14. Conexión y quiebre

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Pareció como si sus palabras le hubiesen cortado.

—No estás siendo justa conmigo, Violeta. Siempre he estado ahí para ti.

—¿Y ahora?

El muchacho abrió la boca para responder, pero se dio cuenta de que no sabía qué decir. Pocas veces se quedaba sin palabras, mas en ese momento no había nada que pudiese utilizar en su defensa.

—Deja esto, Violeta. Por favor, déjalo.

—No puedo. Sabes que no puedo...

—¡Claro que puedes! ¡Si de ti depende! —gritó.

—¿Es que no lo entiendes? —le preguntó dolida. Le partía el corazón darse cuenta de que ya no eran los de antes, y que él no la apoyara era algo que jamás se le habría pasado por la cabeza, pero ahí estaba él, rogándole con la mirada que dejara algo que significaba el mundo para ella—. Me lo quitó todo. Tú no estabas ahí, tú no tuviste que verla... cubierta con la sangre de tu madre, y enterrar un cuchillo en el estómago de tu padre, marcharse como si nada, mientras que el último miembro de tu familia se desangraba en el suelo...

—Lo sé, Violeta...

—¡No, no lo sabes! ¡Si lo hicieras, me apoyarías!

—¡Mira cómo estás! ¡No puedes con esto! Ella, él... es demasiado para ti.

—¿No crees que sea lo suficientemente fuerte?

Dominik negó con la cabeza, y talló sus ojos con las manos, como si los pensamientos le ardieran.

—Sé que lo eres, pero esto...

—Podría hacerlo si contara contigo. ¿Cuántas veces vamos a discutir por lo mismo?

—Cuentas conmigo...

—No lo sé.

Dominik lanzó un grito de frustración. Caminó en círculos, tratando de buscar las palabras correctas para no seguir empeorándolo todo. Sentía que eso era lo único que hacía últimamente: empeorarlo todo. Cuando volvió a mirarla ya no vio a la chica que había conocido: vio a una muchacha hecha pedazos, que merecía el mundo entero y que la vida sólo le había dado migajas. Las lágrimas que derramaba le dolían como si fuesen suyas.

Se acercó a ella, puso ambas manos alrededor de su rostro y sintió ganas de consolarla, de abrazarla, de decirle que todo estaría bien, que él siempre estaría con ella... pero no podía si ella seguía adelante.

—Por favor. Por favor. Hazlo por mí —vio que, con esas palabras, algo dentro de ella se removía. Lo que no supo era que, en lugar de hacerla considerar dejar de lado su plan de venganza, sus palabras sólo habían hecho que ese hilo que los unía se tensara todavía más, porque se dio cuenta de que, para seguir adelante, ella tendría que estar dispuesta a perder al gran amigo y amor que había tenido en la vida... y lo estaba—. Podemos hacer que todo sea como antes, irnos de aquí, empezar de cero... por mí, Violeta. Te lo suplico.

Jamás creyó estar preparado para lo que salió de su boca.

—Lo siento, Dominik —lloró—. De verdad lo siento tanto...

—¿Eso es todo? —sintió furia, decepción, dolor... todo mezclado—. ¿Lo eliges a él? ¿A ella? ¿Esta es la vida que quieres llevar? —espetó señalándola.

—Lo siento —repitió ella: ya no lloraba. Dominik no dijo nada; se limitó a mirarla con una pared construyéndose en sus ojos.

—Me niego a esto —habló después de un rato, al tiempo que Violeta decía:

Morir Mintiendo © Libros I y IIDove le storie prendono vita. Scoprilo ora