09. Miren Amiano ataca de nuevo

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Todo apuntaba a que se iba a cansar, nadie podía insistir tanto y mi papá no era la excepción, de hecho, escuché que dejó de tocar la puerta y festejé de forma interna porque al menos por hoy no tendría que afrontarlo, hasta que mi mamá regresó del restaurante donde tuvo la entrevista y se encontró con él en la entrada y ahora, bueno, están discutiendo como si fueran dos hermanos peleando por el control remoto. Y ese control remoto soy yo.

Por mí, por mi estupidez de saltearme las clases para a ir a una cita falsa con mi novio falso y por la tonta e innecesaria idea de subirme encima de Edward frente a la plaza (uno de los lugares más concurridos de esta ciudad), es que ellos están gritándose.

Pensando en eso, Dios, ¿qué tenía en la cabeza cuando dije «eh, voy a subirme en las piernas de Edward para ahorcarlo mientras él me toma de la cintura»?

Si no supiera el contexto en el que sucedieron las cosas malpensaría esa descripción y no es que yo sea la clase de persona que malpiensa todo, sucedió lo mismo con su virgo, es decir, cualquiera malpensaría y más en esta ocasión que parecía que estábamos de adolescentes hormonales que no esperaron que fuera de noche y que tampoco esperaron a estar en un lugar más cómodo y privado. No era una buena posición la verdad.

Dios, y pensar que mi papá vio esa escena. ¿Qué estará pasando por su cabeza ahora mismo? Apuesto a que piensa exactamente lo mismo que dije, que soy un hormonal con la calentura hasta el tope.

¿Por qué hice esa bobería en primer lugar? ¿Es porque soy estúpido? Esa pregunta fue tonta, es más que obvio que lo soy, voy a cambiarla. Agh, ¿por qué todo lo malo me pasa a mí?

Por qué, por qué, por qué.

Mientras me maldigo hago el intento de dormir para que este día finalice y no tenga que afrontarlo, pero la discusión de ambos parece subir de nivel y sus voces se hacen más audibles y frustrantes a tal punto que es imposible conciliar el sueño. Tal parece que apenas están iniciando a discutir y que van a durar mínimo dos horas más. Evidentemente yo soy el centro de esa discusión y según lo que he oído ellos se preguntan tres cosas; la primera, por qué soy tan problemático y por qué no he entrado a clases ni he hecho tareas, la segunda, qué hacía fuera de la escuela montado en el auto de un extraño, y la tercera, mi orientación sexual. Aunque mi papá parece estar más interesado en lo último. Ruedo los ojos.

Sé que es algo que no deberían debatir, es más que evidente que me gustan las chicas, pero la forma en la que mi papá me encontró dice mucho. ¿Qué se supone que les diré? ¿«Era una posición de bros, de nuestra generación, no van a entenderlo»? No va a creerme, y a todo esto, ¿a él qué le importa?

Mi mamá sabe la verdad y tampoco es como que si le importara si estoy con un chico o una chica así que ella no es el verdadero problema, pero mi papá... No lo sé, apenas hablo con él y nunca hablamos de esas cosas. Pero al escucharlo decir «es tu culpa por no saber criarlo» puedo creer muchas cosas. Dudo que haya reaccionado de la misma forma si me hubiera encontrado con una chica.

Trago saliva, al menos mamá no ha dejado que suba a verme y tampoco me ha obligado a bajar, y no sé qué es peor, enfrentarme a ambos con la esperanza de que uno esté menos molesto que el otro, o enfrentarme más tarde a mi mamá, solos, sin ayuda, sin oportunidad de escape.

De todos modos vivir está sobrevalorado.

Reviso mi celular para distraerme un poco y veo que, aparte de las de mi papá, hay un par de llamadas perdidas de Jean y algunas de Edward. Muerdo mi labio interno. En el camino le conté a Edward que mi papá nos vio y creo que lo maté por unos segundos, pobre. Él vio mi expresión de cagado así que no es extraño que esté llamando, seguro se está preguntando sobre lo que está pasando ahora.

Una perfecta confusión Donde viven las historias. Descúbrelo ahora