—Ah. —Repite Alejandro. Luce claramente irritado por ese monosílabo—. Si, ya sabes, las cosas que hago son estúpidas.

     —Así que esperas.

     —Duh.

     —Pero es temprano.

     —¿Por qué? Van a dar las ocho.

     —La señora Conce sale de su casa hasta las nueve.

     —¿Quien es Conce?

     —La vecina. —Lukas disfruta el momento, pues el mayor mantiene una calma impropia de él—. Ya sabes, a quien esperas.

     Alejandro lo mira por el rabillo del ojo, pero no responde nada y solo asiente, tal vez aceptando el comentario extremista de Lukas o sin saber qué más hacer.

     El pelinegro se mantiene quieto, sin despegar los ojos del perfil perfeccionado del castaño; Alex tiene una nariz perfilada, de raíz recta que termina en una punta, es una perfecta nariz respingada. En algun punto de su largo, parece parece que su dorsal se alza sutilmente. Posee labios delgados, bonitos y de un color que, exactamente, no sabe cuál es, pero cercano a un rosado con café, muy bajito y casi invisible; orejas grandes, pero no lo suficiente como para distinguirlo a simple vista. Su cabello es corto, al menos de los lados y atrás, aunque por delante cae un poco de sus hebras largas y lo hace ver juvenil.

     Lukas lleva un tiempo analizándolo, lo ha visto cambiar de estilos de corte, llevar cadenas ligeras en su cuello, regresar a sus preciadas playeras sencillas, y también la primera y última vez que se perforó las orejas, Lukas lo notó. A simple vista, cuando, por accidente, subía a conversar con Tobías y a la lejanía de las escaleras podía verlo ahí, sacando algo de su hogar o recargándose en el barandal. Pero nunca más que eso, nunca más que una simple ojeada, una simple observación sin que nadie se entere; lejano, de él, temiendo a una respuesta negativa, como las que suele dar.

     Sin embargo, Alejandro en ese momento solo está sentado, balanceando su cuerpo hacia delante.

     —No te vi ayer por aquí. —Alex decide romper el silencio.

     «Eso es nuevo», piensa Lukas. Despistado ante la frase del otro, el menor le mira extrañado, a lo que no hay una respuesta ni ojos como conductores de alguna posible explicación. Alejandro espera, pacientemente, que Lukas diga una sola palabra; y esta espera se prolonga por unos cuantos segundos. Lukas es incapaz, mental y sentimentalmente, de entender lo que sucede. Bueno, no es que exactamente no lo entienda, más bien la duda es, ¿por qué?

     ¿Por qué Alejandro no actúa como de costumbre?

     —Salí.

     —¿Sí? Genial.

     —Sí, genial.

     —Ajá... —Suspira. El mayor, incluso cuando ha sido el que planeó todo ese movimiento extraño, no sabe qué más decir o hacer para mantener el ambiente vivo y volverlo menos incómodo. Alejandro ve de reojo a Lukas, quien, sin pena, también lo observa, pero fijamente—. Oye...

     —¿Qué?

     —Mmm, ¿crees que Conce tarde mucho?

     ¿Qué en la tierra hace a Alejandro Daza comportarse de una forma tan... amena? «¿Bromas? ¿Está bromeando?», puesto que Lukas se realiza ese tipo de preguntas mentalmente, su boca permanece sellada y sus ojos no se despegan, ni siquiera por un segundo, del olivo a su lado; Lukas no quiere perder absolutamente ninguna señal que le permita inquirir en el plan malvado que, muy probablemente, Alejandro tenga en mente al actuar de una forma ligeramente amigable. «Debería aprovechar el momento».

Cripta de amor Where stories live. Discover now