Por primera vez en todo el día, me alegré de escuchar la voz de Lydia.

—Eh, sí, solo nos hemos chocado —explicó la chica en un tono completamente neutro. Lydia le dedicó una de esas sonrisas amables que yo no era capaz de ofrecerle a los clientes. Ni a nadie, en realidad.

—Tranquila, ahora lo recojo yo. —Me miró brevemente antes de añadir—: No toquéis nada.

En ese momento creí que ofrecerse a limpiar el desastre ella misma había sido su forma de pedirme disculpas por haberse metido donde no le llamaban al discutir conmigo sobre Audrey. Qué equivocado estaba. Todo habría sido muy diferente si yo me hubiese encargado de barrer y limpiar el suelo.

Me largué de allí para volver a mi puesto de trabajo, tomando pedidos y llevándolos a sus respectivas mesas. No me di cuenta de que Lydia tramaba algo hasta que ella misma me lo confesó durante la hora del descanso.

—Va a venir el lunes por la mañana para trabajar con nosotros —comentó con una sonrisa triunfante. Me quedé mirándole con cara de pocos amigos—. ¿Qué te pasa? No finjas que no te encanta la idea. Es una chica adorable y encima te va a ayudar con los clientes.

—Lydia, ¿te has levantado con ganas de morir? —la amenacé sutilmente, y ella se encogió de hombros sin abandonar su resplandeciente sonrisa.

—Deja ya esa actitud de amargado. Es mi cafetería y puedo contratar a quien quiera —argumentó—. Además, te va a caer bien, estoy segura.

—No la conoces de nada.

—Ya, pero he hablado con ella un ratito. Todas sus frases han sido cortas y parecía que se moría de ganas por terminar la conversación cuanto antes. Es la compañera de trabajo de tus sueños —se burló.

—Muy graciosa. —Puse los ojos en blanco—. Pues si es tan maleducada, ¿para qué demonios le has dicho que venga a trabajar?

—No es maleducada, idiota. Hasta se ha ofrecido a pagar la taza que se ha roto por vuestra culpa —dijo, encargándose de acentuar bien la palabra para que me diera por aludido.

—Pues que la pague y ya.

Lydia negó con la cabeza, desesperada tras su intento de hacerme entrar en razón.

—Eres impresentable, de verdad.

—Es que no entiendo por qué has contratado una completa desconocida así por la cara.

—Porque acaba de empezar el verano y vamos a estar hasta arriba de trabajo, Axel —puntualizó, ahora más seria que antes—. Si le gusta el trabajo, le ofreceré trabajar aquí hasta que se acaben las vacaciones. Te lo digo para que lo sepas, no te estoy pidiendo tu opinión sobre mis decisiones.

Apreté los dientes, frustrado por no poder contestarle. Aunque yo hubiese formado parte del proyecto desde el principio, la cafetería seguía siendo suya, y yo sabía lo mucho que se esforzaba por llevar bien el negocio. Lydia no tomaba ninguna decisión a lo loco. Si pensaba ofrecerle trabajo a esa chica, seguro que era porque le había visto potencial.

Así que, al final, tuve que callarme y aceptarlo.

10 de junio de 2019

Ese día, las cosas podían salir o muy bien o muy mal dependiendo, entre otras cosas, de mi estado de ánimo. Había tenido un fin de semana tranquilo, en el que además de trabajar, había estado jugando a videojuegos con Liam y ayudando a Alexia a montar su nuevo mueble para la cocina —Lydia compraba tantos cacharros inútiles que ya no sabíamos ni dónde meterlos—. En teoría, debería haberme sentido relajado, pero en lugar de eso me levanté extrañamente nervioso. Y mis nervios no eran de estos que hacen que te suden las manos y te lata el corazón con más fuerza, no; cuando yo me ponía nervioso me volvía aún más hermético y distante.

Zoe & Axel ✔️Where stories live. Discover now