4.- Seguro

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Aún seguía temblando por lo que sucedió en los vestuarios.

Sabía que había discriminación hacia los chicos como él, pero nunca pensó que llegaría tan pronto su primer comentario así de malo.

Sintió que su corazón casi se iba de su pecho.

Y si se habían dado cuenta?

¿Qué le harían? ¿Le pegarían? Lo insultaron?

¿Hasta dónde era capaz de llegar la maldad humana?

Un chico de su edad no debería de estar pensado en esto.

Esperaba poder tener algo de paz al llegar a casa. Pero solo fue lo contrario.

–Suna Rintaro ven aquí ahora mismo–ay. Su nombre completo, y el tono que usó su mamá. Estaba muerto, no sabía que había hecho pero estaba muerto.

¿Descuide a Miki? No metí a lavar la ropa? No lave los platos antes de salir? Olvidé limpiar mi cuarto?

–quiero una buena explicación para esto– cuando vio que era supo que estaba muerto.

Incluso sintió más miedo que en los vestuarios. Como estaba acostumbrado a no mostrar sus sentimientos, supo disimular algo. Pero nunca había sentido tanto miedo.

Era la estúpida revista.

–no te quedes ahí mirando como un tonto–le dijo su ladre, estaba molesta, muy molesta–contéstame.

–no sé– fue lo único que pude decir.

–como que no sabes?

–no sé.

Su madre tomó aire molesta.

–no me busques que me vas a encontrar. Dime ¿Por qué estabas viendo esto?–no me gritaba, pero eso no impedía que su voz fuese escalofriante.

–no sé.

Su mamá golpeó la mesa.

Nunca se había enojado tanto con él. Pero como siempre lo criticaban si actuaba débil, no pudo llorar. Nunca se había permitido hacerlo.

–es mía.

–sé que es tuya, pero dime, ¿eres gay?– ¿por qué lo decía como si fuese una tragedia? Era gay, no un terrorista.

–si.

Llevo sus manos a su cabeza.

–okey–tomo la revista y la rompió.

–¡ey! Te dije que era mía–me queje, era más que una revista para él, la veía con Samu y se la dio Samu. Fue un regalo. Y era suya–es mía, no tienes derecho a romperla.

Grave error.

–vives en mi casa, sigues mis reglas. Aquí no se permiten tener estas cosas, y mucho menos ser gay–se paró y empezó a caminar de un lado al otro– ponte zapatos, vamos a salir, ya llame a la vecina para que venga a cuidar a tu hermana.

–a donde vamos– cada segundo que pasaba le aterraba más.

–estoy segura que los Miya tienen algo que ver, ser tan amigo de un hombre no es normal, tuve que haberme dado cuenta antes– ya no le hablaba a él, sino a sí misma– además esa señora está loca, nunca ha sabido ponerle límites a sus hijos, alguien debería enseñarle a ser madre a esa mujer.

Quiso gritarle que la señora Miya era mil veces mejor mamá que ella. Pero no pudo decir nada.

Todo el camino a la casa de Osamu fue silencioso, mis piernas flaquearon cuando estábamos frente a la puerta.

PUBERTY, IS NOT FUNNYWhere stories live. Discover now