2 de mayo del 2020

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Prólogo

2 de mayo del 2020

Ocho años, hoy se cumplen ocho años del día que ni siquiera me atrevo a mencionar.

En aquel entonces con 20 años y toda enamorada, con una gran noticia que nunca pudo salir de mis labios.

Hoy con 28 sigo enamorada, pero no de la misma persona.

O puede ser que si

¿Quién sabe?

Desde ese día he vivido casi en automático...

Me encuentro en uno de esos días en los que trato de huir de mis pensamientos pero me es imposible, su recuerdo me persigue, para mi es imposible olvidarlo.

Miro por la ventana hacia el lugar donde solía estar aparcado su auto y el no verlo ahí arde y duele como si solo hubieran pasado días y no ocho largos y tediosos años.

Por mi mente pasan los recuerdos de todo lo vivido a su lado.

Sin dudas, con él viví mis mejores años, el día que me propuso matrimonio ni siquiera pude hablarle de la emoción.

Dos personas que se conocen de toda la vida y por fin deciden unir sus caminos. Nos comprometimos por amor y el se fué antes de que pudiera demostrarle todo lo que alguna vez sentí, no poder decirle algo que me hizo tan feliz me mata.

—Mamá, ¿estás bien?—La voz de Samantha me saca de mis oscuros pensamientos.

Mi pequeña bebé de siete años en unos meses cumplirá ocho. Ella es el pilar que me mantiene cuerda.

Cuando su padre iba a saber de su existencia yo ya tenía dos meses de embarazo.

Esperaba a decirle ese día porque cumplíamos tres años de relación. Pero la vida me lo arrebató incluso antes de que pudiera darle alguna señal.

—Sí, cariño. Mamá está bien.

O al menos espero algún día estarlo.

Ella como la niña cariñosa que es, me abraza y mis lágrimas empiezan a caer, es lo único que me queda de Mike y el amor que un día tuvimos .

Le respondo a su tierno abrazo y beso su cabello color miel con algunas hebras rubias como si hubiera querido juntar los colores de pelo de sus padres quedando un color miel y lo que parecen ser iluminaciones más claras de un color rubio muy similar al mío.

Me pongo de pie mientras la cargo y me dirijo a la cocina para preparar su desayuno.

Mientras la sostengo contra mi cuerpo brevemente recuerdo lo maravilloso de mi embarazo.

Muchas personas me llamaron loca por querer tener a la niña aún cuando su padre no estaba entre nosotros, pero...

¿Con qué valor destruyo mi único recuerdo viviente de Mike?

No podría ser capaz, aunque para ser honesta tampoco quise hacerlo.

Mi etapa de duelo junto a los típicos síntomas del embarazo me hicieron un desastre de persona.

Las típicas náuseas se me ajuntaban con las lágrimas y me volvía un desastre que se encerraba horas en el baño dejando a toda su familia preocupada.

Llegué a cortar mi cabello de una forma muy rara por encima de mis hombros, cuando éste llegaba mas abajo de mi trasero.

Sonrío ante el recuerdo de Mike diciendo que era un pequeño sol, un sol de ojos verdes.

Fue al mes de agosto cuando mi familia decidió llevarme a la playa cuando sentí que podía vivir, que no estaba sola en todo lo que estaba pasando.

Decidí no dejarme caer y sobrellevar la situación lo mejor que pudiera.

Decidí pensar que a Mike no le hubiera gustado verme toda echa un desastre de ojos llorosos acompañados por grandes ojeras.

Estaba muy lejos de mi peso ideal, por lo cual empezé a alimentarme por la vida que crecía dentro de mí.

Mi mejor amigo fué mi portatil que me ayudó a escapar un poco de mi denigrante realidad.

Leia mucho sobre embarazos y chateaba con madres que me contaban su experiencia.

En cada cita con mi ginecólogo todo parecía mejorar hasta que logré acabar con un gran problema: la anemia que padeciamos la bebita y yo.

A la hora del parto sentí la presencia de Mike a mi lado, casi pude sentir su agarre en mi mano y sus constantes palabras para intentar calmarme, tampoco ayudó que rompí fuente a los siete meses, por lo que me encontraba asustada y temiendo por la vida de mi bebé.

Para mi alivio todo fue bien y mi bebé logró salir ilesa luego de ocho horas de un doloroso trabajo de parto.

El nombre que lleva Sami fue elegido por su papá sin el saberlo. En un día loco en el que terminamos hablando de bebés.

—Si tenemos una niña primero se va a llamar Samantha y quiero que tenga tus ojos.— Bueno mi bebé no es ojiverde como yo.

Pero sus ojos son de un color claro entre azul con unas motas verdosas que resaltan de acuerdo a su ropa.

—¿Y si la niña nace segunda?— Pregunté yo entre risas.

—¿Eso es alguna indirecta para decirme que quieres dos hijos?— Pregunta

—No es ninguna indirecta, solo te preguntaba.

—Bueno si la niña viene de segunda se llamará Millicent.—

Coloca sus brazos flexionados detrás de su cabeza dejando a la vista el tatuaje con mi nombre.

Riendo de manera escandalosa me acerco a él y lo beso.

—¿Piensas ponerle a nuestra bebé como la tía modista de Barbie?—Pregunto mientras me río aún más fuerte.

Por eso mi bebé se llama Samantha Millicent Hannigan.



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Besos

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