Capítulo XXIII

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Seis días.

Ocho horas.

Diez Minutos.

Doce segundos.

Ese era el tiempo que había pasado desde que mi mundo se había derrumbado hasta romperse en mil pedazos, las piezas se habían vuelto añicos con la estruendosa caída, tan pequeñas que me era casi imposible volver a armarlas con mis temblorosas manos.

Angustia, culpa, vacío; cada una fue seguida de la otra en un círculo vicioso sin final. No podía evitar pensar que no merecía existir. Cada gota de oxígeno que consumía en este mundo era una nueva carga para mis hombros.

«Tú destino es ser la Reina del Infierno, Lilith. Naciste para reinar junto a Lucifer.»

Las palabras de Miguel apenas eran un desastre confuso en mi mente cuando fueron habladas por primera vez. Un enigma a resolver. No me tomó demasiado tiempo entender su significado y la verdad detrás de todos los demonios de mi pasado.

Era un monstruo. Una plaga. El peor mal de todos.

La reina de lo oscuro y prohibido.

Estaba destinada a vivir en las sombras del mal.

Había una carga pesada sobre mi cabeza en forma de una corona de fuego, sangre y pecados. Dondequiera que fuera, la muerte me seguiría.

La muerte me siguió hasta el umbral de mi mejor amiga, y una inocente pagó el precio de mi destino.

***

—Lo siento tanto, mi ángel. Elizabeth ya no está. Alkaziel la asesinó. Lucifer lo envió por ti.

—No —sollocé, sacudiendo mi cabeza frenéticamente—. Estás mintiendo.

La expresión de Miguel se decayó, sus ojos llenándose de compasión.

No quería su compasión. Tampoco la merecía.

Apreté mis ojos con fiereza, inclinando mi cabeza hasta que los mechones de mi cabello me rozaron las rodillas.

¿Cómo había llegado hasta ese momento?

Mi mundo se había desmoronado tantas veces en las últimas horas que ya no tenía fuerza para seguir luchando por salir del pozo de desesperación en el que me encontraba sumergida. Estaba cansada. Tan agotada de solo ver oscuridad al final de cada túnel.

Sabía que era capaz de vivir con la carga de mi destino, y estaba dispuesta a aceptar cada tropiezo del camino si eso significaría alejarme de Lucifer, ¿Pero eso? ¿Aceptar que una mujer inocente pagó por mis pecados? ¿Alguien a quien quería y admiraba? No, no podía conciliarlo. No sin poder arrancarme el abatido corazón del pecho para apagar el dolor y opacar la culpa.

Miguel apartó los mechones rebeldes de mi rostro con manos ágiles y gentiles, su toque era una manta cálida para mi piel fría, logrando que sollozo tras sollozo estremeciera mi alma. Colectándome en sus brazos, me colocó en su regazo. Escondí mi rostro en el arco de su cuello y me dejé llevar por el dolor mientras él acariciaba mi pelo con movimientos metódicos. Estaba temblando de pena, la agonía que me oprimía sacudía mis entrañas hasta cortar mi respiración.

—Shhh. Todo estará bien, Lilly —susurró contra mi pelo—. Si alguien puede sobrevivir una tormenta de esta magnitud, esa eres tú, mi ángel oscuro.

—Es… Es mi culpa —las palabras se ahogaron en mi garganta, apenas logrando salir.

—No lo es. No elegimos nuestro destino, mi ángel oscuro. Solo podemos aceptarlo y sobrellevarlo lo mejor posible. Tu camino ya estaba marcado, igual que el de Elizabeth —el tono firme de Miguel me hacía desear creerle, pero no podía. Cada vida que se había perdido en las manos de Lucifer para llegar a mí era mi responsabilidad, directamente o no, había sido yo la causa de sus muertes.

Lilith (Almas Perdidas Libro 1) √Where stories live. Discover now