Capítulo 4. Un trato suicida

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A Mara no le resultó bonito lo que vio y escuchó esa tarde. Y, ante tal revelación no atinó a nada, más que retirarse de aquel lugar. Fueron días terribles para ella puesto que, realmente se había enamorado de Lucas. A veces, en las tardes, solía regresar al bar, pensando que tal vez, él regresaría por allí, aunque fuera solo a darle una explicación.

Una mañana, Mara encontró en el Grimorio un encantamiento que tal vez, le permitiría recuperar a su madre. Resulta que, después de todo, Gumer le había dado las respuestas, solo que no como ella las estuvo pidiendo. El anciano era realmente sabio y sabía que, ella tenía que resolverlo por sí misma. Fue por esa razón que, cuando Mara fue a buscarlo, no lo encontró. Gumer se había marchado y no había dejado rastros.

La chica volvía a ahogarse en la soledad que hacía tiempo no experimentaba, y se sentía terrible. Ella sabía que no debía enfrentar sola a la bruja muerta, pero estaba tan deprimida que, no lo pensó demasiado y fue a por ella. En cualquier caso, no le importaría morir.

—¿Cuánto tiempo, pequeña? —dijo la vudú.

—Mamá —susurró cariñosamente al ver el rostro de su madre después de tanto tiempo.

—Me llamo Darla cariño, y tu mami no está aquí —respondió la bruja sarcásticamente, a través de los labios de Melva—. Se que la quieres recuperar, y yo, estoy dispuesta a entregarla.

—¿Qué quieres a cambio maldita bruja? —Preguntó—. Ustedes siempre quieren algo a cambio.

—Te quiero a ti —reveló en engendro—, el cuerpo de una joven maga es más útil que el de cinco asquerosas némacas.

Realmente, desde que la vudú la curó, pensó en que Mara podía ser una encantadora, ya que Melva era una némaca descendiente de brujas. La muchacha no le servía de mucho en ese momento, ya que estaba muy débil para aguantar el ritual. Por esta razón, tomó a su madre, a sabiendas de que tarde o temprano, volvería por ella.

—En el caso de que aceptara —dijo Mara—. ¿Cómo sería?

El engendro le explicó que para realizar el intercambio, debían estar en el cementerio justo a media noche ya que, esa es la hora cero, cuando el velo que separa ambos lados es más vulnerable. Todo esto estaba muy bonito pero, Mara no tenía intenciones de ceder tan fácilmente.

—Acepto el trato —confirmó la chica, ocultando sus verdaderas intenciones.

La joven pretendía utilizar un encantamiento muy poderoso llamado Sol-sistere. Solo había sido ejecutado por los cinco magos del la antigua Sociedad de la Luz para matar a Giles y todo su aquelarre. Y aunque no fuera difícil de invocar, necesitaba al menos tres invocadores fuertes para sostenerlo. Un solo mago, invocando tanta luz, era un suicidio seguro.

—Muy bien —susurró la bruja mientras, le acariciaba un mechón de pelo—, esta noche te estaré esperando en el sitio indicado.

Nuestra vidente regresó a casa. Evidentemente necesitaba prepararse. Darla era una bruja muy antigua y sabía muy bien lo que hacía. Mara tomó una daga y la puso en su cintura, y encubrió el Grimorio con un encantamiento que le había aconsejado Gumer.

—“ignorare liber” —pronunció, a la vez que el libro se transformó (en apenas dos pestañazos) en un collar con una pequeña esfera de cristal color blanco. Ante tal éxito, no hizo más que poner el colgante en su cuello y se aventuró al cementerio.

Durante el camino, pensaba en todas las posibles situaciones que podían sorprenderla. Lástima que, ninguna sería la que realmente encontraría. Mientras se acercaba, podía observar a tres personas, uno de pie y dos arrodillados, uno a cada lado.

—Lucas, Adela —susurró sorprendida Mara—. ¿Qué hacen ellos aquí? —Preguntó exaltada mientras clavaba sus ojos en la bruja.

La hija del cementerio [Completa]Where stories live. Discover now