Los colores dormidos (Capítulo II)

690 54 9
                                    

10 AÑOS DESPUÉS

     Evelyne acababa de cumplir veintiún años, y lo que tanto había deseado durante su estancia en París, ocurrió. Todo era perfecto, había conseguido reunir el dinero necesario para mudarse de nuevo a la casa de campo que tantos recuerdos le traía. Era el día de la mudanza y todo estaba listo junto a la puerta. Un coche esperaba enfrente para recoger sus cosas y llevarla a su antiguo hogar. Pero su madre ya estaba enferma y era anciana, por lo que no podía abandonar la ciudad. Debía permanecer cerca de un médico, y la señora Jussieu cuidaría bien de ella.
— Prometo venir a visitarte cada semana, madre. — Dijo la muchacha tomando su mano.
— Ten cuidado, hija. Hasta pronto.—  Se despidieron ambas y Evelyne abandonó París en busca de una nueva vida.


     La casa era tan hermosa como recordaba. La primavera adornaba los árboles con preciosas flores y dulces aromas flotaban por el jardín. El camino de piedras, los pájaros, el rosal junto al banco de piedra... Todo tal y como lo recordaba.
Empujó el gran portal de madera con la empuñadura de hierro forjado oxidado por el tiempo. Un haz de luz iluminó la casa por primera vez en mucho tiempo. Estaba todo cubierto por una ligera capa de polvo acumulada año tras año. Recorrió cada rincón, recordando todos los momentos vividos entre aquellas paredes…

     Evelyne se instaló pronto, limpió, decoró y arregló en jardín. En unos días, la casa estaba como nueva. Pero no tardó en llegarle una mala noticia. El primer día de Julio, fue informada de que su madre había fallecido aquella misma mañana. Es indescriptible la profunda angustia que esto causó a la pobre muchacha y de pronto, toda la felicidad que su nuevo hogar le había causado, se esfumó de un soplo. Aquello le hizo sentir culpable; no debió marcharse dejando a su madre enferma y sola. Jamás se lo perdonaría.

     Se apresuró a viajar hasta París y asistir a un último momento con la mujer que le dio la vida, para después despedirse de ella. Pero jamás de su recuerdo.

     Tuvo que pasar mucho tiempo para que Evelyne dejara de sentir tristeza y comenzara a recordarla de forma agradable, disfrutando de cada memoria con sus difuntos padres.

     Antes de volver a la casa de campo, recorrió de nuevo su hogar en París y se llevó el último recuerdo que le quedaba de su madre; sus marionetas. Evelyne, admiró entonces aquellas figuras inertes como nunca antes lo había hecho. Sus cuerpos parecían esconder una vida, que esperaba a ser liberada.

     Una mañana al alba, cuando el sol aún se escondía perezoso tras el horizonte, tomó un trozo de leña y comenzó a tallarlo. Los trazos salían ligeros de su muñeca, creando bellas facciones e imitando los movimientos que su madre le solía enseñar.
Y así, una tras otra, Evelyne disfrutaba creando marionetas y dándoles vida.

     Pasados unos tres años desde la muerte de su madre, la joven tenía ya una gran colección de marionetas creadas por sus propias manos. Decidió que tenía que hacer algo con ellas y, tras un largo pensar, se le ocurrió desplazarse a París una mañana de Julio. El cielo estaba despejado en esa época del año, y las calles no parecían tan tristes ahora. Un dulce aroma del mercado llegó hasta ella y esto le produjo una agradable sensación de reencuentro con la ciudad en la que vivió tanto tiempo. Numerosos recuerdos vinieron a su memoria a medida que paseaba por la calles, con su maleta cargada de marionetas a cuestas. La brisa fresca acariciaba su rostro salpicado de traviesas pecas. Llegó a la Rue Lepic y se instaló junto al toldo de una joyería. Descargó su maleta del hombro y comenzó a sacar las figuras, haciéndolas moverse ágilmente. Pronto estuvo rodeada de chiquillos, que no paraban de reír y jugar con ellas.

     La muchacha estaba entusiasmada por su éxito, incluso le regaló una marioneta a cada uno de los niños, que le preguntaban ansiosos si volvería al día siguiente.

     Pasado el medio día, consideró que ya llegaba la hora de marcharse, así que, muy a su pesar, se despidió de ellos prometiendo volver pronto con muñecos nuevos.

     Todos se habían marchado ya, y Evelyne se disponía a recoger cuando un chiquillo harapiento entró en la joyería de al lado. El revuelo que causó su aparición repentina en la tienda llamó la atención de la joven.

-------------------------------------------------------------------------------------

Hola otra vez!! Aquí está el segundo capítulo, espero que os guste! 

POR FAVOR, DEJADME VUESTRAS OPINIONES EN LOS COMENTARIOS

~MyBelovedPages

--------------------------------------------------------------------------------------

Los colores dormidos (Wattys2015)Where stories live. Discover now