Capítulo 3. El secreto de Lucas

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Esta mañana era diferente. El sol parecía brillar con más intensidad aunque, Mara no se mostraba acalorada. ¿Cómo iba a sentirse así? Frescas corrientes de viento jugaban con sus cabellos, mientras otras, amenazaban con levantar su falda floreada. Mara estaba muy hermosa. Se encontraba sentada en una de las mesas externas del bar “La Nereida”, esperando a su amado. No sabía cómo, pero estaba dispuesta a contarle que era una hechicera.

El tan esperado Lucas llegó cuando ya ella estaba a punto de retirarse.

—¿Pensabas irte sin saludar? —Sorprendió el chico —. No pareces tener muchas ganas de verme.

—Eso le digo yo a usted “Sr. Atrasado” —mostró una sonrisa pícara.

—Bueno —interrumpió—, acaso ¿no le vas a dar un beso a tu novio?

Quiero mencionar un detalle que creo importante; Mara y Lucas habían confirmado su noviazgo hacía poco más de un mes, justo cuando llegó del viaje donde el anciano le devolvió sus poderes.

Cuando la chica le besó, tuvo por primera vez una visión. Y es que, Mara era una vidente, solo que, hasta ese momento ella lo desconocía. Ante tal revelación, lo único que quedaba era buscar respuestas, más respuestas.

—¿Quien es Adela? —preguntó Mara sin tartamudear.

—Es mi hermana, pero ¿de dónde la conoces? —curioseó Lucas.

—¿No crees que va siendo hora de que conozca a tu familia? —cuestionó.

—Responde mi pregunta —dijo usando un ligero tono autoritario— ¿De dónde conoces a Adela?

—Responde tu primero —decidió ella.

Esa fue su primera discusión. Mara había visto una chica en su visión, donde él la llamaba por Adela. No estaba segura que quién era la muchacha, pero por alguna razón, no se fiaba de la contestación, y tenía razón en eso.

Adela era una ninfa que llevaba poco tiempo en la ciudad. Trabajaba en una botica del centro y había conocido a Lucas precisamente, en los días en que Mara se encontraba fuera del pueblo.

A Lucas, definitivamente le gustaba Mara, pero la belleza y la ternura de Adela estaban dejando su amor en tela de juicio. ¿Su mayor error? mentirle a su novia, que además, terminaría por descubrirlo tarde o temprano.

—Señor Gumer —dijo Mara—, quiero agradecerle por todo lo que ha hecho por mí. He aprendido mucho de usted.

—Ya sabes que no es necesario que me llames señor —aclaró el anciano—, me recuerda que soy viejo.

— ... y sabio —completó su frase—. Sobre todo, sabio.

—Definitivamente, eres la mejor discípula que he tenido —hizo lo que más disfrutaba en esos momentos, encender un cigarrillo—. Quiero hacerte un regalo.

—¿A mí? —Preguntó asombrada—, no tienes por qué hacerlo.

—Insisto. Ha sido la posesión más valiosa a lo largo de toda mi vida.

Gumer abrió un cofre y ante los ojos de Mara, un libro grande, de portada gruesa y maltratada, con una apariencia bastante antigua.

—Lo llamo Grimorio —compartió el anciano—. Ha pertenecido a mi familia por generaciones. Contiene todo lo que necesitas saber acerca de la magia de luz, sobre todo adivinación.

—Pero —se mostró confundida—, ¿no se supone que lo herede un descendiente suyo?

—¡Basta de preguntas, muchacha! —Exclamó—. Toma el Grimorio y cuídalo con tu vida.

La joven tomó el obsequio agradecida y se marchó. Aunque, durante la despedida, estaba convencida de que volvería a verle, pero estaba equivocada.

Mara regresó al pueblo, y se dirigió justamente a la dirección que le había averiguado una amiga, la casa de la familia Paterson. Era de esperarse el asombro, al imaginar las condiciones de vida de estas personas pues, con solo ver la fachada de aquella maravillosa mansión, podía sacar conclusiones. Al llegar, tocó el timbre de la puerta y se corrió ligeramente hacia atrás.

—Buenos días —saludó Adela, al abrir la puerta—, ¿en qué le puedo ayudar?

—¿Tu hermano Lucas se encuentra? —preguntó desconfiada, incluso de sus palabras.

—¿Lucas, mi hermano? —Examinó en un tono bastante burlón— Aquí vive solo un Lucas, y es mi prometido.

La hija del cementerio [Completa]Where stories live. Discover now