8. Sofía

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Canción: I'm Still Standing - Elton John

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Canción: I'm Still Standing - Elton John


Mi oportunidad de almorzar había pasado, pero no tenía ni un poco de hambre. Así que esperé que los chicos terminaran de comer, observándolos desde el mostrador. Era increíble lo cómodo que lucía Louis y, aunque no conocía a esa niña, me sentí agradecida con ella por brindar algo de normalidad a mi hermano.

—Un día de estos vas a rompe' algo —murmuró Carla y golpeó con su rodilla el hueco poplíteo en mi pierna, obligándome a usar las manos para no caer sobre la vitrina de pasteles.

—¡Burra! La única que hará que rompa algo eres tú con tus marica's —repliqué haciendo reír a Nati, que no tenía que ver lo que ocurría para entenderlo.

Y es que, aunque mi especialidad no era el ballet, ya era una costumbre que, toda vez pudiera hacerlo, me colocara sobre las puntas de mis pies para estirarme un poco. Los ejercicios de relevé eran complicados y mis tiempos de trabajo impedían que practicara tanto como me gustaría. Así que aprovechaba cualquier momento que tuviera disponible para, al menos, mantener los músculos entrenados.

No eran las zapatillas adecuadas y tampoco el mejor lugar para hacerlo, pero no mataba a nadie más que a mí sumando un ejercicio extra a mis actividades cotidianas.

Unos minutos después, me despedí de los muchachos, retiré el delantal y la malla del cabello, y recogí mis cosas. Más valía que entregara a Luciana antes de que su abuela asustada pusiera denuncia en la inspección de policía. Así, tomé una mano de la niña, quien estiró la otra para que Louis la agarrara.

Fue una pintura graciosa, pero mi hermano no tuvo la voluntad para rechazarla y yo me tragué las ganas de reír al observarlo actuar de manera tan cariñosa. Sobre todo, porque no había olvidado cargar su mochila y la de Luciana consigo.

—Louis me dijo que tu abuela es la señora Marisol, ¿es cierto? —pregunté, empujando la puerta para nosotros.

—Sip —contestó, asintiendo con fuerza.

—¿Y vives con ella?

—Sip. Y mi mamá, pero está trabajando.

—Entiendo, vamos con tu abuela entonces —dije y sonreí cuando meció nuestras manos en vaivén.

Caminamos de esa manera alrededor de media hora, atravesando la plaza central y dejando atrás unas veinte cuadras hasta llegar a uno de los barrios más tranquilos del pueblo, considerando que la mayoría de los que vivían allí eran ancianos. Todas las casas eran de un piso con techo a dos aguas y un jardín delantero que solía estar bien cuidado y albergar mascotas. La casa de Luciana no era la excepción, estaba pintada de blanco y había un labrador gigante y cansado custodiando la entrada.

Supuse que el animal reaccionaría a nuestra llegada, sin embargo, no fue así. Ni siquiera hizo más que ladrar bajo cuando Luciana corrió a acariciarlo, dejándonos a Louis y a mí en su jardín.

Lejos del cielo [EN CURSO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora