06. El señor de las aves te bendiga

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Es virgo, ya deben saber por qué no soy fan de ese signo. En primer lugar, mi mamá y su extraño afán de ser tan perfeccionista y, en segundo lugar, mi autocorrector y su afán de humillarme frente a Edward.

La razón por la que estoy limpiando tan exhaustivamente no es porque siempre hacemos esto. Sí, limpio la casa, pero solo barro y trapeo, no limpio cada rincón como si viniera alguien a calificar qué tan limpios somos, no obstante, el dueño de la mayoría de los últimos problemas que he tenido me escribió en la noche sobre el asunto de Heather y de mis calificaciones. Edward vendrá a mi casa esta tarde porque al parecer ayer en el campo acordamos eso, si soy sincero no lo recuerdo, salí de ahí cuando escuché la campana y no presté atención a sus palabras. Se lo conté a mi mamá esta mañana y apenas se lo mencioné me puso a limpiar cada habitación.

—¿Me repites por qué estamos haciendo esto? —le pregunto desde la sala de estar. Conozco la respuesta a la perfección, pero nunca está de más que se escuche a sí misma para que sepa que es una demente obsesionada con la limpieza.

Puedo oír el extraño sonido del cepillo contra el suelo del baño y ruedo los ojos. No puedo creer que esté lavando el baño solo por la visita de Edward, no vendrá la reina Isabel, pero mi mamá se lo ha tomado muy en serio. Necesita que alguien le diga que las visitas no vendrán a juzgar su hogar, si nunca le ha importado que las personas juzguen sus decisiones o su forma de criarme, ¿por qué le importaría lo que digan de la casa? Al parecer, que hablen mal de ella no es un delito, pero que ni se les ocurra hablar de la suciedad de la casa que les corta el cuello en dos.

—Andy, te lo he dicho muchas veces —el tono molesto en su voz es más que evidente—, si viene alguno de tus amigos me tienes que avisar dos días antes, no el mismo día que viene, ¿quieres que me dé un infarto al ver cómo mira el desorden que hay? —ella asoma su cabeza por la puerta del baño y aprieto los labios para no responderle de mala manera.

Ya podía sentir el cepillo estampado en mi cara o en mi culo si bromeaba con ella.

—Mariel, te lo he dicho muchas veces —uso sus mismas palabras—, mis amigos vienen a verme a mí no a la suciedad del piso ni que tengo mis bóxers sucios tirados por toda mi habitación —al final termino contestándole con desgana y me escondo detrás del sillón por si se le ocurre lanzarme algo—. ¿Podrías dejar de ser tan perfeccionista por una vez en tu vida? Vendrá un amigo, no Dios, tranquila.

La escucho resoplar y para mi fortuna vuelve a poner su atención en el suelo del baño porque ese molesto sonido se hace presente de nuevo. Lo peor que puedes decirle a un virgo es que no sea perfeccionista y la forma tan ruda en la que comenzó a fregar el piso me lo comprueba.

—¿Y tú podrías dejar de ser tan desordenado por al menos, toda la vida? Vendrá tu novio falso, no solo un «amigo», quiero dar una buena impresión como suegra falsa.

Casi me atraganto al oírla decir eso. Casi.

Dejo las almohadas en su sitio y me acerco al mueble para seguir limpiando. Paso un dedo por él y Dios, está casa está más empolvada que mi virgo, lo juro. Estoy tan cansado y parece que la limpieza no tendrá fin, solo por esto odio que vengan a visitarme.

No le deseo a nadie tener una mamá virgo, ni a la persona que más odio en este mundo: yo. Muy a mi pesar, yo sí tengo una mamá así.

—Nosotros podemos vivir en el basurero y Edward dirá que es un lindo hogar —menciono despreocupado sin apartar la vista de todo el polvo que hay en el mueble—. Por Dios, ni siquiera es algo mío, no tienes que dar una buena impresión. Ni siquiera cuando Jean vino a la casa te pusiste así.

Tomo uno de los cientos de retratos que hay encima del empolvado mueble y lo limpio con un pequeño trapo mientras le echo un vistazo. En la foto está mi mamá, mi papá y yo de bebé en un parque. Mi mamá siempre ha sido fan de documentar toda nuestra vida, por lo que hay demasiadas fotos. En la mayoría de ellas solo somos nosotros dos, después de todo siempre ha sido así, ella y yo contra el mundo. No digo que mi papá haya estado ausente, solo estuvo lejos, ellos jamás se casaron, pero los primeros cinco años me criaron juntos, sin embargo, cuando el amor acaba y el trabajo te llama, las cosas se complican. Mi papá tuvo que mudarse de ciudad y ahí se casó con su compañera de trabajo que también tenía una hija un año más grande que yo. Hace poco él se mudó de nuevo a nuestra ciudad para poder estar más cerca de mí, mi hermanastra debe odiarme por eso, pero no tengo la culpa de ser el hijo favorito.

Una perfecta confusión Where stories live. Discover now