Capitulo 18

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Peeta había logrado atraer la atención de los delincuentes, alejándolos todo lo posible de Katniss, conduciéndolos hacia el camino a la carretera, pero su instinto le decía que algo iba mal, que no había conseguido desviar completamente la atención de ella.

   Aunque intentaba simular que continuaba Katniss a su lado, un observador experto descubriría enseguida que iba solo. Si Katniss estaba en peligro, no podía arriesgarse a perder más el tiempo intentando desviarlos. Debía actuar de inmediato.

    Se subió con sigilo a un árbol desde donde tenía una espléndida visión de varios metros a la redonda. Aunque los asaltantes debían vestir de oscuro, para camuflarse en la noche, no podían ocultarse totalmente en aquella zona bastante despejada.

    Pasaron unos minutos cuando Peeta escuchó un leve crujido, seguido por otro más leve aún. Pronto vio aparecer una persona que se movía sigilosamente debajo de él. Emitió un agudo silbido y, a los pocos segundos, otra persona se unió. Intercambiaron unas palabras y se dispusieron a continuar en direcciones diferentes.

    Peeta no aguardó más. En un ágil movimiento, saltó del árbol para caer sobre uno de ellos, derribándolo y protegiéndose con su cuerpo del disparo de su compañero, que giró al oír el golpe. La bala alcanzó de pleno al hombre que Peeta tenía atrapado, sintiendo cómo se desplomaba inerte.

A su vez, Peeta disparó al otro, desplomandolo.

Peeta comprobó que el primer hombre estaba muerto. La bala le había alcanzado en el pecho. Se acercó al segundo. Estaba herido, pero seguía vivo.
    —¿Cuántos sois?
    El delincuente se mantuvo callado, mirándole con furia. Peeta le retiró la mano con la que tapaba la herida y la presionó con la pistola. El hombre emitió un grito de dolor.
    —¿Cuántos sois? —repitió furioso.
    —Tre... tres —contestó el aludido con un hilo de voz.
    —¿Dónde está el otro?
    —Ha... ha vuelto atrás

    Peeta no necesitó escuchar más. Le propinó al sujeto un fuerte golpe en la cabeza, y corrió a buscar a Katniss.
    Con suerte, ella habría logrado su objetivo y estaría a salvo, navegando hasta la otra orilla del lago. Pero cuando faltaban pocos metros para llegar al embarcadero, el sonido de una voz le hizo detenerse en seco.

    —Deja lo que estás haciendo y ven aquí.
    Era una voz masculina, fría y peligrosa.
    —Obedece o te pego un tiro. Eso te dolerá aunque no te matará.

    Peeta se tensó por el pánico. Uno de los secuestradores había logrado encontrar a Katniss. Se acercó sigilosamente para estudiar la situación. Se encontraba en un buen lugar, que le permitía disparar al delincuente en caso de tener la oportunidad, pero por la gran distancia corría el riesgo de darle a Katniss, que en ese momento salía del agua y se reunía con el hombre armado.

Cuando éste estuvo a su lado, la agarró fuertemente del brazo y la zarandeó con violencia.
    —Escúchame, zorra. De ahora en adelante me obedecerás. Prefiero llevarte viva pero, si me causas problemas, te mataré. ¿Comprendes?
    Katniss afirmó con la cabeza, sin emitir una sola palabra.
    —Siéntate y no intentes ninguna estupidez. Esperaremos a que mis hombres se reúnan con nosotros.
   
La hizo sentarse en el muelle y él se colocó tras ella sin dejar de apuntarle. Katniss obedeció sin oponer resistencia.
    —¿Cómo... cómo nos encontraron? —preguntó con voz temblorosa.
    —Tengo mis fuentes —fue la escueta respuesta del hombre.
 
   Pero Katniss no podía conformarse con esa respuesta, la culpa la corroía.
    —¿Han intervenido el teléfono de mi padre?
    El hombre emitió una sonora carcajada.
    —Siento decepcionarte, guapa, pero nuestros medios no son tan sofisticados. Además, no hacía falta. Mi contacto en la casa obtiene la información de primera mano.
    —¡Enobaria! —exclamó Katniss asombrada, al comprender que la única que pudo haberse enterado era la esposa de su padre.
    —Vaya, veo que no eres tan estúpida como aparentas.
 
   Katniss sintió tristeza. Aunque su madrastra nunca le agradó, su padre no merecía esto.
    —¿Por qué lo ha hecho? ¿Por dinero?
    —No. Ha colaborado conmigo por algo que valora aún más.
    —¿Le ama a usted?
    El hombre volvió a soltar otra carcajada.
    —No, guapa. Aunque parezca mentira, está enamorada de Everdeen. Pero quiere a otra persona aún más, y por ella ha traicionado a tu padre.

Mi GuardaespaldasWhere stories live. Discover now