𝙲𝚊𝚙𝚒́𝚝𝚞𝚕𝚘 𝟹𝟽

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Día: Martes 

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―Buenas tardes amigo, pase y pruebe la mejor pizza de esta ciudad

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―Buenas tardes amigo, pase y pruebe la mejor pizza de esta ciudad. – Comentó T/N con voz alta. El traje no le favorecía a la hora de hablar. La cabeza del oso llegaba a fastidiarle.

El trabajo empezaba a complicar sus estudios, llegaba cansada a las clases y muchas veces se dormía causando que Yuugo le llamara la atención. Gracias a los eventos de verano, las clases solo serían las primeras horas, algo que le alegraría de no saber el verdadero motivo de los eventos.

Escuchó la campanilla de la entrada principal tintinar. Dirigió su mirada hacia la puerta. Observó a Ray, el cual se retiraba del trabajo con prisa.

―Nos vemos en las clases T/N. ― Dijo cruzando la calle con rapidez.

Era la primera vez que T/N veía a Ray correr con tal prisa, parecía estar preocupado. Rápidamente observó la hora de su celular, tenía la inseguridad de que tal vez había colocado mal la alarma que le advertía la entrada a la escuela. Pero la alarma estaba intacta, faltaba más de una hora para el ingreso.

El motivo por el que Ray corría de tal manera, era por el encargo que Yuugo le pidió que recibiera. Aquel día no llevó su bicicleta al trabajo, la llanta se desinfló y tuvo que abandonarla en el garaje de Yuugo. No le agradaba la idea de gastar energías corriendo, pero esa era la única manera de llegar a tiempo.

Al llegar refrenó su jadeante respiración y recibió sólidamente al joven que cargaba un paquete en sus manos. Firmó la hoja de entrega y se dispuso a ingresar a la casa. Descorrió la manija abriendo la pesada puerta. El silencio de la casa fue inesperadamente interrumpido por los ladridos del pequeño perro blanco que llevaba un zapato de cuero en el hocico.

Ray caminó por el pasillo hacia la sala, con la intención de dejar el paquete de Yuugo en la mesa. Pero cuando sus ojos admiraron el desastre frente a él, no podía creer que el indefenso e ingenuo animal que criaba con la desaprobación de Yuugo, había destrozado su casa su ausencia.

Las viejas fundas color ocre de los sillones se encontraban revueltas sobre el piso, acompañadas de los tal vez olorosos zapatos que se guardaban en la entrada, y la cesta de ropa sucia. El pequeño perro blanco se adentró y acomodó en el desastre, llevando consigo el zapato de cuero que mordía con mucho entusiasmo.

Ray se aproximó rápidamente hacia el perro y lo levantó del suelo hacia su rostro. No duro mucho tiempo amenazándolo con la mirada, ya que en menos de un minuto el inquieto animal intentó acariciarlo con su lengua, ocasionando que lo apartara de él.

Observó la hora que marcaba el reloj sobre la pared, "10:40". Dentro de aproximadamente 20 minutos, Yuugo se haría presente en la puerta de la entrada. Se apresuró en levantar los objetos del suelo. Sacudió las fundas y las colocó nuevamente sobre el sofá, acomodándolas de una forma extraña y poco usual. No pretendía adaptar con precisión las fundas al sofá, porque sabía que Yuugo no era ignorante y que si veía la casa ordenada pensaría rápidamente en que algo no encajaba. Asemejaba las fundas del sofá al recuerdo que tenían en su mente, una imagen mental, que no era borrosa e imprecisa.

Solo quédate a mi ladoWhere stories live. Discover now