VIII. Tormenta de Nieve

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Comencé a buscar huellas en la nieve, pero seguía nevando así que me era imposible rastrear a los diricawls de esa forma. La neblina blanca se intensificó, bloqueandome aún más la vista. La tormenta se acercaba con furia y quedaba poco tiempo hasta que llegara a los terrenos de Hogwarts.

A pesar de mi poca vista, mis sentidos congelados, mi cuerpo temblando y mi caminata lenta logré ver a uno de ellos. Era esponjoso y de varios colores pasteles. Era pequeño y parecía un ave pero, según dijo Hagrid una vez, ellos no vuelan. Me acerqué con pasos sigilosos y silenciosos hasta el pequeño animal, y cuando me vio le extendí mi mano. No la iba a oler ni nada, pero no quería hacerlo sentir amenazado o en peligro. Me observó cuidadosamente antes de acercarse, pero finalmente posó su pico sobre mis dedos congelados. La tomé entre mis brazos y la llevé de vuelta a la cabaña. Hagrid no había vuelto, por lo tanto significaba que aún faltaba un diricawl. 

Volví a salir más congelada que antes, realmente estaba todo cubierto por nieve y la neblina traía consigo demasiado viento. Yo, con mi remera y mi suéter, caminaba titiritando en busca del otro pequeño animal. Cuando llevaba tan solo unos minutos caminando sentí como algo líquido caía sobre mí y me cubría entera helandome más la piel. Hagrid se acercó con un balde vacío en la mano, su cara era de terror absoluto al verme.

- ¡Oh, Adhara! No sabes cuanto lo lamento. Estaba marcando el camino con agua para los diricawl. ¿Encontraste alguno? - Preguntó viendo hacía todos lados y tapando se el rostro con su brazo.

- Si, ya llevé uno dentro de tu cabaña - Exclamé temblando el doble que antes por el baldazo de agua.

- ¡Yo acabo de llevar el otro también! - Exclamó contento - ¡Corre para el colegio, yo iré a mi cabaña! ¡Gracias por tu ayuda, Adhara, eres una increíble amiga! - Me agradeció felizmente.

- No hay de que, Hagrid - Le sonreí amablemente.

Comenzó a alejarse en dirección a su cabaña y yo comencé a caminar como pude hacía el colegio. Un fuerte ruido sonó en el cielo, las nubes de la tormenta de nieve estaban sobre mi cabeza. El viento se volvió más fuerte y el frío me estaba torturando. Ya no podía caminar más, mis piernas dolían y mis ojos pedían a gritos cerrarse. Otro ruido sonó, pero esta vez provenía del bosque a mi lado. No me dio tiempo a reaccionar cuando una rama gigante voló junto con el viento en mi dirección y me derribó sobre la nieve. Ya no tenía ganas de levantarme. Estaba congelándome y mis esfuerzos se reducieron a 0. No se en que momento me rendí, pero me encontraba cerrando los ojos con unas increíbles ganas de dormir. 

- ¿Adhara? - Fue lo último que escuché en la lejanía, y después solo silencio en la oscuridad.


𝑵𝒂𝒓𝒓𝒂 𝑶𝒍𝒊𝒗𝒆𝒓:


Acababa de salir de los vestuarios, estaba buscando algunos libros que dejé en el último entrenamiento. Una tormenta de nieve se acercaba a lo lejos así que apresuré mi paso hacia el colegio. Últimamente la estaba pasando fatal. Desde que me peleé con Adhara me cuesta el doble levantarme por las mañanas. Camino sin ganas por los pasillos del colegio y practico Quidditch cada que puedo, ya que es lo único que aleja mi mente de cierta castaña. Quise disculparme varias veces pero me evitó siempre que pudo, y me lo merezco. Perdido entre mis pensamientos no noté cuando llegué cerca de la cabaña de Hagrid, pero vi a Adhara saliendo de esta mientras se cubría el rostro con sus manos para protegerse del viento y la neblina a nuestro alrededor. La tormenta en el cielo parecía estar a centímetros. 

Mi mente me decía que no la siga, que deje de perseguirla ya que eso le molesta, y que vuelva al colegio. Por otro lado un instinto o un deseo me pedía que corra hacia ella y la lleve al colegio. Que nos besemos en la entrada a los pasillos y que solucionemos las cosas. Ojalá fuese tan fácil. Seguí mi instinto pero no para besarle, si no por curiosidad. ¿Que hacía alguien como Adhara, quien odia el frío, bajo una tormenta y caminando en la nieve como un alma en pena?

𝐀𝐧𝐲𝐰𝐚𝐲 │Oliver WoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora