—Puedo preguntar qué fue lo que...

—El idiota de mi padre y hermano me hicieron enojar bastante, solo es eso, nada grave —. Aseguró sin siquiera dejar que el contrario terminara su frase. —Si quieres saber por qué los detesto, debes preguntarle a Seonghwa, él responderá tus preguntas —. Dijo sin más, se levantó dispuesto a irse pero la mano del menor rodeando su muñeca le detuvo.

—No quiero entrometerme en sus asuntos jef.... San. No deseo preguntarle al señor Park algo que no me incumbe. Si usted, algún día, me tiene la confianza suficiente... puede decirme lo que le pasa y yo lo escucharé —. Dijo con sinceridad.

San se giró para verlo y negó. No podía simplemente decirle lo malo que pasaba, no era algo que podía tomarse a la ligera.

—Algún día... te lo diré, pero no será hoy —. Aclaró. —¿Tienes hambre?

Wooyoung sonrió ante esa pregunta y asintió con felicidad. Si, tenía mucha hambre y el dolor de su estómago comenzaba a ser mas fuerte.

—Bien, vamos

—No me secuestrará, ¿verdad?

Choi lo observó con el ceño un poco fruncido, el menor sonrió con nervios y bajó la mirada. Lo había dicho sin pensar.

—Mi auto esta en mi casa, no puedo secuestrarte y llevarte volando —. Soltó y el menor rió.

Choi comenzaba a acostumbrarse a la dulce sonrisa del contrario, estaba empezando a hacerse parte de su vida aunque solo hayan pasado unos cuantos días. No era para menos pues Wooyoung había sido el único que le hacía sentir cómodo y a gusto. El rubio era la persona que causaba una sensación extraña dentro de su pecho y eso era raro.

—Usted... Es divertido, aunque no lo parezca —. Confesó Wooyoung con la mirada en el cielo.

—No lo soy, no sirvo para ser divertido —. Aclaró con un tono de voz seco.

—Para mi lo es, cuando se enoja hace un gesto divertido...

—Wooyoung...

—... O cuando algo le confunde, es gracioso...

—Wooyoung...

—... Cuando lo vi sonreír fue como... —. No terminó de decir gracias a que había pisado mal la banqueta y ahora se encontraba tirado en el suelo.

—Cuando te hable, debes detener tu andar, o sino te volverá a pasar lo mismo —. Le regañó, el menor desvió la mirada con pena.

Caerse frente al mayor no había sido nada bonito, sino mas bien, muy vergonzoso. Sus mejillas estaban teñidas de rojo y no quería mirar a su jefe debido a que estaba nervioso.

—Por mi no hay problema, puedes quedarte sentado en el suelo toda la noche —. Al decir eso el menor lo miró con sorpresa.

San extendió su mano derecha hacia el contrario para ayudarle a levantar. Wooyoung, con un poco de pena, tomó la mano del pelinegro con delicadeza, su mano temblaba de nervios. Al levantarse, Wooyoung podía sentir la respiración del mayor sobre su frente mientras un ligero cosquilleo aparecía en su estómago y su pecho comenzaba a sentirse raro. Levantó un poco la vista para encontrarse con los ojos color negro profundo del mayor, un pequeño brillo podía verse reflejado en ellos.

San no sabía que decir, estaba sin palabras. Tener tan cerca al menor era muy relajante, la mirada que el rubio tenía era hermosa y mostraba un brillo inigualable, su estómago dio un vuelco al notar los pocos centímetros que separaba su rostro con el del menor. Llamenlo loco pero unas ganas de besar al contrario, aunque fuese sólo en la mejilla, inundaron su cuerpo pidiendo aquel detalle; por obvias razones no lo iba a hacer, no quería incomodar a su asistente y mucho menos hacerle pensar que se aprovechó de la inesperada situación. Él, San, no era de ese tipo de personas.

—¿Estás bien? —. Preguntó de repente llegando a asustar al rubio, este solo asintió.

—S-Si, estoy bien, lo bueno es que no había algún auto cerca —. Sonrió.

—Si, menos mal. Ahora vamos, tengo hambre —. Habló volviendo la vista al frente para retomar su paso al pequeño restaurante.

—Jefe... señor... ¡Ahhh! —. Se quejó el menor para luego fruncir el ceño y cruzarse de brazos.

—Solo te faltó decir anciano —. Dijo el mayor con molestia.

—No, es que... no me acostumbro a llamarle por su nombre —. Confesó el rubio.

Choi lo miró de reojo y negó. Adoraba, en secreto, cada acción tierna y linda de su asistente. No podía negarlo.

—Esta bien, llámame como te sea mas fácil —. Aclaró San sin mas.

—De acuerdo —. El menor sonrió.

—Gracias —. Habló el pelinegro llamando la completa atención del menor. —El bolígrafo es lindo —. Sinceró.

—¿Le gustó? —. Wooyoung se puso feliz al ver como el mayor asentía.

De verdad le había agradado el detalle que le había dado y eso le ponía súper contento ya que era un logro muy enorme. Quería gritar de felicidad pero no podía, no quería que su jefe pensara que estaba un tanto loco.

—Me alegra que le haya gustado

—Es... Es el primer regalo que me han dado luego de varios años —. Confesó con tono de voz seco pero con cierto toque de amabilidad.

—Mmm... Me alegra haber sido el primero después de tanto tiempo —. Dijo Wooyoung sin pensar.

El mayor lo miró y sonrió al darse cuenta de que el contrario se había puesto rojo de la vergüenza. Wooyoung solo quería desaparecer, no comprendía por qué a veces no podía decir las cosas luego de pensarlas y las decía antes dé.

—El gracioso no soy yo, sino tú —. Aseguró San con una sonrisa.

El contrario lo observó para decirle algo pero prefirió no hacerlo, aquella sonrisa del mayor le hacía sentirse bien, adoraba las pocas veces, dos para ser exactos, en las que su jefe había mostrado una sonrisa estando con él.

Eran momentos especiales que recordaría cada día.

—No me lo tome a mal pero... usted se ve muy bien cuando sonríe —. Sinceró una vez que estaban dentro del restaurante.

Choi se detuvo en seco al escuchar las palabras dichas por el rubio, una sensación cálida había aparecido en su pecho sin pedir permiso. Unas inmensas ganas de abrazar al menor volvieron a aparecer pero, debía contenerse.

—Gracias, supongo —. Contestó San recorriendo una silla para que el contrario pudiese sentarse.

—Solo... solo dije la verdad —. Su voz sonaba nerviosa.

—Esta bien —. Mencionó el pelinegro.

Minutos después, el mesero les entregó la comida que habían ordenado y comenzaron a comer en silencio. Para Wooyoung, ya no era incómodo estar sentado frente a su jefe y en absoluto silencio, era cómodo y, de todos modos, no tenía de qué hablar pues no se le ocurría nada de nada.

Lo intenté // SanwooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora