Tres🍼

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Si había algo que Kenma Kozume odiaba más que nada eran los niños.

Kenma durante la mayor parte de su vida a detestado a cualquier criatura que tuviese menos de 10 años. Esa es una de las mayores razones por las cuales el chico solía llevarse mejor con personas mayores que él.

Kenma se sentía aliviado de ser gay, ya que según él, el hecho de ser gay significaba que nunca jamás tendría hijos.

Definitivamente, Kenma Kozume odiaba la idea de tener mocosos corriendo y haciendo desastres por doquier.

Sin embargo, si había algo que Kenma amara más que a nada en el mundo era ver la radiante sonrisa de Tetsuro Kuroo.

El amorío entre ambos chicos fue algo bastante simple. Era claro que a uno le costaba más que al otro expresar sus sentimientos abiertamente pero los tenía más que claros.

Kuroo y Kenma fueron amigos desde una muy temprana edad y cuando ambos llegaron a la madurez suficiente, ambos se dieron cuenta de lo profundamente enamorados que estaban el uno del otro.

A pesar de que ambos tenían muy en claro sus sentimientos, era complicado expresarlos. En especial para Kenma.

El chico siempre había sido bastante callado, muchos dirían que no tenía emociones. Kuroo llevaba más de 10 años conociendo a Kenma y solo lo había visto llorar dos veces en su vida.

A inicios del tercer año del mayor y el segundo del menor en la secundaria, ambos decidieron no retener más sus emociones.

Nadie lo creería, pero quien hizo el primer movimiento fue Kenma.

Según Kuroo, el estará en deuda eternamente con Kenma por aquella noche tan especial en donde el menor se confesó. Kuroo jura que no hay nada en nuestro planeta que se compare a aquella noche.

Era viernes por la tarde, ambos chicos iban en el metro de regreso a sus hogares después del entrenamiento. Kenma le había ofrecido al mayor que fueran a su casa a pasar el rato.

Los chicos llegaron a la casa del menor, sin embargo ninguno entro a aquel lugar.

"¿No vamos a entrar?" preguntó el mayor.

"De hecho hay otro lugar al que quiero que vayamos" le contesto el pequeño.

Rápidamente, Kenma tomó la mano de Kuroo y comenzó a caminar junto a el por la calle. El vecindario de Kenma era uno de los lugares más calmados y pacíficos que podrían haber.

La zona no era una zona muy habitada, por lo tanto no solían pasar muchas personas ni automóviles. Esto hacía que los chicos pudiesen caminar tranquilamente por plena calle.

Después de caminar por un rato (sin soltar sus manos obviamente) los chicos llegaron a su destino. Kuroo no entendía muy bien lo que pasaba.

Pero entre más Kenma tiraba del mayor, más se revelaba un hermoso campo con flores violetas y blancas. Se sentía como si todas los astros se hubiesen alineado para concederles la tarde perfecta.

Había una brisa suave, el césped estaba perfectamente cortado, no había lluvia y tan solo habían pocas nubes en el cielo acompañando a un bello atardecer.

Kenma sacó una manta de su mochila y la colocó sobre el pasto para que ambos pudiesen sentarse.

Kuroo y Kenma estaban sentados viendo aquel bello atardecer. Lo más curioso fue que durante todo este tiempo, ninguno había dicho ni una sola palabra.

Era como si no las necesitaran.

"Prepare algo para ti" dijo Kenma mientras buscaba algo en su mochila.

Papás aprueba de balones [haikyuu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora