Capítulo XXI

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El desayuno parecía un velorio, nadie hablaba y la mayoría tenía cara de funeral, los únicos que se veían contentos y destilando amor eran Elenna y Daniel, jamás me lo espere de esos dos, siempre fueron unidos, pero nunca pensé que tanto.

Emiliano y yo cruzamos una que otra mirada, se podía cortar la tensión que existía entre los dos luego de nuestra conversación en la habitación.

—Vayamos a la playa—grito mi hermana cortando el silencio del lugar.

—Me parece una idea genial —la secundo Daniel.

Miro a Emiliano y me sonríe, creo que lo mejor será continuar como si nada hubiese pasado, valoro su amistad y no pienso perderlo por andar de adolescente enamoradiza.

Nos levantamos y nos ponemos en marcha hacia la playa, el potente sol de Miami nos recibe en cuanto salimos de la casa, el calor y la humedad hacen que desee llegar al agua pronto.

—Carrera de quien llega primero—grita Daniel y empieza a correr igual que Elenna sacándose la ropa en el camino.

Me saco el short y la camisa rápidamente y miro a Emiliano.

—Vas a venir así tenga que arrastrarte—lo amenazo, pero no mueve ni un dedo, así que me acerco a él y levanto su camisa, lo piensa un minuto y luego levanta los brazos dejando que se la quite.

—No tengo traje de baño—dice y se encoge de hombros.

—Pues entra en bóxer ¿o le da vergüenza doctor?—me burló y enseguida viene a mi mente cuando me dijo lo que le causaba que le hablara así.

—¿En que esta pensando tu sucia cabecita?—dice al notar que me sonroje.

—En que eres demasiado lento y vas a perder—comienzo a correr hacia el mar,   dejándolo atrás, el agua me salpica y siento como me levanta por la cintura y camina conmigo cargada, pataleo, pero es inútil cuando llegamos a cierta profundidad se hunde llevándome con él, lo que hace que trague agua salada.

Salgo del agua tosiendo, y todos se burlan.

—Creo que te salió agua por la nariz—se ríe mi hermana.
Me volteo y lo golpeó.

—Me la debías por hacerme saltar del acantilado—suelta entre risas, pongo los ojos en blanco y le doy la espalda.

—Sonríe hermanita, no ves que la vida es maravillosa —dice Elenna mientras abraza a Daniel, esta extremadamente feliz, y la entiendo, puede estar con el hombre que quiere sin ser juzgada por mis padres.

—Aún no me acostumbro a verlos juntos —confieso—pero me alegra que sean felices.

—Ustedes también se ven felices.

—Elenna, basta, sabes bien que somos solo amigos—la regaño.

—Pues actúan muy bien—interviene Daniel—parecen enamorados.

—¡Ya!—le hago señas con los ojos a Elenna y entiende de inmediato. Lo mío con Emiliano no pasará a ser más que una amistad.

—Competencia hasta la boya—informa Elenna y comienza a nadar, el resto de nosotros nos miramos y nos apresuramos para alcanzarla. Tras nadar varios metros llegamos, ganó ella por supuesto.

— Son muy lentos—se mofa y se arroja a los brazos de Daniel, empiezan a besarse  con intensidad obligándonos a mirar hacia otro lado, de a poco nos alejamos de ellos.
No puedo evitar sentir algo de envidia, quisiera que el hombre de piedra a mi lado se atreviera a amar, si tan solo me dejara entrar en su corazón yo podría enseñarle, no es que tenga mucha experiencia en el área, pero si tengo unas ganas incontrolables de amar y, si me lo permitiera, podríamos aprender juntos.
Muero por abrazarlo, besarlo...

Déjame EnseñarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora