19: No quiero hacerlo

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—Por supuesto que lo hay. Desde que follamos, lo hay.

—No es cierto.

Justin era tan impredecible y eso me enervaba. Detestaba que sus palabras tuvieran el poder de hacerme flaquear. Tan fácilmente yo podía abalanzarme contra sus brazos para me hiciera suya. Pero debía tener autocontrol de mi misma, que supiera que no podía venir a endulzarme el oído y que creyera que yo me suavizaría y terminaríamos haciendo el amor como dos desquiciados.

Llegué a mi habitación, pero al momento de adentrarme y querer cerrar la puerta para impedirle la entrada, Justin interpuso su mano evitando que yo la cerrara completamente.

—Justin, ¿a qué viniste? ¿Para más sexo? Puedes conseguirte a otra que satisfaga tus necesidades.

Su mirada oscurecida me indicaba que venía a otra misión. La manera que me manipulaba con sus ojos ardientes, y me hacía elevar al séptimo cielo. Mi vientre vibraba de emoción cada vez que lo tenía cerca, pero simplemente no podía cumplírselo. Necesitaba que entendiera que debía darme mi espacio.

—Vine a saber cómo estabas. Necesitaba verte... —admitió con voz totalmente ronca, en un susurro tan delirante y atractivo que en un chasquido podría hacerme volar las bragas —, necesitaba besarte. En este momento me muero por acariciante, por hacerte mía, Leah.

Por Dios, como no iba desarmarme ante semejante hombre y convertirme en gelatina. Como no podía entrar en un colapso moral. Francamente a mí nunca me importaron las reglas, ni todas esas cosas honestas que tenían que ver con la moralidad y el recato, solía ser una chica que cometía maldades simplemente porque no estaba a gusto con mi vida. No era perfecta moralmente, aunque físicamente hablando sí. Pero esta vez resultaba muy diferente.

El cargo de consciencia me estaba matando. Algo me decía que confiara en las palabras de Alexa, que no bajara la guardia tan creídamente.

Aflojé mi mano deliberadamente, y me alejé de la puerta. Con esa acción yo le daba la libertad completa a Justin de acceder a mi habitación. Al único lugar que yo considero sagrado, mi espacio favorito íntimo de la casa, con ellos le daba acceso total a mi vida personal.

—¿Debería interpretar tu silencio como que no me deseas? —preguntó Justin, entrando finalmente a mi recámara.

Me acerqué al espejo de cuerpo completo, y observé mi cabello hecho un desastre a través del reflejo. Con mis dedos traté de desenredarlo, pero mi atención se concentró en Justin, quien contemplaba con un ceño fruncido en su entrecejo los alrededores de mi templo privado.

Seguramente por su cabeza pasaba qué demonios hacía en la habitación de una adolescente.

—Tu habitación es... linda —mintió Justin, alzando sus cejas en un gesto de desagrado, mientras curioseaba la decoración vintage de mi habitación.

A veces olvidaba el insignificante dato que Justin era un hombre maduro con inclinaciones diferentes, era ahí exactamente donde los dos éramos completamente opuestos. Donde rozábamos en cuestión de gustos y géneros.

—No es necesario que me mientas, Justin.

Aún seguía parada frente al espejo, y ladeé mi cabeza mirando la blusita de tirantes que traía. Mis ojos se enfocaron en lo lisa y delgada que era.

Guys my age :: j.b Where stories live. Discover now