Confesión.

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♡•°.: → TodoBaku confesándose es tipo...

Era una noche normal en los cuartos de la acamedia. A esa hora, al menos la mitad de la clase debería de estar durmiendo ya que era mitad de semana, pero no era así. Más bien, al tener aquella libre por una razón desconocida, decidieron utilizar esas noches para jugar como siempre lo hacían.

— No voy a jugar a su puto "Seven Minutes in Heaven". Ni siquiera sé cómo el viejo de Aizawa no los ha pillado en ese juego de mierda. — el cenizo se encontraba tranquilamente apoyado en la encimera de la cocina mientras bebía una lata de bebida. Era algo tarde, pero realmente no le importaba. Por un momento había decidido salirse de su rutina de dormir temprano y darse la libertad de no dormir hasta la hora que su cuerpo diera.

— Es porque nunca lo hemos jugado. Va a ser la primera vez. Venga, Blasty. — el pelirrojo le suplicaba mientras le sujetaba por los hombros y le sacudía suavemente. Hizo un leve puchero, poniendo ojitos de dragón bebé. Katsuki frunció levemente su ceño, descansando el borde de la lata sobre su labio inferior, a tan sólo milisegundos de beber de ellas. — Todoroki va a estar también. Izuku logró convencerle.

El cenizo chasqueó la lengua y desvió su mirada hacia otro lugar. Odiaba el intelecto que tenían aquellos dos y la capacidad para hacer que tanto el bicolor como él asistieran a cosas que realmente no les interesaban. Seguramente el pecoso sobornaba a Shōto con algo para convencerle, así como lo hacía Eijirō, diciéndole que el menor iba a estar allí. Maldito sea el día en que se enamoró de ese bastardo de dos colores.

El pelirrojo paró de moverle cuando observó esta acción y sonrió. Entonces procedió a tomarle de la muñeca y casi arrastrarle hasta el salón, al otro lado del lugar, frente a la cocina y comedor. Llegando allí, Katsuki pudo observar cómo el ascensor que los llevaba al lado de los chicos se abría, dejando ver al bicolor, el cual escuchaba atento al pecoso a su lado, quien salió literalmente corriendo hasta el pelirrojo apenas le vio.

Ambos chicos, ajenos a la situación, cruzaron miradas, ignorando a la pareja que conformaban sus mejores amigos. Por un momento, el corazón del cenizo pareció detenerse, para luego latir rápida y estruendosamente. Apartó su vista tan veloz como pudo, concentrándose en su lata de bebida, como si el color rojizo de esta fuese lo más interesante del mundo.

— Bien, todos al centro. — anunció la chica rosa del grupo. Todos hicieron caso y se sentaron en el suelo, con un pocillo con papeles dentro al medio de todos. — Ya saben, no se pasen de listos. No toquen partes que no deben, ni besen si la otra persona no quiere. — todos asintieron, entendiendo aquello. Era algo básico y que todos respetaban y debían respetar, debido a que eran menores de edad y la charla que les iba a llegar iba a ser increíble.

— ¡Yo empiezo! — anunció el rubio eléctrico, acercándose al centro y sacando un papel del pocillo. Todos estaban levemente nerviosos, aguardando a que sus nombres no aparecieran. Estar siete minutos con alguien encerrados en un espacio pequeño no era el verdadero agrado de todos.

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