Capitulo 11

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¿Por qué estaba allí?
Era la cuarta noche que pasaba en el coche, incómodo y malhumorado, pero no era capaz de marcharse hasta que, en la mañana, llegara John y, con ello, el convencimiento de que Katniss estaba más protegida.
Entonces, se iría al hotel a ducharse e intentar dormir unas horas para volver por la tarde a su vigilancia.

¿Por qué lo hacía?, se preguntó Peeta por enésima vez. Le avergonzaba reconocer que deseaba estar cerca de ella para seguir observando su belleza, pero también le movía la inquietud por su seguridad. Tenía la sensación de que el peligro aún existia. Había situado el coche a unos quinientos metros de la casa, oculto por unos árboles . Desde allí podía vigilarla perfectamente, así como sus alrededores.

Cuatro días antes, cuando abandonaba la casa en compañía de Annie y Finnick, observó a un supuesto fotógrafo tomando fotografías de la parte trasera de la casa desde una posición lejana y eso le hizo desconfiar, así que cuando dejó a Annie en su casa y a Finnick en el aeropuerto, decidió volver.
El sujeto ya no se encontraba en el lugar. Aún así, decidió realizar una inspección de la zona.

Por la cantidad de colillas de cigarrillo que se amontonaban a sus pies, dedujo que el sospechoso había pasado bastante rato allí, algo inusual en un paparazzi que únicamente desea hacer una foto de una persona no tan famosa.

Podría tratarse de un ladrón atraído por los tesoros que la casa pudiera guardar, pero tampoco se atrevía a descartar la amenaza de secuestro y, entonces, el complot recién descubierto sólo se trataría de una cortina de humo para distraer la atención de los verdaderos delincuentes.
El convencimiento de que Katniss aún corría peligro lo impulsó a vigilar la casa, al menos hasta que llegara el padre de ella.

En los días que llevaba ahí, se dedicó a observar las idas y venidas de Katniss dentro de la casa, y le sorprendió el aire melancolico que se reflejaba su rostro durante las largas horas que pasaba en la piscina o en el jardín. Él esperaba que ella emplearía su ansiada libertad para salir, en cambio, parecía reacia a abandonar la casa ni aún para ir a la playa.

En parte se alegraba. Le habría resultado más difícil vigilarla fuera del recinto, pero tampoco le agradaba verla abatida, eso indicaba que no era feliz. A pesar de todo lo que poseía, estaba terriblemente sola, abandonada por la persona que más debía preocuparse por ella. Le enfurecía la despreocupación de Plutarch Everdeen por su hija. Era evidente que el industrial prefería complacer los caprichos de su esposa y olvidaba las necesidades de su propia hija.
Porque aúnque Katniss lo negara, estaba necesitaba de afecto. Había observado lo feliz que era con Annie a su lado y lo dichosa que parecía ante las demostraciones de cariño de Sae. Esto indicaba que, su aparente frialdad, era sólo una fachada para ocultar su verdadera naturaleza.

Desde su puesto de vigilancia, Peeta se sentía impotente al verla en aquel lamentable estado. Recurriendo toda su fuerza de voluntad para no ir a su lado, estrecharla fuertemente entre sus brazos y, entre besos y caricias, borrar ese rictus amargo de su boca. Entonces también podría hacerle olvidar su soledad, colmándola durante unas horas de toda la ternura y cariño que él sentía por ella.

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Eran las cuatro y media de la madrugada, y todo se oía ningún ruido.
Peeta recostó por unos minutos la cabeza en el respaldo del asiento del coche. Estaba cansado de la larga vigilancia y los párpados le pesaban horrorosamente, pero cuando volvió a abrir los ojos para agarrar lo binoculares y continuar con su vigilancia, un fugaz destello junto a una de las paredes le hizo dar un respingo. Miró con atención hacia la zona, y comprobó que el destello continuaba allí.

Un horrible presentimiento le impulsó a salir corriendo del coche y dirigirse al lugar había despertado sus sospechas. Descubrió con horror una gruesa cuerda que descendía por la pared, también había numerosas pisadas de dos suelas diferentes.

Mi GuardaespaldasWhere stories live. Discover now