Capítulo 29

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El médico se aguantó las ganas de poner los ojos en blanco por un único motivo: lo estaba pasando mal y no quería empeorar las cosas con sus gestos.

—¿Nuestro hijo está bien?— preguntó con temor a saber la respuesta.

—No.— admitió pasando saliva por su garganta.

—¿Realmente hubo un aborto?— cuestionó al borde de la lágrimas, el médico fue rápido en negar con la cabeza para no causarle un infarto en ese mismo momento.

—No, no... Pero eso no quiere decir que no pueda haberlo.— aclaró—. Fiammenta está ahora mismo teniendo un embarazo de alto riesgo, cualquier pequeña cosa podría producir un aborto espontáneo del que te hablé anteriormente. Hubo sangrado y por lo que me comentó ella también hubo fallos de visión y dolor en la zona abdominal, lo suficiente para tener que tomar medidas desde ya.

—¿Qué debemos de hacer? No soportaría que algo malo nos pasase.

—Lo normal en estos casos es visitar con frecuencia al obstetra, mantener una dieta saludable, que no se le ocurra probar el alcohol ni fumar, reposo y evitar emociones muy fuertes.

—¿Todo saldrá bien...?— preguntó mirándolo directamente a los ojos para buscar esa sinceridad y confianza a la hora de decir las cosas.

—No lo sé, cada embarazo es diferente, los cuerpos reaccionan de distinta manera... Es muy imposible saber a ciencia cierta qué es lo que pasará con cada embarazada con riesgo.— suspiró, desviando la mirada hasta la pelinegra—. Espero que no tengas que elegir entre ella y vuestro hijo, esa sería la decisión más jodida.

—¿Esperas? ¿Me estás diciendo que hay posibilidades de que eso pase?

—Una de las consecuencias es el parto... A veces es el feto quien no sobrevive y otras veces es el cuerpo de la madre el que no puede soportarlo.— explicó volviendo su mirada a él—. Pero no pienses en eso ahora, la paternidad es una experiencia única así que trata de disfrutar del embarazo todo lo posible, dentro de los límites.

Él asintió sin saber que responder, no había dudas en que ser padre cambiaba la vida de cualquiera. Pero por muy egoísta que sonara no estaba dispuesto a perder al amor de su vida por algo que ellos dos habían hecho.

—¿Qué pasa si interrumpimos el embarazo?

—¿Estás sugiriendo un aborto?— cuestionó el médico alzando sus cejas—. Es decisión vuestra, te aseguras la vida de tu chica pero cabe la posibilidad de que su cuerpo pierda la capacidad de volver a gestar, es solo una posibilidad.

Zabdiel estaba perdido en un mar de pensamientos y emociones. ¿Que era lo correcto en esos momentos? ¿Debía de seguir a su corazón o a su sentido?

Él no tenía la última palabra, pues no se trataba de su cuerpo. Fiammenta tendría que elegir una opción en cuanto abriese los ojos, si decidía o no seguir.

Pasadas unas horas, la chica se removió incómoda en su lugar, parpadeó confusa en cuanto despertó y miró con curiosidad el sitio en donde se encontraba. Los recuerdos, para nada agradables, llegaron a su mente y soltó un fuerte suspiro al acordarse de la situación.

—¿Cómo te encuentras?— preguntó el médico que la había atendido.

—Bien.— admitió—. Todavía no siento ciertas partes de mi cuerpo.

—Tranquila, eso es normal, es lo que provoca la anestesia.— le sonrió—. Ahora me gustaría hablarte de tu situación, ya la hablé con Zabdiel y... Bueno, no soy muy bueno leyendo a las personas así que no sabría decirte que tan mal se encuentra.

Mintió, pues estaba más que seguro de cómo era la situación de Zabdiel pero no quería decírsela para alterarla.

—Te mereces saber la verdad, aunque esta sea jodida...

La verdad le dolió, le hizo llorar, le rompió todos sus esquemas en ese plano que ya llevaba el nombre de perfección.

Esa fue la primera imagen que tuvo Zabdiel cuando entró a la habitación, la de su muñeca destrozada, oyendo únicamente sus sollozos.

—¿Donde quedó eso de evitar las emociones fuertes?— se quejó cundo la envolvió en sus brazos.

—Tenía que saberlo, Zabdiel.— suspiró—. Os dejo solos para que habléis.

Compartió una mirada con el dominante antes de salir y cerrar la puerta tras su cuerpo, dejándolos solos para tener más privacidad. Esperó a que se calmara al menos un poco, se dedicó a acariciar su espalda y a repartir besos por su rostro.

—Muñeca, ¿por qué lloras?

—Pudimos haber perdido a nuestro hijo...

—Pero no lo hicimos, todavía nos quedan largos meses con él dentro de ti, si es que quieres seguir con esto.— murmuró acariciando sus mejillas—. Podemos con esto, Fiammenta, no dejes que tus miedos te ganen.

—¿Y si no? ¿Y si hacemos algo mal y por nuestra culpa...?

—No, eso no pasará.— le aseguró—. Ya has escuchado todo, la situación y los riesgos... Tú tienes la última palabra y yo estaré de acuerdo con lo que tú sea que decidas.

—¿Aunque eso signifique perderme a mi?

—Si es tu decisión yo voy a respetarla... Pero no voy a perderte.— depositó un beso en su frente—. Daría mi vida por ti, muñeca... Y justamente en el parto es en donde los hombres somos más inútiles. Me gustaría poder hacer esto por ti, para que no sufrieras ni nada por el estilo; pero no se puede.

—Eres un amor, Zab.— susurró haciendo un mohín con sus labios—. Deja de recordarme porque me he enamorado de ti.

El dominante sonrió con descaro y bajó una de sus manos para poder acariciar su labio con su dedo pulgar, dejando que la humedad de estos, tras haberlos remojado con su lengua, humedeciera también su piel.

—Te enamoraste de mi por mis centímetros, lo confesaste una vez, muñeca descarada.— siseó haciéndola sonreír.

—No dije exactamente eso sino que lo mío con tu polla fue amor a primera vista.— le corrigió.

—Si te sirve de consuelo, mi polla se enamoró de ti también en el primer instante.— susurró antes de dejar un beso en sus labios—. Yo tardé en enamorarme un poquito más pero... Valió la pena porque te amo más que a nada en el mundo.

La pelinegra suspiró embobada y tras entrelazar los dedos de sus manos lo miró decisiva.

—Quiero que sigamos con esto, nosotros podemos conseguirlo.

Él sonrió mientras asentía, de nada le serviría tener negatividad con respecto al tema.

Rota Fantasía Where stories live. Discover now