▬▬▬ O16 ; AMAPOLAS

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Se acercó lentamente hasta su espalda, y envolvió los brazos en su cintura, apretándole contra su pecho. Ten se apoyó en él, dejando reposar la cabeza en su hombro y tomando las manos de Johnny sobre su cintura.

—No me dejes nunca...

Aquellas palabras eran apenas un susurro, pero cargaban más significado que cualquier grito al aire. Ten sonrió, y se apretó más contra el firme pecho a sus espalda, como si todo contacto fuera poco.

—Nunca. — Respondió con seguridad.

Johnny besó su cuello y él se giró, mirando aquellos ojos obsidiana que parecían adorarle. Sonrió, y Johnny sintió cómo su corazón sonreía también. Sus labios tenían mejores planes. Tomó la boca de Ten en un beso suave, disfrutando de sus labios con parsimonia, deleitándose con su dulce sabor. No había una sensación comparable a la de besar a Ten. Llevó las manos a su espalda baja y apretó, acercándolo más a su cuerpo. Ten rió en respuesta. Johnny cortó el beso y le miró con el ceño fruncido.

—Lo siento, me has hecho cosquillas.

Ten le miró bajo sus pestañas, con la cabeza gacha y una expresión adorablemente arrepentida. Johnny sonrió con malicia.

—Así que tienes cosquillas, ¿eh?

Antes de que Ten pudiera alejarle, las manos de Johnny ya estaban presionando sus costados, arrancándole carcajadas involuntarias. Ten reía, y Johnny reía con él.

Ten consiguió escapar del ataque de las cosquillas e intentó huir, pero en unos pasos notó como el suelo desaparecía bajo sus pies y cómo Johnny lo cargaba. Gritó.

—¡Bájame!

Forcejeó sin verdaderas ganas y siguió riendo porque ya no podía parar. Johnny tropezó y ambos cayeron suavemente sobre la mullida hierba, con un lecho de amapolas bajo sus cuerpos y aún riendo sin control. Cuando sus miradas se encontraron, las carcajadas cesaron. Ten se acercó a Johnny y apoyó la cabeza en su pecho, sintiendo los acelerados latidos de su corazón contra la oreja.

— ¿En qué piensas?

—En ti, en cómo nos conocimos.

Johnny llevó su mano al cabello de Ten y comenzó a acariciarlo.

— ¿Qué hacías en el bosque aquella noche?

—Quería alejarme de mi casa.

— ¿Por qué?

—Discutí con mi madre.

— ¿Vas tú solo al bosque en mitad de la noche cuando discutes con tu madre? — Preguntó Johnny con el ceño fruncido.

—Aquella discusión fue diferente.

El tono de Ten sonaba triste, realmente le costaba hablar de aquello. Johnny podía sentir la angustia de su pequeño humano en el pecho, envolvió su menudo cuerpo entre sus brazos, intentando reconfortarle.

—Puedes contarme cualquier cosa, lo sabes, ¿verdad?

Ten asintió contra su pecho, sintiéndose mejor con el protector abrazo de Johnny.

—Mi madre nunca está en casa, tengo suerte si la veo un par de veces a la semana. Sé que trabaja, y que yo ya soy demasiado mayor como para necesitar la atención de mi madre pero... me siento tan solo a veces. Lo hace por mi bien, lo sé, ella trabaja mucho por mí, porque, desde que nos quedamos solos, las deudas se nos han venido encima. Todo sería mucho más fácil si nos marchásemos de aquí, si fuéramos a otro lugar y alquiláramos un pequeño piso solo para nosotros, yo podría buscar un trabajo y ayudarla con el alquiler. Pero ella no quiere, nunca se alejará del lugar donde conoció a mi padre. Aquella noche, yo se lo reproché, me atreví a echarle en cara a la mujer que lo ha dado todo por mí que está esperando a un hombre que nunca va a volver, a un hombre que nos abandonó cuando apenas tenía un año. No había tenido un buen día, pero eso no es excusa para todo lo que dije. Creo que todo el dolor y el resentimiento que siento hacia mi padre estalló y todo se me fue de las manos. Mi madre gritó, yo grité. Nunca habíamos hablado de esto. Al final, acabé yéndome con un portazo.

— ¿Tú padre les abandonó? — Johnny no quería presionar, podía sentir el dolor de Ten en cada poro de su propia piel, pero la curiosidad le mataba. Quería conocer cualquier aspecto de la vida de Ten, por insignificante que fuera.

—Sí, lo único que sé es que un día se fue, desapareció sin más, sin dar motivos ni explicaciones.

—Lo siento.

Ten alzó la cabeza y le regaló a Johnny una suave sonrisa cariñosa. Era increíble cómo Ten podía seguir sonriendo sin importar el dolor que sintiera.

—No entiendo cómo alguien podría abandonarte, seguro que eras un bebé precioso.

Ten rió suavemente y Johnny sonrió. Había conseguido hacerlo feliz de nuevo.

—Para nada, era una pequeña bolita rosa.— Johnny apretó su mejilla.

—Adorable.

La sonrisa de Ten se ensanchó.

—Y tus padres, ¿cómo son? ¿Te llevas bien con ellos?

El rostro de Johnny se ensombreció al recordar la mentira que le dijo a Ten cuando se conocieron, que él vivía con sus padres. Ojalá.

—La verdad es que te mentí, mis padres murieron cuando yo era un adolescente.

Ten enmudeció.

—John... yo... lo siento tanto...

Esta vez fue Johnny el que sonrió dulcemente ante el rostro abatido de Ten.

—No importa. Ya está superado.

Ten decidió no meter más el dedo en la llaga. Sin embargo, decidió resolver una duda que llevaba días rondándole la cabeza. Se incorporó, sentado sobre los talones, con los muslos de Johnny entre sus piernas.

—Dime una cosa.

Johnny se incorporó también, apoyado sobre los brazos extendidos a su espalda y mirando el curioso rostro de Ten desde abajo.

— ¿Cuántos años tienes?

—Ciento ochenta y tres.

Los ojos de Ten se abrieron de par en par y su boca estuvo a punto de tocar el suelo. Johnny estalló en carcajadas.

— ¡Oye, no te burles de mí!

—Lo siento, lo siento.

Johnny seguía riendo.

—Tengo veinticuatro.

—Wow, a ver cómo le explico ahora a mi madre que estoy saliendo con un hombrelobo seis años mayor que yo.

Johnny rió.

—Podrías presentármela, seguro que la enamoro con mis encantos naturales.

Ten negó con la cabeza sonriendo divertido.

—Seguro.

Y no volvieron a hablar hasta que Johnny decidió liberar sus labios.

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