Mi hermano ya no me esperaba cuando salí. Nada raro, por supuesto.

Pasé por la casa de Mariana y dejé comida en el plato de Milagros. Esa perra era un barril sin fondo y la única razón de que aún pudiera caminar era por su férrea voluntad. Alguna vez conversé con su dueña sobre si debíamos mejorarle la dieta, ya que, por mi elección, yo era una de sus proveedoras de comida, pero la respuesta de Mariana había sido que el méndigo animal moriría antes de hacer dieta y que ya estaba muy vieja para cambiarle la costumbre.

Sonreí al ver a Milagros que corría hacía mí y le lancé un beso antes de irme. Al menos alguien disfrutaría de mi comida.

Caminé hasta el colegio de mi hermano. Necesitaba aire para recuperarme de su declaración y no estaba de ánimos para tomar una moto o esperar el jeep de Don Mario, que era el único que no se usaba para viajes intermunicipales. De ese modo, todo el camino me imaginé formas de sentarme y conversar con Louis. Tenía que explicarle que nunca intentaría ser mamá, pero que mis preocupaciones eran legítimas, pues solo éramos él y yo contra el mundo. No quería que mi hermano creciera amargado; quería hallar la forma de hablarle sin que se sintiera presionado o que usara mi preocupación como arma para herirme.

Llevábamos nueve años solos; casi toda la vida de él habíamos sido los dos y, aunque intentaba ser una hermana genial, únicamente conseguía que se molestara cada vez que intentaba acercarme y ofrecerle mi ayuda. Me sentí un fracaso. No sabía cómo ser adulta, no sabía cómo ser hermana y desde que él había cumplido once años no sabía cómo sentarme a hablarle sin que termináramos peleando. Mamá habría llegado a él, tal como lo hacía conmigo en el pasado, pero ella no estaba y yo necesitaba encontrar a mi dulce hermano bajo esa coraza de odio antes de que terminaran por expulsarlo del colegio o le rompieran un brazo por dárselas de justiciero.

Porque sí, no tenía duda que Louis había golpeado a su compañero porque lo merecía. Le creía eso. Yo no había visto crecer a un matón, yo había visto crecer a un niño enamorado de las historietas y las películas de héroes. Mi pequeño no era un bully de los que se divertían a costa del dolor de otro, era el que se levantaba para defender. El problema radicaba en que el colegio no era una historia de Stan Lee ni Louis era Peter Parker y tendría que hacerle entender ello antes de que terminara mal para ambos.

Llegué a el colegio agitada y cuando el reloj marcaba las 8:10 am. Estaría un poco tarde en el aula, pero por fortuna era un sábado y pocas personas me verían toda ensopa' y no tan glamorosa como había planeado estar. Supongo que las cavilaciones profundas tenían un costo. Subí las escaleras hasta la puerta principal y sonreí a Manuel, el viejo vigilante junto a las puertas abiertas. Era el mismo que cuidaba desde que yo estaba en bachillerato. El hombre sacudió su mano para mí, puede que sin reconocerme, y me fue inevitable sentir una pesada carga interior cuando me encontré con las mismas paredes que por años me dieron la bienvenida.

Lo malo de ser citada una vez cada mes es que no podía permitirme olvidar la sensación de añoranza y aprensión que me generaban las paredes del colegio. La mayoría de mis recuerdos, buenos y malos, estaban en ese lugar e incluso cuando una cálida emoción me embargó, al deslizar mis manos por el muro de logros en la pared a mi derecha, a unos pasos de la entrada principal, no pude evitar tragar una sensación amarga.

Por costumbre, me busqué a mí misma en el cuadro de méritos de los clubes escolares. En mis tiempos, el equipo de baile del colegio era tan importante como el de fútbol y yo fui parte de varios de los triunfos que obtuvieron.

Hasta 2008, mi último año en el colegio, había fotografías, pues justo entonces la dirección decidió recortar los fondos de los clubes extracurriculares. Que el de baile era uno de los más costosos era indiscutible, considerando los trajes que usábamos en las competencias, pero no menos doloroso, ya que el recorte se limitó a los clubes de artes y no se extendió a los deportivos, aunque ninguno de ellos tuvo ni tendría los logros que nuestro grupo consiguió.

Lejos del cielo [EN CURSO]Where stories live. Discover now