《Dark Soul》⁵

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Mi tristeza lleva tu nombre y cada vez que lloro, mis lágrimas lo deletrean.
Mario Maher.

Gianna

Enciendo la luz de mi habitación que me revela a mi madre sentada en mi cama. Resoplo desganadamente, no tengo ganas de discutir tan temprano.
Ella da unos golpecitos en la cama para que jme siente a su lado y le hago caso sin emitir un sola palabra.

—¿Por qué eres así conmigo, Gianna? —me pregunta, con la mirada puesta en el suelo. Noto el dolor en su tono de voz.

—¿Así como?

Se pone de pie lentamente tomando impulso sobre sus rodillas. —¿Por qué te enfocas en llevarme siempre la contraria? Si yo digo izquierda, tu quieres derecha.

Me quedo en silencio absoluto por unos segundos, pero luego vuelvo a hablar. —¿No será porque somos muy diferentes la una de la otra? —esta conversación la hemos tenido un trillón de veces—. No puedo ser igual que tú.

—No creo que sea por eso —ruge, en un tono bajo y se cruza de brazos.

—Mamá —tomo una respiración antes de hablar—. Es que yo no soy ese tipo de mujer que tú eres, que se pasa la vida atrapada en casa y el trabajo.

Su semblante decae un poco y al instante se endurece de nuevo. —No me salgas con el mismo cuento de siempre —rebate, dando vueltas por toda mi habitación.

—Es que yo soy como soy —abro mis brazos mientras hablo—. Hago lo que me nace del corazón. No me veo sentada tejiendo, cocinando o haciendo cualquier otra cosa monótona de esas que tú haces.

—Yo soy tu madre, Gianna —su ceño se frunce, parece haberse molestado— y mientras yo viva tu harás lo que yo diga —sentencia, con sus ojos puestos en los míos.

Me pongo de pie de un tirón, camino hasta la ventana de mi cuarto y miro hacia afuera, la nieve ha comenzado a caer de nuevo.

Respiro profundo para no alterarme. No quiero pelear a estas horas de la mañana.

—Yo soy y siempre seré esta persona que está al frente de ti ahora mismo —pronuncio, y me giro para ver su cara— y nada ni nadie me cambiará.

No se inmuta en dar respuesta a mis palabras, en cambio la veo marcharse con suma calma. Una vez que la puerta se cierra totalmente me permito soltar una gran exhalación. Ella sabe sacarme de mis cabales. Se empeña en que sea la típica señorita que se la pasa en su casa tejiendo, yendo de compras, dando órdenes; y al que le gusten ese tipo de cosas bien por él, pero yo no soy así, mi cuerpo me exige libertad y simplemente no me veo como ella quiere que lo haga.

A pasos apresurados me dirijo hacia mi escaparate y tomo de un perchero mi uniforme ya planchado. Decido comenzar a ponérmelo y escucho un leve toque en la puerta, de seguro es Mar.

—¡Pasa! —grito enfurecida mientras me quito el vestido de la fiesta, quedando en ropa interior.

Sigo en lo mío y nadie responde. A pasos rápidos me dirijo hasta la puerta para ver que no hay nadie, miro hacia el suelo y está mi crema. La tomo en un encogimientos de hombros, no olvido la cabeza porque la tengo pegada al cuerpo. Cierro la puerta y me dirijo al baño. Tomo una ducha rápida y salgo corriendo envuelta en una toalla, la dejo caer al suelo y  voy directo a ponerme mi crema. Al terminar comienzo a abotonar mi camisa de mangas largas hasta el cuello y acabar con lo restante del uniforme. Meto los libros que necesito dentro de mi mochila y me doy un vistazo en el espejo. Mi cabello con ondas está un poco alborotado pero es justo como me gusta, aplico un poco de perfume y estoy lista para la guerra, ¡que comience el día!

Peligrosa Verdad [UN NUEVO MUNDO] ©Where stories live. Discover now