Cap 12. "Te juro que te amo"

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Escucharon el radio, como todo el país, durante el resto del día y de la noche. Oyeron las noticias sobre el hundimiento de los cinco barcos de combate estadounidenses anclados en una isla de Hawái, la destrucción de ciento cuarenta aviones y la pérdida de más de dos mil vidas de sus compatriotas.

Al día siguiente, escucharon al presidente Roosevelt solicitar al Congreso la declaración de guerra contra Japón. Luz y Amity vieron la radio. Luego entrecruzaron miradas.

"No en este momento", pensó Amity, "no ahora que todo marcha tan bien"

"Así que llegó la hora", pensó Luz. "Tendré que ir, lo están haciendo cientos de hombres y mujeres más".

Esa noche, acostada en la cama, se quedó despierta y pensativa. Amity estaba muy tensa. Después de un largo silencio, se giró hacia ella y la abrazó posesivamente.

-¿Tendrás que irte?

-Shh...

-Pero ahora eres mujer de familia. ¿Cómo podrían alejar a una madre de su hija recién nacida y otros dos que cuidar?

-Tengo treinta años. Estoy anotada en las listas.

-Tal vez no te llamen.

Acostadas así, con las manos entrelazadas, en silencio, Luz pensó en todo aquello por lo que tenía que vivir. Todo por lo que tenía que luchar. Era necesario dejar asegurados a Amy y a los niños antes de marcharse.

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El radio nunca dejó de escucharse después de ese acontecimiento. Al principio, todo le parecía lejano a Amity, pero Luz trajo a casa los periódicos de la biblioteca y estudió el movimiento japonés en los mapas, en los que advirtió cómo se acercaba la guerra. Trabajaba en el ayuntamiento, donde los reclutadores ya estaban doce horas al día. A través del país cundía la indignación, el barullo, la creciente locura por unirse al ejército.

Luz se encontraba inmersa dentro de su propia locura: acabar con rapidez las cosas pendientes. Instaló un motor de gasolina en la vieja lavadora manual y diseñó un calentador de agua casero que utilizaba queroseno como combustible. El día que llenó la tina del baño por primera vez toda la familia lo celebró. Pero no podían negar que su felicidad estaba permeada por la conciencia no dicha del motivo por el que Luz se había apresurado a dejar todo en perfecto estado en la casa.

La señorita Clawthrone fue a visitarlas cuando Lucie cumplió diez días de nacida y los sorprendió a todos. Le llevó de regalo a la bebé un juego de suéter y botitas de lana; para los niños, un libro. Ellos se asombraron mucho por el libro en sí mismo, así como por saber que les pertenecía. La señorita Clawthrone los sentó a ver las ilustraciones. Después le comentó a Amity:

-Bueno, ahora me gustaría mucho ver a la pequeña.

-Desde luego. Pase, está en nuestra recámara.

Amity la guió hasta la habitación, seguida de Luz, que se quedó detrás de la señorita Lilith, mientras ésta se inclinaba sobre la canasta de lavandería, examinaba el rostro de la niña, que dormía plácidamente y declaraba:

-Tienes una hermosa niña, Amity.

-Gracias, señorita Lilith. También duerme muy bien.

-Una bendición, sin duda.

-Sí, lo es.

Se hizo un silencio, antes de que Amity ofreciera:

-Tengo algo de pan de jengibre recién horneado y café caliente, si gusta.

LA FAMILIA, LA PROPIEDAD PRIVADA Y EL AMOR -LUMITY ADAPTACIÓN-Where stories live. Discover now