Capítulo 10: Hockey línea.

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Entré en el aula y todos se me quedaron mirando. Se oían murmullos que no llegaba a entender. Me acerqué a la profesora y le conté lo sucedido. Esta avisó a mi tutor para que llamase a mis padres y que diesen su consentimiento para poder irme a casa a cambiarme. La amenaza de mi padre fue "ya hablaremos más tarde" que significa "no sales de casa en una semana mínimo". Tenía como mucho una hora, así que salí corriendo. En la puerta me topé de nuevo con el culpable de mi castigo.

-Peleona, ¿vas a casa? - Le fulminé con la mirada y me giré, dándole la espalda pero me paró.-Espera, antes de que te vayas, ¿qué nos apostamos?

-¿Apostar de qué?

-Dijimos que hoy venías por la tarde a mi casa y mañana yo a la tuya, y ver como es un día del otro. La cosa es, ¿qué nos apostamos? ¿Quién gana y quién pierde?

-El primero que se rinda pierde, y si gano yo tendrás que... - Miré a mi alrededor y sonreí maliciosamente. - Serás mi chófer personal durante toda la semana que viene. Me llevarás a los sitios que yo te pida cuando te lo diga y sin quejarte. - Me miró, no muy convencido.

-Está bien, pero si pierdes este sábado fingirás ser...

-Cuidado con lo que dices. - Le advertí, enseñándole mis puños.

-Mi novia.

-¿Perdón? ¿Se puede saber por qué quieres que finja ser tu novia?

-Pues es muy fácil, el amigo de mi amigo va a hacer una fiesta y estoy invitado. Está claro que tengo que ir con una pareja, sino quedaré como un pringado. ¿Hay trato o no? - Me crucé de brazos y reflexioné durante unos segundos. Finalmente acepté su condición y nos estrechamos la mano, él con una maldita sonrisa.

-Oye, ya para que practiques y tal... me podrías llevar a casa ¿no? - Pregunté con pocas esperanzas.

-Si me das cinco euros te llevo y te traigo.

-¿Cinco euros? Venga ya, que estamos en crisis.

-Cuatro.

-Tres. - Hice un puchero y me llevé las manos a la espalda para parecer una niña buena.

-Vaaaaaale, sube anda. - Sonreí y le seguí hasta la moto. - ¿Alguna vez has montado en una de estas? - Dijo mientras sacaba los dos cascos del sillín. Negué con la cabeza y se rió. - Bueno, pues ya no podrás decir lo mismo. - Cogió el de color blanco, me lo puso y lo abrochó. Seguido se lo puso él y subimos. - ¿Dónde vives?

-Calle Villafrades de Campos.

-¿Dónde está eso?

-Un poco más allá del Vallsur, yo te indico. - Al arrancar le rodeé con los brazos fuertemente y nos pusimos en camino. - ¡No seas capullo! - Grité para que me oyese, pues el motor hacía un ruido insoportable. - ¡Eres malo! - Hacía giros muy bruscos y yo me aferraba todavía más para no caerme. - Como te vea un policía te vas a reír. - Debería haberme callado, aceleró todavía más justo cuando llegamos al callejón que llevaba a mi casa. - ¡Para, es aquí! - Frenó de golpe e instintivamente crucé las piernas alrededor de su cintura y llevé mis manos a su pecho, sujetándome a él como un koala. Pasaron unos segundos cuando sentí unas manos en los tobillos, haciendo que abriera los ojos.

-¿Qué, cómoda así? - Al verme en esa posición mis mejillas se tiñeron de rojo. Sin pensar me bajé rápidamente, me quité el casco y se lo entregué. - ¿Te lo has pasado bien? - Le enseñé el dedo corazón y corrí hasta la puerta. Me levanté la falda del uniforme dejando a la vista el pantalón mojado que llevaba por debajo, metí la mano en el bolsillo trasero y rebusqué las llaves.

-¿Por qué sigues aquí? - Pregunté mientras seguía buscándolas.

-Te espero, dije que te llevaba también. - El vehículo estaba detenido pero no se había bajado. Se apoyaba en la pierna derecha y las manos las tenía en el manillar. - ¿Pasa algo?

Un sueño no soñadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora