𝐧𝐞𝐯𝐞𝐫𝐥𝐚𝐧𝐝.

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Era una noche serena y sosegada, las estrellas brillaban con calidez en el cielo. En la distancia se podía escuchar el silbido de alguna que otra locomotora realizando su parada en la estación de la ciudad cada treinta minutos.

El consistente olor de tabaco se mezclaba con el amargo olor del alcohol. Esos dos aromas residan de manera persistente en uno de los restaurantes más furtivo de la ciudad. Uno que se encontraba más bien cerca del exterior de la ciudad.

Los clientes de este restaurante y de cualquier otro ya tenían sus fosas nasales más que acostumbradas a semejante olor. La producción y el consumo del tabaco se había disparado a niveles inimaginables. Los cigarrillos dejaron marca en el momento que pisaron el mercado por primera vez. Tan grande era su consumo, que era extraño no visualizar un cigarrillo en los labios de cualquiera. Incluso niños en pleno crecimiento les daba uso, sintiéndose mayores, importantes, ellos tampoco querían quedarse atrás.

Varios hombres que ya pasaban a su tercera etapa de la vida tomaban sitio en la mesa más grande del restaurante. Sosteniendo un vaso lleno de whisky con una mano y apostando fichas de póker con la otra. Algunos refunfuñaban y otros festejaban al ganar sumas de dinero en el adictivo juego de mesa. Además del tabaco, el póker era el siguiente en la lista, en cuanto se trataba de mover dinero. Así es como funcionaban las cosas, tabaco, póker y alcohol. De alguna forma tenían que recrease y distraerse de los problemas, dejando de lado la sociedad y la rapidez con la que esta evolucionaba.

Una pareja de enamorados que parecían querer desafiar la ley del espacio, residían en una mesa arrinconada y decorada con velas y flores. Sus manos no se separaban por un segundo, sus cuerpos residan prácticamente pegados. De vez en cuando, la joven soltaba una risita tímida, reaccionando probablemente a una broma subida de tono por parte de su pareja.

El ambiente era dulce y cálido. El ruido de las fichas de póker cayendo sobre la mesa al ser apostadas, las palabras de amor saliendo de las melodiosas bocas del par de enamorados, engatusando los oídos con dulzuras. También se podría escuchar los golpes de dos vasos repiqueteando en la barra. Varios taburetes posicionados a lo largo de esta, solo dos siendo ocupados. El barista atendida a dos caballeros que tenían intención de beber hasta no poder pensar. Chupito tras chupito, trago tras trago. Ambos elevaban sus cabezas al mismo tiempo, dejando que el alcohol de los pequeños vasos resbalase por sus gargantas, dejando un rastro de fuego tras él.

Y por último, una dama solitaria. Una mujer de pelo negro como la misma noche se alojaba en una mesa para dos. Siendo ella su única compañía. El asiento vacío de enfrente no la molestaba. A ella no. Otras, en su lugar, se sentirían tristes al no tener la compañía de un apuesto caballero. Sin embargo, la dama sabía disfrutar de la soledad y lo hizo mientras cenó el plato principal del menú.

Sus labios, rojos como una rosa virgen, relucían húmedos al terminar de beber de su copa de vino. En su paladar aún residía el agradable sabor del plato que había consumido. La madera crujía bajo sus tacones al cruzar una pierna sobre la otra. Su figura, llena de elegancia y soltura, podría robar corazones de cualquier hombre con capacidad de ver. Algo en ella desprendía un aura de misterio y sensualidad. Podía ser perfectamente la imagen viva de un pecado capital; La lujuria. Prohibida y tentadora.

Como casi cualquier otro restaurante de la ciudad, el edifico contaba con un pequeño escenario con la intención de acoger artistas. Muchos representaban piezas compuestas en piano, pero esa noche, el hombre que subiría allí arriba, llenaría el ambiente con sus dotes vocales.

La dama estaba por pedir la cuenta y prepararse para abandonar el edificio, cuando una voz melancólica y aterciopelada inundó sus oídos. Juró sentir como su corazón daba un salto por debajo de su corset de tonalidad verde oliva. ¿Qué demonios me está pasando? Se preguntó la pelinegra, posando una mano con delicadeza sobre su escote, cerca de su pecho. La palma de su mano se encontró con un ritmo irregular y alocado. Su corazón solo se agitaba de tal forma cuando un hombre apuesto le deshacía hilo por hilo el corset y se la llevaba a la cama.

❛ 𝐁𝐀𝐌𝐁𝐈| baekhyun.Where stories live. Discover now