban llenos de raspones, moretones y ampollas, pero no me quería sentar. No quería detenerme a pensar en que acababa de perder a Loki para siempre, porque parte de mí supo que jamás pararía de llorar.

         Escuché pasos por el pasillo, se abrió la puerta del clóset y vi a Tony junto a Pepper mirándome asombrados. Sus bocas se movían, pero no escuchaba bien lo que decían, como si me hubiera quedado sorda. Tony apartó un poco a Pepper y me abrazó fuertemente. Jamás me había abrazado de esa manera y algo se movió dentro de mí, pero no le regresé el abrazo temiendo comenzar a llorar. Tomaron el Teseracto, pero tardaron un poco, ya que parecía que mis manos estaban pegadas a él.

         Después de los abrazos, no recuerdo mucho. Me acostaron en el sillón mientras llegaba la ambulancia. Me subieron en una camilla y estuve unos días sedada. Recuerdo que dijeron que tenía un tobillo roto y el hombro dislocado, pero ni siquiera me había dado cuenta. Me operaron el tobillo y me acomodaron el hombro. Trataron los moretones de todo mi cuerpo y una psiquiatra intentó hablar conmigo, pero yo solo la miraba. Todo empeoró cuando le dijeron a Tony que iban a internarme por estrés postraumático, pero él no dejó que sucediera y me llevaron al penthouse de nuevo.

         Lo único que pasaba por mi cabeza era que ahora todo el mundo sabía que existía y nadie dejaba de hablar de mí. En el camino al penthouse, miles de reporteros intentaron acorralarnos afuera del hospital, pero claro que no dije nada. Tony reaccionó bien y también los evitó, intentando priorizar mi seguridad. Sabía que jamás dejarían de hablar sobre mí, ya que era la hija de Stark traumada y que había estado escondida toda su vida. Era el mayor secreto de Iron Man y a partir de ese momento, jamás dejaría de estar en los ojos y bocas de todos.

          No fue hasta ese momento, que me di cuenta de que Tony me había evitado muchos problemas ocultando mi existencia y lo comencé a agradecer. Más que nada lo extrañaba, ya que jamás volvería a tener una vida normal. Tony, Pepper, Happy y yo pasamos un par de semanas encerrados en el penthouse, esperando a que los reporteros se fueran. Era impresionante verlos, ya que comenzaban a acampar afuera del edificio y a mandar helicópteros a espiarnos por las ventanas. Tony había comenzado a cubrir los ventanales con cortinas, y mientras lo hacía yo tenía prohibido salir de mi habitación. Lo mejor de todo aquello, era ver las noticias. Podía pasar horas viendo reportajes sobre mí.

           Los encabezados tenían nombres como: El secreto mejor guardado de el multimillonario Tony Stark, La hija de Tony Stark, ¿secreto o mentira?, La futura Vengadora, El futuro de Industrias Stark no es Pepper Potts, Tony Stark oculta tener una hija que intentan internar a hospital psiquiátrico y por último todas las noticias con mi nombre mal escrito como título como La chica de la que todos están hablando: Violeta Stark. Muchos tenían la teoría de que era hija de Pepper, otros decían que era hija de una prostituta, pero la mejor teoría decía que era hija de Black Widow. Habían días en los que quería sacar la cabeza por la ventana y gritar: Soy hija de una alienígena protectora de una gema extraña.

           También muchos tenían teorías sobre dónde había estado. Muchos decían que estaba encerrada en la mansión y que jamás había salido de ahí como si fuera una especie de Rapunzel o Elsa. De nuevo, mi teoría favorita era que yo era un robot creado por Tony. Claro que esas teorías duraron poco cuando mis compañeros de Malibú comenzaron a decir que me conocían. Obviamente decían que todos eran mis amigos, que era una chica muy rara, pero que eran mis amigos. Había un par de chicos que incluso aseguraban haber salido conmigo, pero nadie hablaba de eso. Parte de sus declaraciones dejaron de lado el hecho de que todos pensaban que estaba loca.

           La noticia sobre mi existencia la dió Tony, en su intento por encontrarme. Todos estaban muy al tanto sobre mi secuestro, pero nadie sabía quién había sido ni cómo me habían encontrado. Los doctores del hospital daban declaraciones sobre los moretones en mi cuerpo, que para ellos significaban un maltrato muy fuerte por parte de mis secuestradores. Claro que no era cierto, pero jamás podría explicarles que Voldemort y su ejército de perros alienígenas había intentado devorarme.

          Intentaba no pensar en Loki, ya que cuando lo hacía sentía un dolor en todo el cuerpo. Era como si millones de agujas atravesaran mis extremidades y me golpearan fuertemente en el estómago, dejándome sin aliento. Lo máximo que llegaba a pensar en lo mucho qué odiaba que Tony lo maldeciera, pero tampoco me tomaba la molestia en contradecirlo. Me daba cuenta de que ellos jamás dejarían de ver a Loki cómo el villano de esta historia, ellos nunca verían que a pesar de todo, Loki me había salvado de maneras que ellos nunca entenderían.

           Odiaba todo. Odiaba no poder estar sola mucho tiempo, haber regresado a Nueva York, no poder ver a mi tía, tener que usar un yeso en el tobillo y en el brazo, que me preguntaran todo el día qué había sucedido, pero principalmente no poder enterrar a Loki. Solo pensaba en el funeral que me hubiese gustado hacerle, pero jamás podría hacerlo y ni siquiera tenía un cuerpo que enterrar. Yo ya era el fantasma de la casa. Mi padre había ocultado el Teseracto y a pesar de que quisiera volver a Asgard, jamás iba a decirme dónde estaba. Me la pasaba recreando los mapas estelares que dibujaba en Asgard, escribía la letra de las canciones que me cantaba Loki, dibujaba los corredores y habitaciones del palacio y pintaba los hermosos atardeceres que veíamos juntos.

             Intentaba no dibujar a Loki ni escribir su nombre, ya que sabía que Tony entraba a hurtadillas por las noches a robarlos para poder estudiarlos. Pude haber supuesto que era porque quería estudiar astrofísica, pero era porque quería averiguar qué me había sucedido. A veces lo escuchaba por las noches discutiendo con Pepper y a veces gritándole a mi tía por el teléfono.

—¡Tienes que dejar de preguntarle qué pasó!, ¡Ella no está bien Tony!— le gritó Pepper una noche y me levanté de la cama para escuchar mejor desde la puerta.

—¡No sé como ayudarla!, ¿de acuerdo? Hago lo mejor que puedo Pepper, pero mi hija estuvo dos meses secuestrada en otro planeta y ya no está— se detuvo cuando su voz comenzó a quebrarse —Sé que es ella, pero no está ahí. Es mi hija, es mi hija y no puedo hacer nada para ayudarla— comenzó a llorar.

           Llevaba semanas sin hablar, sin darles ninguna información sobre mi estado físico y emocional. Tenía que dejar todo atrás, debía de avanzar y más que otra cosa, tenía que aceptar lo que había pasado. Más que nada, tenía que decirlo.

—Esta muerto Violet, Loki está muerto— tomé aire fuertemente y después de varios segundos, decidí abrir la puerta y me acerqué a la sala.

          Tony se encontraba sentado en esta, con la cara entre las manos y la mano de Pepper, que le acariciaba la espalda intentando consolarlo. Cuando ella me vió, vi que había lágrimas en sus mejillas. Se las quitó rápidamente, haciendo que Tony volteara a verme mientras me acercaba a ellos. Me senté a su lado y le tomé la mano. Su rostro estaba lleno de lágrimas y se le veía un poco asustado. Seguro sabía que lo había escuchado, así que le apreté la mano y le sonreí. Tomé todo el valor dentro de mí y pronuncié las primeras palabras en semanas.

—Te lo contaré todo papá— me sonrió y comenzó a llorar más fuerte. Se lanzó a mis brazos y me abrazó. Le regresé el abrazo y al fin, comencé a llorar.

The Tenderness Behind the FlowerWo Geschichten leben. Entdecke jetzt