Otro intento más con el mismo peluche blanco, el cual falló. Y el siguiente, y el próximo a ese, y el otro...

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-¡No puede ser! -pateó el piso con fuerza, despertando a Izuku que se había dormido a un lado de la maquina, aburrido de ver más de veinte intentos fallidos en su amigo -Estas mierdas están hackeadas, programadas para que suelten el peluche cuando lo coges, trucos sucios del gobierno para robar dinero.

-Ya basta, te irás a vivir bajo un puente si sigues gastando dinero.

-No me rendiré, maldita sea -volvió a pasar la tarjeta, yendo a por la 34ta jugada -¡Tendré ese tonto peluche sí o sí, ya verás!

-Lo que quieras, yo te dije que era imposible.

Izuku estaba a punto de cerrar los ojos nuevamente cuando el grito del moreno hizo acto de presencia, ocasionando que salte en su lugar por el sobresalto.

-¡¡¡Sí!!! ¡Te lo dije! -agarró el muñeco entre sus manos -¡Soy el mejor, estúpidos! ¡Sí!

Una sonrisa se dibujó en el rostro de Izuku. Nunca había visto a Shindō maldecir o decir groserías, de hecho, el muchacho era tan correcto y caballeroso que juraría que había salido de esas series de adolescentes donde todos son perfectos. Él sería el típico personaje popular que desprende luz y calor, que no se rinde y siempre apoya a sus amigos.

-Sorprendente, Shindō-kun -la sonrisa se le borró al ver que el peluche no era el que estaba tratando de cazar la última vez que lo vio

No era el mismo que al inicio, este era nada más ni nada menos que un perrito. Un adorable pomeranian de pelaje esponjoso, que parecía una mota, con unos filosos ojos rubí y un ceño fruncido. Además de una sonrisa bastante juguetona. ¿Desde cuándo los perros reían así y arrugaban el ceño de tal forma? ¿Acaso se basaron en su peor pesadilla para diseñar tal cosa?

»-¡Mira, una mesa de hockey! -no quería que el otro se diera cuenta de su desilusión por el peluche que tanto le costó conseguir para él -¿Vamos?

-Sin duda. Aunque te advierto que soy muy bueno.

-Eso ya lo veremos, te recuerdo que soy un friki de los juegos.

-¿De todo tipo de juegos? -preguntó con una sonrisa picarona.

-Bueno, menos del anterior y el de baile, todos los demás. He jugado cada uno de los juegos de esta sala.

-Amo su inocencia...

-¿Eh?

-Nada.

La competitividad del par despertó cual fénix renaciente cuando llegaron a la mesa de juego. La partida era ardiente. La concentración de ambos cerebritos era máxima. Luego de un tiempo, la partida empató 3 a 3, les era difícil frenar los veloces ataques del contrario, pero también se les complicaba colarla.

-Bien, son los últimos minutos -Yō estaba agitado, sudando y con el entrecejo fruncido -, el próximo en meterla gana.

Algunos espectadores alrededor de ellos rieron

-Decidido -Izuku no se encontraba mejor, mordiendo su labio inferior mientras las saladas gotas mojaban su rostro y su pecho subía y bajaba de forma veloz.

Toda la atención de ambos estaba en el disco negro sobre la mesa, Izuku del lado azul, Shindō del rojo. Una batalla épica, como un calculador leopardo contra un astuto tigre.

Pero ese leopardo de repente se transformó en un pequeño e indefenso gatito que maulla por su madre en una noche lluviosa.

-¡Gané! -el pelinegro saltaba alegre por todos lados mientras la gente que se había reunido alrededor para ver la pelea le aplaudía y silvaba -¡Al fin te gano en algo, Izuku!

-No puede ser.

-Pues aceptalo, te gané en hockey, pecoso.

El peliverde salió huyendo de allí hacia el baño, encerrándose en un cubículo por varios minutos.

»No puede ser ¡No puede ser! ¿Cómo llegó hasta aquí? ¡Es imposible!«

»-¿Izuku?

-Debemos irnos, ahora.

Agarró al pelinegro por la muñeca y salió corriendo de ahí, no sin antes fijarse bien en que el rubio haya abandonado la sala. Cuando pusieron pies en el transcurrido pasillo, vio entre la multitud los rebeldes cabellos de Katsuki.

»Mierda...«

Miró a ambos lados y se metieron a una cabina de fotografías que había ahí, dejando en la cortina una pequeña apertura para comprobar que Bakugō se alejara.

-¿De quién huyes? Izuku, no me ignores -atrajo la mirada jade del otro hacia él -, dime ¿de quién te escondes?

-El rubio de allá -señaló discretamente con su índice -, se llama Katsuki.

-¿Te está molestando?

-Me está acosando desde hace unos días.

El moreno, molesto, le cedió al peliverde el peluche y el llavero que ganó en otro juego mientras él estaba en el baño y salió de la cabina.

-Esto no se va a quedar así.

El Asesino De Mi Inocencia [KatsuDeku]Where stories live. Discover now