Los colores dormidos (Capítulo IV)

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Evelyne se llevó una mano a la boca, ahogando un grito ante la espantosa visión. Sus ojos se inundaron de lágrimas al reconocer el rostro de aquel pequeño mendigo al que ayudó trece años atrás. Aquella escena vino a su memoria como si del día anterior se tratase. Se imaginó todo de nuevo y recordó cada detalle. Sin duda alguna reconoció al instante su rostro.


- Tim...- Susurró al fin, casi sin voz. Ante esto, el hombre reaccionó, tratando de abrir los magullados ojos sin éxito. Emitió un leve gemido casi imperceptible y giró la cabeza en la dirección en que procedía la voz. Inmediatamente, al vislumbrar vagamente el rostro de la muchacha a través de las heridas, se sobresaltó e intentó incorporarse. Evelyne retrocedió unos pasos, aún con un nudo en la garganta que le impedía articular palabra.


- ¿Evelyne?- Preguntó con una voz ronca, casi inaudible.


- Dios mío...- Exclamó ella, tensando aún más cada uno de sus músculos.- Sí, Tim. Soy.. Soy yo.


- Evelyne...- Repitió él una vez más, relajando de nuevo la cabeza sobre la almohada. La muchacha no pudo evitar que una lágrima rodara libremente por su mejilla y cayera sobre la sucia alfombra.


- ..."Despiértalos".- Susurró al fin el joven, después de mucho tiempo en silencio. Giró la cabeza de nuevo hacia ella y entreabrió los malheridos ojos.


- ¿Eh?- Mustió Evelyne, en tono inquisitivo.


- "Despiértalos"- Repitió él.- Es lo que pone.- Le tendió el medallón y se lo posó suavemente en la mano. La chica lo miró por primera vez después de muchos años. Tras un rato examinándolo, un intento de sonrisa apareció en su gesto a la vez que las lágrimas brotaban de sus ojos.


- Sí...- Apenas era capaz de hablar.- Sí, eso pone. ¿Cómo lo has podido saber?


- Nunca te olvidé, Evelyne. Más de diez años no han sido suficientes para olvidarlo.- Calló un segundo y después prosiguió.- Pasé día enteros intentando descifrar lo que estaba grabado en él. Pasé días buscándote cuando lo descubrí, pero fue en vano. Jamás te volví a encontrar. Quería que supieras qué ponía en el colgante. - Miró al techo humedecido de la habitación y espiró hondamente.- Pensé que moriría sin decírtelo.


- ¡No te vas a morir!- Aulló con angustia Evelyne. Él mustió una sonrisa.


- Ahora ya puedo irme. Ya te he encontrado...


- ¡No! ¡Ni se te ocurra decir eso!- Gritó la chica angustiada, arrodillándose a su lado junto a la cama.


- Evelyne, - Su tono sonaba tranquilo y cansado. Le cogió la mano, sonrió y le puso el medallón en la palma, cerrándole los dedos en torno a él suavemente.- ahora esto te pertenece de nuevo.


Ella miró el medallón de nuevo y leyó el grabado una y otra vez. "Despiértalos"... ¿A qué se refería?


- Pero... No logro entender...- Y entonces lo comprendió. Recordó las palabras de su abuela: "pero si tiene esperanza y los descubre, conseguirá hacer que despierten". - Los colores. A eso se refería.- Dijo al fin entre susurros. Tenía que ayudarle a descubrir los colores de su mundo y hacerlos despertar.


- Evelyne,- Dijo él, interrumpiendo sus pensamientos.- concédeme un último favor.


A ella le dolió que utilizara esa palabra, pero tuvo que admitir lo crítico de la situación. Era inevitable.


- Sí... Claro. ¿Qué tengo que hacer?- Accedió, agachando la cabeza para esconder su pena.


- Llévame fuera.


Evelyne lo tomó por un brazo y, tras cubrir sus ojos, salieron a una pequeña y destartalada terraza, que contaba con unas maravillosas vistas de toda la ciudad.


Ambos se sentaron en las dos únicas sillas que había, contemplando el bello paisaje de París.


- ¿Cómo es?- Preguntó de pronto Tim.


- Las calles empedradas serpentean entre las casas grises, formando infinitos laberintos. Bajo nuestros pies hay un parque, lleno de ciruelos en flor que desprenden este agradable aroma. Los niños corren y ríen sin preocupaciones. A lo lejos, está la basílica Sacré- Cœur, enmarcando todos los edificios encajados uno a uno en las diminutas calles de Montmartre, culminando todo con su blanca cumbre. Algunas cornejas vuelan bajo sobre la cúpula. El sol, baña todo con sus rayos dorados, produciendo sobre los tejados de pizarra un hermoso reflejo.- Acabó su descripción, apenas con voz.

Giró la cabeza para mirar al chico ciego que, en aquel mismo día había cambiado su forma de ver las cosas para siempre. Aunque él no se diera cuenta, ella le estaba mirando atentamente, con una mezcla de admiración y lástima. Vio cómo una lágrima resbalaba por debajo del paño que le cubría los ojos. Rodó por su cara, trazando un surco en el hollín que la cubría y se paró en su mandíbula, para después caer sobre el medallón que sostenía su mano abierta. Lo había conseguido. Ahora él ya no volvería a abrir los ojos, pero por fin comenzaría a ver.

El niño se acercó lentamente a Evelyne mientras sus ojos tristes repasaban la escena.


- Papá se ha ido para siempre ¿verdad mademoiselle?


- Sí, pequeño. Pero él seguirá contigo.


- ¿Por qué se ha marchado?- Preguntó el chiquillo, cargado de inocencia en la mirada.


- Verás, tu padre decidió dormir, para que los colores de su mundo pudieran despertar. Ahora él los ve por primera vez.- Le sonrió cariñosamente.- Él consiguió descubrir sus colores... - Le puso el medallón en la mano.- Y ahora tú debes buscar los tuyos y hacer que despierten. ¿De acuerdo?


El pequeño huérfano asintió con la cabeza y cerró la mano con fuerza.


- Los encontraré.

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Los colores dormidos (Wattys2015)Where stories live. Discover now