Capítulo 38: Rostros Familiares

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—¿Y a quién podrían referirse? —interrogó Denis.

—No lo sé, pero Bastien Hewitt sí lo sabe —respondió el castaño.

Eso era una razón más para querer saber qué sabía Bastien al respecto. Ante ese descubrimiento, no podía mantenerse de brazos cruzados. Necesitaba interrogarlo esperando que soltara prenda. Pero el joven era difícil de sonsacar, un trabajo que le sería ardúo dado la situación del pobre peón.

—Volvamos a nuestras habitaciones antes de que cuenten quiénes faltan en el ala norte. Ya hemos visto suficiente —murmuró el rubio.

A la mañana siguiente, antes de acudir a la clase del profesor Bowman, Viviane se interesó en el despacho de la madre superiora. Escuchó tras la pequeña ranura de la puerta entornada cómo mantenía una conversación por teléfono. Era sobre los nuevos profesores que suplantarían la ausencia de Sor María y Allan Devine, profesor de educación física.

—¿Sabe cómo llegar al internado Annavenim? La llegada de la nieve le avisará que está en el sitio correcto.

La persona que se encontraba al otro lado de la llamada pareció confirmarlo ya que la sonrisa de la monja y sus palabras lo corroboró. Ella continuó hablando.

—¿A qué hora llegará? —hizo una pausa, esperando su respuesta. Luego agarró un bolígrafo y papel para anotarlo—. ¿Al anochecer? Perfecto. Le daremos la bienvenida.

Acto seguido, colgó. Desde primera hora de la mañana se había dedicado a buscar nuevos profesores para los alumnos, ya que llevaban varias semanas sin las clases que esparcieron los antiguos maestros y no podía permitirse perder más tiempo, por educación a los jóvenes adolescentes.

No obstante, Prudence se quedó algo confusa tras aquella llamada. Desde hacía semanas esperaba respuesta por parte de aquellos nuevos integrantes. La llamada anterior, la mujer tras el teléfono, dijo que estaba interesada en el puesto de profesorado, pero que aún no podía aceptar por motivos personales. El profesor nuevo de educación física expresó las mismas palabras. En aquel entonces a la monja no le pareció curioso ni inusual, así que les dio tiempo para que resolvieran sus asuntos.

Tiempo después, intentó contactar de nuevo con los mismos para saber una respuesta, pero no agarraron las llamadas.

Esta vez fueron ellos los que llamaron para aceptar, casi al mismo tiempo, sorprendiendo a la monja de inmediato.

—¿Ocurre algo, madre? —cuestionó Sor Amelia, que se encontraba con ella en el cubículo.

—Han llamado casi al mismo compás —expresó—. Llevo semanas intentando contactar con ellos.

—La cobertura en este lugar a veces falla mucho, madre. El mal tiempo y la nieve lo ocasiona. No creo que sea motivo para desconfiar.

Prudence se llevó la mano a su mentón.

—Puede que tenga razón, hermana. Sobrepensar no es bueno. Ya tenemos suficiente con lo que cargamos.

Viviane se alejó con disimulo cuando se percató que ambas monjas se aproximaban a la salida del despacho.

Después de clase, Bastien se retiró del bullicio de compañeros para estar más tranquilo en la soledad con su propia compañía. No se había percatado de que Kaden Bloodworth le estuvo echando el ojo durante toda la hora y que pretendía seguirlo. Tenía preguntas que hacerle.

El muchacho caminó despreocupado hasta el ala norte, donde se encontró de bruces con la madre noche. Bastien le dedicó una mirada cómplice, pero la monja no se dignó a observarlo. Sabía de quién se trataba con no mirarlo. Esta última entrelazada sus manos conforme observaba la ventana. Aquella posición ya era habitual en la anciana.

Un peligro para sí mismo ©Where stories live. Discover now