37 | Ser mejor

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Amelie está parada frente a mi puerta

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Amelie está parada frente a mi puerta.

En sus manos, la caja de donas se ve recién comprada, pero por el visor transparente de encima puedo ver que le faltan algunas. Aún así, hay suficientes para dejarla pasar sin siquiera preguntarle qué rayos hace aquí. O, aún más importante, cómo rayos supo donde vivo.

—Ian acaba de dejarme aquí —explica mientras se quita el abrigo. Le ayudo tomando la caja de donas y ella me agradece—. Espero que no te moleste que no avisé, pero sabía que no estabas yendo a clase y quería hablar contigo.

—¿Ian te dijo?

Niega con la cabeza.

—Eva.

Ah, mierda. Así que ella lo notó o todo el mundo ha vuelto a hablar de mí. Maravilloso.

—Ponte cómoda —la invito, enfilando hacia la cocina—. ¿Quieres un café o té?

—De hecho, acabo de desayunar con Ian —dice, sonriente. Me giro desde la cocina y aprecio su plácido gesto. Luego, miro las donas. Amelie nota mi interés por la comida y abre la caja—. Las traje para ti, eh. Son todas tuyas. Es lo menos que puedo hacer por llegar de sorpresa.

Son las diez de la mañana y se sabe que la comida siempre ha sido un gran aliado de los corazones tristes, así que no está entre mis opciones rechazar su oferta. Tomo la taza de café que estaba preparándome cuando ella tocó el timbre y vuelvo a la sala.

Amelie curiosea entre mis repisas mientras desayuno. La escena es surrealista. ¿Qué rayos hace la hermana de mi novia —¿ex-novia?— en mi casa un viernes por la mañana?

—Y... —susurra ella, cerca de la repisa de fotos—. ¿Cómo estás?

Agradezco tener la boca llena en este precioso momento. Para cuando trago, creo que Amelie se ha dado cuenta de que no quiero contestar.

—¿Cómo está Eva?

—Yo pregunté primero —sonríe, desafiante.

—Pésimo —contesto—. ¿Y ella?

—Se la pasa escuchando Billie —responde, poniendo los ojos en blanco—. Es deprimente, te lo juro.

Se me dibuja una sonrisa extraña en el rostro.

Pensar en Eva evoca un puñado de emociones que se anidan en mi pecho y me confunden. La extraño, necesito hablar con ella, me pone triste que estemos separadas, pero no puedo dejar de sonreír cada vez que alguien menciona su nombre o un recuerdo llega a mi mente.

Sonrío cuando Nez me dice que la ha visto en el pasillo, cuando escucho una canción que me recuerda a ella, cuando despierto del lado izquierdo de la cama y mi nariz capta las notas de su perfume en la almohada.

Es igual que un trueno a mitad de una tormenta; sabes que vendrá y te dará miedo, pero justo entonces llega y recuerdas un momento feliz, así que te ríes de los nervios y se siente bien, a pesar del terror que pueda provocar el diluvio. Pensar en Eva se siente bien, aunque duele.

Acordes para LilaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora