La barcaza se tambalea

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Daniel Castelo se levantó cansadamente de su sillón ejecutivo. La que parecería una noche tranquila se convirtió en un remolino imprevisto. Y a él no le gustaban las cosas imprevistas.

Era un hombre calculador de ya 32 años, joven para ser un reconocido abogado pero con un instinto letal. Nada le pasaba por alto, por eso se había inclinado por la carrera de Leyes, a él no le gustaba dejar cabos sueltos.

Tomó del respaldo del sillón su costoso y ya un tanto arrugado saco. Se lo pasó y tomó las llaves de un vehículo.

Su teléfono celular sonó, era una mensaje de la Señorita Escalante. Le informaba el lugar a donde se habían llevado al acusado: Salvio A. De la Mora Ruiz. ¿Salvio? Ese nombre era raro aunque no le sonaba conocido.

Con pasó fatigado, tomo una taza de café del escritorio y de un jalón acabó con el liquido que contenía. Ese café ya llevaba mas de 2 horas frío, pero el ya se había acostumbrado al café en ese estado, agarro un portafolio y se dirigió ya más activo a su recamara. Una hermosa chica de pelo rojizo lo esperaba vistiendo de manera sugerente, pero con la aburrición plasmada en la cara.

-Me tengo que ir, ha surgido un imprevisto -dijo esto marcando una mueca en su cara.

-Sabes, creo que yo también me voy -Daniel se quedó impresionado por la calma con la que encontró a su acompañante, aunque no por mucho - Es mas no se ni para que demonios me pediste venir, ¡Toda la maldita noche has estado en tu estúpida oficina y ahora me dices que te largas! Nooo, fíjate que no la que se larga es otra pero para siempre- y mientras decía esto la pelirroja fúrica tomaba sus zapatos y su ropa y salía hecha una fiera de la recamara del abogado.

Daniel mientras avanzaba a tras de ella iba apagando las luces a su paso y revisando que todo quedara en su correcto lugar

-Pero eso si ni me busques desgraciado y vete consiguiendo otra novia que soporte tu estúpida carrera- y la pelirroja dándole un empujo de hombros tomo el elevador que la condujera a la salida del edificio.

Daniel respiro profundamente y termino de echarle llave a su departamento. Sin darle mayor importancia a lo acontecido se encamino hacia el estacionamiento, para tomar rumbo hacia el Centro Penitenciario en su BMW negro.

Al llegar al lugar pudo apreciar mucho movimiento. No era normal, ya casi iban a dar las 3 de la mañana y eso parecía más sala de espera de Institución Médica, que otra cosa.

Se dirigió al mostrador principal, una figura impresionante le llamó la atención. Era un hombre de casi 2 metros, con pelo negro y tatuajes a lo largo de los brazos. Vestía enteramente en piel negra y portaba sendos anillos en casi todos los dedos. A leguas se podría uno imaginar que era el cabecilla de alguna pandilla y ya se encontraba en el lugar abogando por otro delincuentucho. Daniel se acercó con pasó decido al secretario en turno y quedó a un lado del evidente maleante.

-Buenas noches camarada- dijo Daniel al servidor público, extendiéndole su identificación que lo acreditaba- Licenciado Daniel Castelo, vengo como abogado defensor del señor Salvio De la Mora Ruiz.

-Licenciado, buenas, ya se le iba a manejar un abogado de oficio al demandado, pero aquí el señor nos avisó que ya venia alguien a hacerse cargo de esto -Dijo el secretario señalando a un estático Novak.

Daniel volteó a ver a Novak y este con un gestó de cabeza y ofreciéndole su mano se presentó -Novak O'Farrell.

-Señor ¿O'Farrell? Si claro el parecido es innegable- dijo Daniel provocándole una cara de disgustó a Novak.

Eludiendo la TormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora