Capítulo 1

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Era un desastre de persona y se podía notar a simple vista.

Con mi coleta desecha por la maratón que me pegué hasta llegar al edificio, el móvil que había desaparecido en el coche y no lograba encontrarlo o las hojas que se me acababan de caer al suelo por las prisas, fueron un claro ejemplo de ello.

Al día siguiente empezaba la universidad y nada me estaba saliendo como lo había planeado. Repasé en mi cabeza, tumbada en la cama, todas las cosas que tenía que hacer, y ninguna de esas estaban en mis planes.

Busqué el móvil para entrar en la aplicación de notas y mirar cuál era el número del piso, sin recordar que estaba tirado en alguna parte del coche.

Admito que estaba cantando una canción de Harry Styles demasiado emocionada, que frené de golpe al darme cuenta de que casi atropello a un gatito y... entonces mi móvil desapareció.

Genial, Ángela. Todo controlado.

—¿Dónde estás...?—Seguí rebuscando en el bolso como una posesa mientras andaba sin rumbo por un pasillo enorme del edificio.

Estaba en la segunda planta, pero al menos habría dos más. Ese sitio parecía que estaba diseñado para estudiantes porque solo veía gente de mi edad —más o menos— deambular por allí con las maletas y sus mochilas a rebosar de cosas.

Recordé las palabras que siempre me decía mi abuela cuando la llamaba por teléfono porque tenía una crisis tontas de las mías: <<Respira y piensa que todo pasa. Lo bueno llega tarde o temprano así que levanta esa cabeza loca, mueve el culo y ve a por todas>>

Gracias abuela. Qué haría sin tus sabias pero extrañas palabras.

A mi alrededor había puertas con un número inscrito en el medio y supe que estaba perdida entre todos esos pisos de estudiantes que no conocía porque era nueva allí, y entonces me di cuenta de que tenía un problema.

¿Y si tocaba el timbre de una casa y salía una pareja medio desnuda y mirándome con cara de querer matarme? No quería humillarme ni interrumpir nada, gracias.

Ordené unas hojas de la universidad en mis manos y entonces escuché unos gritos.

—¡Hugo, entra!

Justo delante de mí salió de una casa un chico bastante alto y atractivo. Cerró los ojos y resopló antes de girarse hacia la chica que sujetaba un móvil entre las manos y se lo enseñaba enfadada.

—No puedes estar siempre liándote con ellas o haciendo a saber qué —Recogió su pelo corto y rubio detrás de las orejas y se puso bien las gafas.

Yo había llevado gafas en mi infancia porque estaban de moda, y todo porqué mentí al oculista. Cuando se supo la verdad por mi hermana, que no sabía guardar secretos, estuve castigada durante mucho, mucho tiempo.

¿No me juzguéis, vale?

Ella le tiró el móvil y él lo cogió en un acto reflejo. Di un paso hacia atrás porque no quería llegar a mi nuevo piso con un ojo morado, una pierna rota o algún que otro diente caído.

Él miró la pantalla del móvil y sonrió.

—Venga Claudia, con ella solo me he dado unos besos —Se acercó a la chica, pero volvió a retroceder con las manos en alto cuando ella se le quedó mirando fijamente— O quizá hemos acabado sin querer en la habitación, y no he sido yo el que empezó a quitarse la ropa, que conste.

—Eres idiota.

—Y yo te quiero, pero tengo que saciar mis ganas —Recibió un golpe en el hombro y empezaron a murmurar cosas que no llegué a entender, pero escuché palabras como <<sexo>>, <<respeto>> y <<amigas>>.

Nosotros, imparables ||EN PROCESO||Where stories live. Discover now